viernes, 27 de junio de 2025

Muti dirige Strauss y Bruckner con la Filarmónica de Viena

Este doble CD recoge un concierto ofrecido en el Festival de Salzburgo el 15 agosto 2016 por la Filarmónica de Viena y Riccardo Muti. Que yo recuerde, primera vez que el veterano y admirable maestro napolitano aparece en Deutsche Grammophon. Lo escuché en streaming cuando salió, pero he querido comprarlo en formato físico y escucharlo otra vez.



Primera parte, El burgués gentilhombre de Richard Strauss. Nos aquí encontramos ante una prodigiosa combinación entre el músculo, la decisión y la rotundidad viril de Muti con el terciopelo, la elegancia y la sensualidad de Viena, todo ello con la muy notable complicidad del pianista Gerhard Oppitz y otros solistas de excepción entre los cuales, eso sí, hay que poner un reparo serio: el violín de Rainer Küchl, que se retiraba después de 45 años, no está demasiado bien. Por otra parte, he querido comparar con la interpretación de Lorin Maazel con la misma orquesta grabada para Decca en 1966: aquella es mucho más camerística, esta es más sinfónica. Si tuviera que escoger me quedo con la más antigua, esa es la verdad, porque posee un puntito más de picardía vienesa y, sobre todo, porque alcanza mayor sensualidad y vuelo poético en alguno de los números, pero entiendo que las dos son complementarias.

Sinfonía nº 2 de Anton Bruckner en la segunda parte. No había acertado Muti en sus anteriores acercamientos discográficos a la música del compositor austríaco, pero lo cierto es que en este registro se produce la misma mágica combinación que en el Richard Strauss: el temperamento dramático del maestro italiano por un lado, la sonoridad mágica de la formación vienesa por otro. No diré que se trata de la versión ideal, porque los aspectos más espirituales de esta música quedan un tanto marginados. En cualquier caso, resulta imposible resistirse ante la fuerza, el nervio y el temperamento de esta incandescente, escarpadísima interpretación, que logra sonar al mismo tiempo -cuadratura del círculo- incisiva y aterciopelada, impregnar de carácter anhelante el fraseo sin perder concentración y desprender sinceridad por los cuatro costados. Si hay brillantez y espectacularidad, que los hay, es como consecuencia de la perfecta consecución de los logros expresivos que se plantean, no como objetivos en sí mismos. Para encontrar algo mejor hay que acudir a Giulini y Barenboim.

Adiós a Lalo Schifrin

Decimos adiós, a sus nada menos que 93 años, a Lalo Schifrin. Estudió con Enrique Barenboim sí, el padre de Daniel– en su Buenos Aires natal, pero pronto se decantó por el jazz. Un vistazo a la Wikipedia nos permite comprobar que por su juventud pasaron nombres como los de Quincy Jones, Astor Piazzola y Xavier Cugat. Intercambié brevísimas palabras con él hace muchos años en Valencia, a raíz de unos encuentros de música de cine y de un concierto que protagonizó él a la batuta y al piano. Parecía un hombre simpático y nada presuntuoso.


Lo que más se aplaudió en aquel concierto fue su sintonía para Misión Imposible, sin duda su música más recordada, pero en mi caso le guardo un especialísimo cariño a lo que hizo para una serie de televisión de los años ochenta llamada Anno Domini. Descanse en paz.

Chiringuito Villamarta

 Ahí va la noticia. 

https://www.lavozdelsur.es/ediciones/jerez/tension-numeros-rojos-villamarta-expedientes-venta-ilegal-material-denuncia-empleados-amenazas_337035_102.html

Yo lo vengo diciendo públicamente desde hace muchos años. El único en decirlo.  A algunos les resultaba fácil acusarme de tenerle manía al Villamarta y tal. Pero claro, es que ellos compartían intereses comunes con ese chiringuito o, directamente, formaban parte de él. Mamoneo a punta pala. De verdad que espero que el nuevo director lo arregle.

Por cierto, la imagen la he hecho con Copilot.

jueves, 26 de junio de 2025

Cuarteto nº 11 de Dimitri Shostakovich: discografía comparada

El Cuarteto nº 11 de Dimitri Shostakovich fue compuesto en 1966, siendo estrenado el mismo año por el Cuarteto Beethoven. La Sinfonía nº 13, Babi Yar quedaba dos años atrás, mientras que al Concierto para violonchelo nº 2 le quedaban unos meses para salir a la luz. Estamos, por tanto, en la última etapa del autor. La más abstracta de todas, ciertamente también la de mayor economía de medios, y quizá por eso la más esencial. Ya no hay grandes gestos retóricos, aunque de vez en cuando nos dejaría alguna vulgaridad. Esta Op. 122, en cualquier caso, es una excelente música cuyas claves no son fáciles de detectar. Aquí no puede venir ningún Volkov a decir que tras las notas se esconden denuncias anticomunistas ni nada parecido. Lo que sí podemos es escuchar varias aproximaciones diferentes para tantear el asunto. Recuérdese: los intérpretes no son meros ejecutores, como tampoco son solo (re)creadores de una música que, sin ellos, sencillamente no existe. Son también investigadores. La mirada de cada uno de ellos es única, y con independencia de que podamos estar más o menos de acuerdo con ellas, siempre que haya inteligencia y talento detrás de la interpretación avanzaremos un paso en nuestro conocimiento de la obra.



1. Cuarteto Beethoven (Praga, 1969). No puede haber duda. Esta música no solo fue escrita para ellos, sino que además fue dedicada a la memoria de Vasily Shirinsky, violinista original de la agrupación: el compromiso interpretativo del Cuarteto Beethoven está ahí, y queda bien reflejado en una lectura particularmente tensa y severa, muy concentrada, si bien algo falta de contrastes y variedad expresiva. La toma, de origen radiofónico, se ha conservado de manera satisfactoria. (9)




2. Cuarteto Fitzwilliam (Decca, 1976). Armados de una técnica colosal que les permite hacer gala de una enorme depuración sonora la soberbia toma les beneficia, los ingleses ofrecen una lectura con menor densidad armónica que la del Beethoven, al tiempo bastante más angulosa e incisiva, cargada de electricidad y de apreciable inmediatez expresiva. Se podrá echar de menos hondura humanística, pero queda abierto un nuevo sendero interpretativo que será seguido por los cuartetos Hagen y Danel. (9)



3. Cuarteto Borodin (Melodiya, 1981). Como era de esperar, los del Borodin ofrecen una verdadera referencia interpretativa al capturar mejor que nadie e integrar con absoluta coherencia todas las facetas de esta música, haciendo gala de una inspiración altísima para ofrecer faltaría más lo irónico y lo incisivo, lo atmosférico y lo siniestro, así como una buena dosis de descargas eléctricas, como también la cantabilidad, la reflexión y la hondura, sin que ello suponga bajar la guardia. Una pena que la toma no sea la mejor posible. (10)



4. Cuarteto Hagen (DG, 1994). Los Hagen se atreven a ofrecer el planteamiento más radicalmente moderno para esta página. No hay que forzar nada: música pura, ajena a cualquier suerte de programa o de sentimientos más o menos personales, interpretada de manera por completo objetiva, pero no por ello insulsa o escasa de fuerza expresiva: más bien todo lo contrario. Como ocurre con la mejor pintura abstracta, el impacto de la pura forma es más intenso cuando esta está modelada con una mezcla de mano maestra, valentía y convicción, y eso es justo lo que hacen cuatro músicos prodigiosos que tocan con un sonido increíblemente firme y homogéneo, limpieza extrema, increíble capacidad para regular las dinámicas y, a la postre, un virtuosismo superior al de cualquiera de los otros cuartetos aquí enumerados. El resultado podrá ser discutible por su falta de humanismo y sensualidad, pero es a todas luces fascinante. (10)



5. Cuarteto Emerson (DG, 1994). La sonoridad sollozante de los violines en el arranque nos hace temer lo peor. Por fortuna, los artistas se van centrando y, con unos tempi mucho menos lentos que los del Borodin y una sonoridad menos áspera, buscan extremar los contrastes entre los movimientos humorísticos, interpretados con ironía inquietante más que con sarcasmo, y aquellos impregnados de fuerza dramática, particularmente un tercero potentísimo. El resultado es fantasmagórico antes que nihilista; interesa bastante, pero no es menos cierto que tanta carga en los contrastes no deja de desprender cierta sensación de artificiosidad. (8)



6. Cuarteto Jerusalem (Harmonia Mundi, 2006). El Jerusalem se acerca un poco al planteamiento del Hagen con una perfecta mezcla entre belleza sonora, cantabilidad, concentración y tensión dramática, aunque quizá aportando, frente al carácter eminentemente abstracto de sus compañeros, algo más de carácter expresionista –tremendo el cuarto movimiento, de humor inquietante –quinto o de lirismo elegíaco –sexto. Siempre guardando las distancias, eso sí, y dejando que la música fluya con la máxima naturalidad posible. Toma excepcional. (9)



7. Cuarteto Jerusalem (YouTube, 2013). Desconciertan un poco los portamentos con los que arranca el primer violín, pero en seguida el grupo se centra y ofrece, esta vez en vivo, una recreación intensa y marcada por las aristas, pero sin necesidad de forzar las cosas, con voluntad de que la ambigüedad y los interrogantes se antepongan al pesimismo existencial. Interesantísimo. (9)



8. Cuarteto Borodin (Decca, 2016). Los integrantes del “nuevo Borodin” tienen poco que ver con los del antiguo, pero se diría que mantienen la evolución que aquel fue realizando entre los años ochenta y noventa: menos tensiones y asperezas expresionistas, mayor atmósfera y atención a la belleza sonora. Por eso mismo esta nueva interpretación no resulta tan hiriente como la otra ni posee su misma inmediatez, pero puede resultar más sugerente. Diríase que no mira tanto al pasado de las “sinfonías de guerra como al futuro de sus últimas sinfonías y música de cámara, es decir, hacia la esencialidad y el nihilismo de quien sabe que ya no hay rebeldía posible. Quizá lo hagan también, por qué no, al Winterreise schubertiano. (9)



9. Quatuor Danel (Accentus, 2022). Ni atmósfera siniestra, ni lirismo doliente. Tampoco hay ironía. El Cuarteto Danel, en esta técnicamente soberbia toma en vivo realizada en Leipzig, ofrece una recreación tan abstracta como seca y angulosa; música y solo música, sin necesidad de ver aquí confesiones más o menos políticas, más o menos personales, pero marcando al máximo las tensiones para poner de relieve la fuerza plástica de la escritura shostakoviana. El único reparo es que el Hagen ya hizo lo mismo, y con resultados aún más excepcionales. (9)

miércoles, 25 de junio de 2025

Daphnis et Chloé de Ravel, ballet completo: discografía comparada

ACTUALIZACIÓN 25.VI.2025

Añado los registros de Levine/Boston y Pappano. He vuelto a escuchar la de Dutoit, que ahora me ha gustado algo más que antes.


ACTUALIZACIÓN 22.X.2024

La entrada original corresponde al 18 de agosto de 2022. Añado ahora comentarios sobre las interpretaciones de Nagano, Gielen, Chung, Haitink/RCM, Gimeno, Gergiev/Múnich, Saraste y Mena/Berlín. He vuelto a escuchar la de Martinon.

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Estrenado bajo la dirección de Pierre Monteux en 1912, el ballet Daphnis et Chloé permanece no solo como la obra maestra de Maurice Ravel, sino también como una de las más hermosas creaciones sinfónicas de todos los tiempos. Desdichadamente, la necesidad de contar con un coro –hay quienes hacen la obra completa sin él, lo que me parece muy desafortunado– ha conducido a que las suites orquestales se escuchen y graben muchísimo más que la versión original, que es la que nos ocupa en la siguiente discografía comparada. Eso sí, no se pierdan la toma radiofónica de las dos referidas suites a cargo de Celibidache y la Filarmónica de Múnich: es aún mejor que las versiones que aquí se llevan el diez.

 

 

1. Munch/Sinfónica de Boston (RCA, 1955). Con estéreo asombroso para la época nos llega una interpretación ante todo teatral, contrastada y vivaz, muy narrativa y de excelente pulso, de notable sentido del color y buena prestación de la orquesta norteamericana –hay más de una pifia evidente en los metales–, con la que el maestro realiza una admirable radiografía sonora de la partitura. Ahora bien, se le puede pedir un poco más de misterio y sensualidad en determinados pasajes, como también de intensidad en los clímax amorosos. El New England Conservatory Choir no es gran cosa. (8)

 


2. Monteux/Sinfónica de Londres (Decca, 1959). Lo que singulariza a esta extravertida y luminosa –más que brumosa– versión es su vitalidad y su desarrolladísimo sentido teatral y narrativo. ¿Fue así el estreno? En todo caso, la lectura podría ser algo más pausada, detenerse más en las texturas y ofrecer un fraseo de mayor calidez y sensualidad. (8)

 


3. Bernstein/Filarmónica de Nueva York (CBS, 1961). El joven Bernstein ofrece la interpretación que de él podíamos esperar: rápida en los tempi, eminentemente descriptiva, animada de principio a fin, contrastada y muy vistosa en lo sonoro, comunicativa a más no poder y por momentos muy fogosa. Pero también, como estaba igualmente previsto, muy ajena al estilo, excesivamente temperamental, en algún momento dicha de pasada y tosca en más de una ocasión, aparte de no muy bien tocada por una orquesta que aún tendría que mejorar. Tampoco se encuentra dicha con especial sutileza por el Schola Cantorum Choir. (7)



4. Cluytens/Sociedad de Conciertos del Conservatorio (EMI, 1962). Una toma cuyas insuficiencias ni siquiera ha logrado solucionar el rescate en alta resolución va en contra de una realización de gran altura cuyas principales bazas son la sonoridad “puramente francesa” de la orquesta y la sintonía de la batuta con las tradiciones interpretativas de este repertorio, ofreciendo una recreación sensual y refinada a la que le falta un último grado de variedad expresiva, de sentido teatral y de acentos dramáticos. (8)

 


5. Ansermet/Orquesta de la Suisse Romande (Decca, 1965).
A unos meses de cumplir los ochenta y dos añitos, el maestro suizo registra –con excelente toma– una interpretación ideal en el estilo y de enorme vuelo poético en la que consigue la verdadera cuadratura del círculo: que la sonoridad sea todo lo brumosa, sensual y difuminada que exige la ortodoxia impresionista y que, al mismo tiempo, se escuche todo. Absolutamente todo: la secuencia del amanecer, solo superada por Celibidache con la Filarmónica de Múnich, resulta literalmente un milagro. El fraseo es muy curvilíneo, flexible y holgado, la música está recreada sin prisa alguna –predomina el misterio frente a la teatralidad– y la orquesta suena con unas maderas “a la antigua”, de plena tradición francesa, que resulta de lo más adecuada. Solo falta un poco más de nervio y de carácter visionario en la danza final para conseguir la interpretación perfecta. (9)

 


6. Martinon/Orquesta de París (EMI, 1974). La perfección en el estilo identifica esta interpretación: alcanza el punto justo de equilibrio entre evanescencia, sensualidad y sentido de lo narrativo, se encuentra dicha con elegancia “clásica” de la mejor ley, despliega un colorido pastel de suaves difuminados y sabe ser altamente poética sin caer en el hedonismo. Algo menos de escándalo en los tutti, un punto adicional de magia poética y una danza final más intensa –le falta fuego orgiástico– hubieran elevado esta dirección a la categoría de lo excepcional. La orquesta, por su parte, hace gala de la sonoridad ideal, pero se queda un poco corta en virtuosismo y presenta diferentes limitaciones –las trompetas meten la pata en algún momento–. La toma de sonido –en su momento cuadrafónica–presentas problemas de origen, pero ha mejorado –mayor relieve y limpieza– en el último rescate a 94/24. (8)

 

 

7. Maazel/Orquesta de Cleveland (Decca, 1974). El maestro norteamericano hace gala de su proverbial técnica de batuta desplegando sentido del color, claridad y brillantez, pero lo cierto es que solo a ratos termina de conectar con la poesía que desprenden los pentagramas. No solo eso: hay pasajes de fraseo en erróneamente enfático, otros se encuentran dichos más bien de pasada y se detecta excesiva contundencia en los clímax. Tanto capricho y exhibicionismo de dudoso gusto terminan lastrando los resultados de una lectura que podría haber sido muy notable, en buena medida por la respuesta de la Orquesta de Cleveland y de su coro. (7)

 


8. Ozawa/Sinfónica de Boston (DG, 1974). El maestro oriental posee a manos llenas ese refinamiento, esa delicadeza, ese sentido del color pastel, ese fraseo curvilíneo y esa sensualidad características de Ravel. pero tales virtudes están aquí presentes de manera irregular: hay momentos que Ozawa paladea con enorme concentración y otros lastrados por un exceso de nervio en los que, extrañamente, incurre en el escándalo gratuito de cara a la galería. Tampoco la magia sonora y la elevación poética se hacen presente todo lo que debería. Asimismo, hay que apuntar que las texturas no están trabajadas con toda la claridad de análisis deseable, aunque aquí parte de la culpa puede radicar en el equipo de grabación, más atento a la sonoridad global que al detalle. Y eso que la toma no es en absoluto mala: tiene presencia, posee unos agudos formidables y hace gala de una gama dinámica impresionante. Formidable el Tanglewood Festival Chorus. (8)

 


9. Boulez/Filarmónica de Nueva York (Sony, 1975). Fiel a su conocido modus operandi, el maestro francés se aleja todo lo posible de brumas, sensualidades y voluptuosidades expresionistas. Pero no por ello incurre en la frialdad que, no sin cierta justificación, muchas veces se le atribuye. Antes al contrario, esta es una lectura vitalista y teatral, rápida en los tempi –sin caer en el nerviosismo–, incisiva en la tímbrica y, eso por descontado, soberbiamente planificada. Faltan magia sonora y perfume poético, pero eso no parecen ser los aspectos que más interesan a Boulez. (8)

 


10. Dutoit/Sinfónica de Montreal (Decca, 1980).
Esta grabación posee un comprensible prestigio: el idioma resulta irreprochable, la elegancia digna de toda admiración, el colorido riquísimo, la sensualidad decadente la justa; el equilibrio entre lo narrativo y lo contemplativo, sencillamente perfecto, sin escorarse –como hacen tantos maestros– hacia ninguno de los dos extremos. Magnífico el coro de la propia orquesta, al igual que la ya espléndida formación canadiense. Dicho esto, la batuta no se muestra todo lo concentrada que debiera –sin llegar a ser nerviosa–, lo que se traduce en una cierta falta de magia sonora: compárese con lo que hace Sergiu Celibidache con el tercio final de esta música –la Suite nº 2, que grabó con coro incluido– para descubrir la diferencia entre lo magnífico y lo sublime.  (9)

 


11. Previn/Sinfónica de Londres (EMI, 1981). La plenitud del estilo impresionista en una lectura mucho antes contemplativa que narrativa: cálida y sensual a más no poder, exquisita en el color, refinadísima en las texturas, sonada con levedad bien entendida y paladeada con exquisito gusto. Solo le falta para ser perfecta la magia poética de un Celibidache –inalcanzable por ningún otro director– y –como a otros grandes maestros– un poco más de tensión y carácter visionario en la danza final. Muy bien el coro de la orquesta. La grabación, siendo buena, dista de estar a la altura de las mejores de la época. (9)


12. Abbado/Sinfónica de Londres (DG, 1988). Un arranque verdaderamente mágico por su mezcla de levedad, concentración y vuelo poético nos pone sobre aviso de la sensacional técnica de un Abbado dispuesto a realizar verdaderas filigranas con la partitura. Cierto es que no disimula la tendencia que ya entonces evidenciaba hacia la búsqueda de los máximos contrastes sonoros, a perderse en preciosismos o a enfatizar en exceso determinados clímax, pero lo cierto es que son tan grandes la frescura de su acercamiento, su sentido de la narración, la riqueza de colores y texturas, la animación de su batuta y el refinamiento con que trata a las masas orquestales y corales –excelente el LSO Chorus–, que el milanés termina ganando la partida. Una pena que la toma deje que desear, si bien es cierto que recoge toda la tremenda amplitud dinámica en que se recrea Abbado. (9)  


13. Haitink/Sinfónica de Boston (Philips, 1989). Admirablemente cultivada en la sensibilidad hacia lo francés por Munch y Ozawa, la dúctil, sensual y refinada Boston Symphony –menos brillante y más europea que el resto de las formaciones estadounidenses– se muestra como el instrumento ideal para esta partitura bajo la batuta atentísima de un Bernard Haitink que la trata con extrema depuración sonora, levedad en su punto justo y una asombrosa plasticidad a la hora de trabajar timbres y texturas. No solo eso: mucho más inspirado que sus dos predecesores, por estar más atento al misterio, a la sensualidad y a la atmósfera que destilan los pentagramas, el holandés desgrana una interpretación de exquisito gusto en la que la sugerencia se pone por delante de lo narrativo y, siempre desde una óptica eminentemente apolínea, se destila una poesía de altísimo vuelo. El Tanglewood Festival Chorus vuelve a estar formidable. Una toma de lujo convierte a esta grabación de una de las más recomendables. (10)

 

14. Nagano/Sinfónica de Londres (Erato, 1992). Aun sin ofrecer una mirada personal, creativa o reveladora, Nagano nos entrega una de las más redondas versiones que existen del ballet. ¿La clave? Son dos. La primera, un perfecto equilibrio entre todos los componentes de la partitura: lo narrativo, lo coreográfico, lo evanescente, lo poético, lo refinado… Todo en su punto justo, sin pasarse o quedarse corto ni un milímetro, llegando así a la síntesis perfecta entre las interpretaciones más o menos dinámicas de un Monteux o un Ansermet y las –llamémoslas así– estáticas de un Previn o un Haitink. La segunda es, sencillamente, la mezcla de virtuosismo e intensidad que aportan tanto la batuta como la orquesta, así como un London Symphony Chorus en estado de gracia: hay pianísimos de no dar crédito. La toma sonora, realizada en Abbey Road, es de considerable calidad y ofrece una de las más amplias gamas dinámicas que yo jamás haya percibido en disco compacto. (9)



15. Boulez/Filarmónica de Berlín (DG, 1994). Planificando con asombrosa minuciosidad y transparencia en grado superlativo, el maestro francés insiste en su visión rápida –más de la cuenta en algún momento– y muy animada, poco brumosa, antes cercana al neoclasicismo que al impresionismo. La orquesta, obviamente, es muy superior a la Filarmónica de Nueva York, mientras que el Coro de la Radio de Berlín realiza un impresionante trabajo. La toma, realizada en la Jesus-Christus-Kirche, es de muy notable calidad, especialmente por su amplia gama dinámica y el buen equilibrio con el coro. (8)

 


16. Chailly/Orquesta del Concertgebouw (Decca, 1995). En los años en los que alcanzó la cima de su inspiración –al salir de Ámsterdam empezó a desvariar–, el maestro milanés ofreció la que a día de hoy sigue siendo versión perfecta, dotada de una claridad extrema, una ejecución impecable, un desarrollado sentido del color, una emoción a flor de piel y el punto justo de “neblina” impresionista. No hace falta decir más. La gama dinámica de la grabación es espectacular. (10)


17. Gielen/Sinfónica de la SWR (Hännsler, 1997). Singular y renovadora propuesta la de Michael Gielen: dejar un poco de lado la sensualidad y potenciar todo lo posible, esto es, sin llegar a perder el sentido de la elegancia y de la belleza imprescindibles en Ravel, la incisividad, la aspereza y la tensión que también existen en esta música. Pero ojo, porque no se trata de una vuelta al dinamismo descriptivo de un Munch o un Monteux. Esto es otra cosa. ¿Acaso el maestro mira a su querida Segunda Escuela de Viena? Suena a tópico, pero eso es justo lo que parece. Por eso mismo, y porque la idea está realizara con una espléndida arquitectura –tensión no significa nerviosismo– y muchísima claridad, este registro debe ser escuchado por quienes deseen profundizar en la partitura. Formidable la labor tanto de la orquesta como del EuropaChorAkademie, estupendamente recogidos por los ingenieros de sonido. (9)


18. Chung/Filarmónica de la Radio de Francia (DG, 2004). Como era de esperar conociendo las maneras del maestro coreano, a Myung-Whun Chung se le va la mano en lo que a ligereza, hedonismo y vaporosidad se refiere. Es cierto que su batuta ofrece un refinamiento extremo y es capaz de desplegar una belleza tan mágica como seductora, lo que significa que hay momentos –el amanecer– francamente logrados, pero globalmente la interpretación pincha por su sonoridad en exceso aérea, pulida y evanescente –todo suena entre gasas, lo que también tiene que ver con la grabación–, así como por un fraseo que se queda en lo contemplativo en los momentos más delicados para irse al otro extremo, al del nerviosismo e incluso cierto carácter saltarín, cuando se trata de dibujar las escenas de acción. En cualquier caso, hay demasiada belleza en este registro como para ignorarlo por completo. Muy bien la orquesta y el coro. (8)



19. Haitink/Sinfónica de Chicago (CSO, 2007). El holandés vuelve a realizar un espléndido acercamiento a la partitura, esta vez con menos brumas y mayor dinamismo, pero también evidenciando una concentración bastante menor (pasamos de 57’46’’ a 53’18’’), particularmente en los diez primeros minutos, y sin destilar la magia poética de antaño. Sea como fuere, el tratamiento de la orquesta no es menor depurado que entonces y las fuerzas de Chicago no son precisamente menos admirables que las espléndidas de Boston. La toma sonora, en vivo, ofrece graves más imponentes, pero no alcanza el equilibrio de la anterior. (8)



20. Levine/Sinfónica de Boston (BSO, 2007). Magnífica toma en vivo procedente del Festival de Tanglewood en la que ese director enormemente irregular y muy sobrevalorado llamado James Levine nos muestra las dos caras de la moneda. Los momentos más líricos del ballet están francamente bien interpretados, sin especial poesía pero expuestos con pulso bien sostenido, ausencia de blanduras, desarrollado sentido del color -ideal la sonoridad de la orquesta- y un alto instinto teatral gran atención a las onomatopeyas que denotan a un director de ópera. Aquellos más dramáticos o que, simplemente, demandan elevados decibelios son un verdadero horror, una apoteosis de la brocha gorda, el mal gusto y el efectismo. Sublime el coro, obviamente el del propio festival. (6)
 


20. Gergiev/Sinfónica de Londres (LSO, 2009). Sorprende el habitualmente mediocre maestro ruso con una dirección enormemente voluntariosa, paladeada sin prisas –cuidando de no perder el pulso–, expuesta con admirable sensibilidad para el color y las texturas, muy atenta a las brumas, a la sensualidad y al misterio –notable Amanecer–, más contemplativa que teatral, y desde luego muy bien tocada por una LSO que ya tenía una excelente trayectoria discográfica con esta partitura. ¿El problema? En no pocos de los clímax Gergiev hace gala de su proverbial efectismo, vulgaridad y mal gusto. Irreprochable sonido en SACD multicanal. (7)

 

21. Nézet-Séguin/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2012). Aunque cuando se realizó esta filmación era aún joven –treinta y siete años–, Yannick no ofrece una interpretación particularmente dinámica o narrativa. El entusiasmo está ahí, ciertamente –incluso sobra un poco de nerviosismo en la Danza guerrera–, pero su visión no se recrea tanto en los aspectos pictóricos de la página como en los más estáticos, léase abstractos, aquellos en los que el compositor se muestra particularmente visionario explorando las posibilidades expresivas de la música al margen de los "sentimientos". En este sentido, el maestro canadiense demuestra un perfecto dominio de colores y texturas, sabe ser sensual sin necesidad de excederse con las brumas y acierta con el grado de elegancia y depuración sonora aquí imprescindibles. Está de más, eso sí, algunos detalles decadentistas que pueden sonar anticuados, y se echa en falta un discurso dotado de mayor continuidad. Tampoco estaría mal algo más de claridad en el clímax del Amanecer, aunque aquí hay que advertir que la toma de la Digital Concert Hall no parece recurrir a los trucos de algunas grabaciones "de estudio". En cualquier caso, las limitaciones de esta interpretación las compensan sobradamente los solos llenos de musicalidad de los profesores de la orquesta y, sobre todo, la increíble participación del Coro de la Radio de Berlín bajo la dirección de Michael Gläser. (9)

 

22. Rattle/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2016). Adoptando unos tempi más bien rapiditos y haciendo gala de una gran capacidad para hacer que la opulenta Filarmónica de Berlín suene con la transparencia y la ligereza apropiadas, Sir Simon construye una interpretación ágil, fluida y de un muy elevado sentido teatral, antes narrativa (¡maravillosamente narrativa!) que atmosférica o extática, y por ella no muy atenta a las brumas impresionistas y sin toda la inspiración poética posible. En cualquier caso, el trazo es refinado, el trabajo con las texturas irreprochable y la comunicatividad muy elevada. Formidable el trabajo del Rundfunkchor Berlin, esta vez bajo la dirección de Gijs Leenaars. (9)

 


23. Roth/Les Siècles (Harmonia Mundi, 2016). ¿A qué viene un Daphnis “históricamente informado” cuando tenemos una grabación de espléndido sonido bajo la dirección de quien empuñó la batuta en el estreno? Vale, de acuerdo: los instrumentos eran distintos. Y hay que reconocer que su sonoridad resulta fascinante, más por ofrecer algo distinto a lo que estamos acostumbrados que por resultar preferibles, cosa que no tengo nada clara. Sensacional el coro. En cuanto a la dirección, es el trabajo que hasta ahora más ha gustado del muy sobrevalorado François-Xavier Roth: hay control y refinamiento dentro de una línea marcadamente impresionista que opta por lo aéreo antes que por lo denso. Lejos, en cualquier caso, de la poesía que obtienen los grandes directores de la página. Y sobra más de un detalle decadente.  Soberbia la toma. (8)

 

24. Haitink/RCM Symphony Orchestra (YouTube, 2016). Volviendo a los tempi lentos de su grabación en Boston (58' exactos), un Haitink de nada menos que ochenta y siete años ofrece una lección magistral de disección orquestal: comparen ustedes con cualquiera de las tres filmaciones con la Filarmónica de Berlín aquí comentadas, Nézet-Séguin, Rattle y Mena, para comprobar que aquí se escuchan más cosas. En lo conceptual, el maestro holandés también retorna a la interpretación brumosa de Boston, estática pero llena de fuerza, de elegancia en absoluto indolente y muy sabia a la hora de no confundir refinamiento con ligereza. Se podrán preferir enfoques de mayor vivacidad y más ricos en lo conceptual, pero en su línea los resultados son formidables. En cuanto a la calidad de los conjuntos juveniles del Royal College of Music, ¡qué nivel, Maribel! La calidad de imagen es soberbia, mientras que la toma ofrece una amplia gama dinámica, pero en lo que sí hay compresión es en el número de bits: hay una distorsión en el fondo de la pista de sonido que puede resultar molesta. (9)


25. Gimeno/Filarmónica de Luxemburgo (Pentatone, 2017). El maestro valenciano se mueve como pez en el agua desplegando lo que más le gusta, levedad sonora, sensualidad y una elegancia indolente que le sientan de maravilla a esta partitura. Siempre y cuando no se pasen de la raya, claro está: a veces Gimeno lo hace a la hora de sonar aéreo o dulce. En la Danza guerrera se pasa al extremo opuesto: una cosa es reflejarla brutalidad de los malos de la función y otra distinta es hacer el bruto. En cualquier caso, su afinidad con la partitura es grande, y su dominio técnico queda fuera de cuestión. Lástima que la toma, de gran riqueza en los graves, resulta algo turbia y empaña la claridad de su batuta. (8)


26. Gergiev/Filarmónica de Múnich (Medici TV, 2020). Sorprendente opción la de los bávaros: orquesta sobre el escenario de la Philharmonie de Gasteiz, pero gran espacio delante para desarrollar una versión escénica a cargo del ballet del Mariinski en coreografía de Vladimir Varnava. Esta prescinde por completo de la dramaturgia original y propone un punto de partida interesante, pero a pesar de algunos momentos atractivos resulta globalmente ininteligible y aburrida, cuando no ridícula (¡esos espasmos en el primer clímax orquestal!). Molesta más que aporta, aunque al menos distrae de la poco estimulante dirección de Gerviev: aunque el ruso acierta en el tratamiento mórbido de los conjuntos a su disposición –excelentes– y en la dosis de dinamismo, a la postre su escasa sensibilidad poética, su vulgaridad y hasta su mal gusto quedan en evidencia. No recomendable. (6)


27. Saraste/Sinfónica de la WDR (YouTube, 2022). En lugar de apostar por esa mezcla de brumas, estatismo y objetividad “no romántica” por la que han apostado buena parte de los maestros de las últimas décadas, Saraste parece volver la mirada hacia el nervio, la vitalidad y el sentido eminentemente narrativo de las grabaciones de los Monteux, Munch y Ansermet, solo que sustituyendo la sonoridad netamente francesa de aquellos por otra considerablemente más angulosa, incisiva y contrastada. Lo hace con bastante fortuna, aportando muy bien pulso –hay alguna precipitación– y una apreciable técnica para tratar las texturas, pero su arriesgada y en buena medida reveladora opción tiene como precio llevarse por delante parte de la magia poética de la partitura. La orquesta se beneficia de la soberbia acústica de la Philharmonie de Colonia –lástima que la transmisión adolezca de una corta gama dinámica–, mientras que el coro convence bastante menos: le faltan sutileza y morbidez. (8)


28. Mena. Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2024). Tercera filmación del ballet completo a cargo de los Berliner Philharmoniker. Como Nézet-Séguin y Rattle, el maestro Juanjo Mena ofrece una dirección no excepcional pero sí muy notable, aunque no cercana tanto a la frescura y la inmediatez del británico como a la visión más bien cálida y sensual del canadiense; compartiendo con este último la relativa lentitud de los tempi, no le alcanza en vuelo poético, pero tampoco cae en sus relativas meteduras de pata. Ofrece también mayor continuidad del discurso, que en ocasiones puede resultar algo corto en intensidad y variedad expresiva. En cualquier caso, lo que marca la calidad vuelve a ser la gloriosa intervención de la formidable orquesta –alguna metedura de pata hay– y del glorioso Coro de la Radio de Berlín. Mención especial merece Emmanuel Pahud, que nos entrega una Pantomina de antología. Su éxito en los aplausos es abrumador. Imagen 4K, pero la toma se queda corta en gama dinámica. (8)


29. Pappano/Sinfónica de Londres (LSO, 2024). Desde los tiempos de Monteaux, la London Symphony parece tenerle un apego especial a este ballet a la hora de llevarlo al disco. En este caso dirige su actual titular, un maestro siempre eficaz que suele atender más a la globalidad que al detalle, al vigor que a las sutilezas tímbricas, al sentido teatral que a la magia poética. Y claro, en una página como Daphnis esto plantea ciertas limitaciones: la interpretación se encuentra irreprochablemente planificada, se mueve con naturalidad y buen pulso, posee estilo y alcanza momentos muy vistosos la danza guerrera suena particularmente brutal, pero la sensualidad y la efusividad lírica no acaban de brotar. Dicho esto, hay que conocer este registro por dos circunstancias: la absolutamente incomparable labor del coro Tenebrae y una toma sensacional que sobresale por su amplísima gama dinámica. (8)

martes, 24 de junio de 2025

Temporada 2025/26 del Villamarta: pesimismo total

Ha sido anunciarse tardísimo, por cierto la nueva temporada del Villamarta (descarga aquí) y venirme abajo. Dirán ustedes que soy un exagerado, pero así es. Estoy triste y me siento profundamente pesimista con respecto al futuro del teatro de mi ciudad. Sé que no van a volver esos tiempos de esplendor, hace ahora más o menos un cuarto de siglo, en los que el consistorio se entrampaba hasta las cejas y se nos ofrecía una programación de música clásica muy por encima de lo habitual para una ciudad de 200.000 habitantes. Nos (mal)acostumbramos a ver cómo desfilaban Menuhin, Rozhdestvensky, la Pires con la English Chamber, Ashkenazy, Koopman, Pinnock, el Melos, el Tokio, el Borodin, Bowman, Kirkby... Todo ello mientras se ofrecían espectáculos de ópera y zarzuela de nivel medio digno, a veces menos que eso, pero que al menos tenían el valor de poner en contacto al público con el gran repertorio de la lírica.

Eso no volverá, porque vivíamos por encima de nuestras posibilidades. Pero una cosa es ajustarnos y otra muy distintas encontrarnos lo que se ha presentado hoy, una temporada hecha con poquísimo dinero y con criterios bastante discutibles a la hora de seleccionar. Lo primero es cosa del ayuntamiento, lo segundo de quien ahora cumple su segundo año como director, Carlos Granado de Dueñas, que me parece que no está acertando. Intentaré ir rápido pero con orden, limitándome a la música clásica. Lo demás prefiero no comentarlo.

Dos títulos de lírica escenificada. Uno es el Don Giovanni de Mozart. ¿Otra vez el burlador de Sevilla, que por cierto también vuelve al Maestranza, cuando por estos lares sigue sin verse una obra mozartiana aún superior llamada Così fan tutte? Claro que, puestos a echar de menos, tampoco estaría mal que se vieran títulos como Puritani, Ballo, Fidelio, Werther, Fanciulla... La única explicación que encuentro es ideológica: Granados ha querido traer esta producción que, pese a sus malas críticas, se enmarca presuntamente dentro del revisionismo feminista de la era del me too. Tomará la batuta la directora local Elena Salvatierra, que hace pocos meses se pegó el gran batacazo con el Réquiem del mismo autor. ¿Tan sordo está el director del teatro como para no reconocer que aquello fue mediocre y que no se puede traer a esta señora para hacer otro Mozart? Pues sí, lo está. El elenco no despierta tampoco muchas ilusiones.

El otro título es Don Gil de Alcalá, de Manuel Penella, en la producción de Emilio Sagi. Pues vale: a mí este repertorio no me interesa lo más mínimo, pero este título en concreto puede estar bien. Sagi es un valor seguro. 

Luego hay dos óperas de formato reducido. I tre gobbi de Manuel García podrá interesar en Sevilla, pero aquí en Jerez no sé muy bien lo que hace, salvo cubrir un hueco gastando poco. Y luego hay un "teatro musical de cámara" titulado Maria Estuardo. No, no se hagan ilusiones: es de un tal Martin Hennesy. Puestos a hacer cosas con presupuesto reducido, se podía haber optado por esa maravilla llamada The Turn of the Screw, de Britten. En fin... Por lo demás, se recupera el espectáculo de Sabina Puértolas y Enrique Viana que se sustituyó este año por otro del mismo showman y se añade, menos mal, un recital con orquesta de Ismael Jordi y Leonor Bonilla. ¿Por cierto, por qué no le han dado al tenor jerezano un título de ópera? Misterios sin resolver.

El programa Andalucía Sinfónica de la Junta de Andalucía se reduce: no vienen Sevilla ni Granada. La Filarmónica de Málaga traerá un programa chunguísimo con partituras de Chapí, Cebrián y Alonso. La Orquesta de Córdoba presenta uno mucho más interesante con Haydn, Mozart y Brahms, pero no sé cómo dirigirá Christian Vasquez. La Joven Orquesta de Andalucía se enfrenta a un programa iberoamericano al que no le veo la gracia; sí la tiene escuchar entremedias el Concierto para violonchelo nº 1 de Shostakovich, aunque sea a artistas desconocidos. El espectáculo del Coro del Villamarta y la Orquesta del Conservatorio de Jerez dudo que esté a la altura.

Me queda por enumerar lo que a un servidor más le atrae: un espectáculo de Rami Alqhai y Javier Núñez, el bandoneón de Claudio Constantini y el piano de Ramón Grau. Se acabó. ¿Comprenden por qué estoy triste? Lo peor es que no veo ninguna solución.

lunes, 23 de junio de 2025

La mer, de Debussy: discografía comparada (actualizada)

Esta entrada se publicó por primera vez el 14 de agosto de 2012. Conoció ampliaciones en agosto de 2020 y junio de 2021. Ahora he corregido numerosos errores en el texto, he ampliado la nómina de grabaciones hasta la cifra de ochenta y he cambiado algunas carátulas. Asimismo, he vuelto a escuchar algunos de los registros y he modificado parcialmente los respectivos comentarios.

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Escrita en 1905 y estrenada por la Orquesta Lamoureux en octubre de ese mismo año, La mer supuso un verdadero hito en la historia de la música, no ya por sus extraordinarias aportaciones en lo que a orquestación se refiere, sino también por su manera de romper la jerarquía de valores señalando la mayor importancia del color sobre la melodía, por el modo de fragmentar esta última en multitud de pinceladas (de ahí que se haya hablado de impresionismo musical) y por la negación de la direccionalidad del discurso.

En cualquier caso, todo ello queda relegado por la increíble potencia comunicativa de la obra, independientemente de que la interpretación de turno opte por una línea digamos ortodoxa que potencie los aspectos sensuales y brumosos de la escritura, o reivindique por el contrario los rasgos más incisivos, digamos que expresionistas, de una música en la que en cada audición se escuchan cosas nuevas. Ni que decir tiene que la pluralidad de enfoques es imprescindible para descubrirla en toda su riqueza: esperamos que los siguientes apuntes sirvan para orientar al lector en el laberinto discográfico. La comparativa que se ofrece en el blog Ipromesisposi también puede ayudar.

La partitura, subtitulada por el propio Debussy como “tres bocetos sinfónicos”, consta de los siguientes movimientos:

  1. De l'aube à midi sur La mer (Desde el amanecer hasta el mediodía en el mar), Très lent.
  2. Jeux de vagues (Juegos de olas), Allegro.
  3. Dialogue du vent et de La mer (Diálogo del viento y el mar), Animé et tumultueux.



1. Koussevitzky/Sinfónica de Boston (Pristine, 1938). Aunque la ecualización ha sido considerable, no podemos negar los buenos resultados de la intervención realizada por Pristine sobre este testimonio que nos revela a un director que trabaja a la formación de la que es titular con una plasticidad asombrosa y un no menos portentoso dominio de las dinámicas, pero sobre todo a un maestro bien decidido a jugar con la agógica para extremar los tempi –la fascinante lentitud del arranque en pocos minutos se transforma en una considerable velocidad– y crear muy amplios arcos de tensión a los que, eso sí, les sobran premura en sus momentos más intensos y les falta concentración en ciertos pasajes por los que pasa un tanto de largo. En cualquier caso, hay tanta vida, tanto color y tan elevada intensidad, tantas ganas de comunicar, y tan excelente tratamiento de la ya espléndida orquesta, que el maestro de origen ruso nos seduce, nos atrapa y nos convence. (8)

 


2. Toscanini/Sinfónica de la NBC (RCA, 1950). No hay brumas con el ya por entonces octogenario maestro italiano. Tampoco sensualidad contemplativa. De hecho, no se puede decir que sea la suya –hablamos de su penúltimo registro, tiene otros en diversos sellos– una versión muy francesa. Pero pocas pueden competir con ella en incisividad, tensión dramática y carácter tempestuoso, particularmente en una tormenta que pocas veces ha sonado tan encrespada. La arquitectura está trazada con enorme solidez, sin precipitaciones ni excesivo nerviosismo, y la claridad es siempre proverbial si salvamos las comprensibles limitaciones de la toma sonora. Solo hay que reprochar la falta de refinamiento de algunas frases y la fealdad tímbrica de la orquesta norteamericana, poco adecuada para esta música. (9)



3. Karajan/Orquesta Philharmonia (EMI, 1953). Seriamente constreñida por la toma sonora monoaural, y por ende en clara desventaja frente a los posteriores registros del salzburgués, el interés de esta interpretación se limita a constatar que ya antes de su etapa al frente de la Filarmónica de Berlín, también en este repertorio Karajan era capaz de modelar el sonido con una asombrosa plasticidad y de otorgarle una enorme brillantez sin caer en la vulgaridad o perder de vista el estilo. En cualquier caso, sus grabaciones ya estereofónicas ofrecerán también una mayor depuración sonora, voluptuosidad e inspiración, como también ciertos devaneos narcisistas aquí ausentes. (7)



4. Toscanini/Sinfónica de la NBC (Guild, 1953). La angulosa, incisiva y vibrante interpretación –magnífico el tercer movimiento, mucho menos los otros dos– incluida en este concierto dedicado íntegramente a Debussy aporta poco con respecto a la suya propia de estudio tres años anterior. De hecho, cosas del directo, está menos bien resuelta en algunos pasajes. Lo que interesan son los ensayos de La mer que completan el doble compacto: hora y media de un Toscanini con las ideas musicales muy claras y un humor de perros destrozando la autoestima de los miembros de su orquesta. Pura leyenda. Leyenda negra y verdadera, habría que añadir. (8)



5. Cantelli/Orquesta Philharmonia (EMI-Testament, 1954). Sólo un año después de la grabación con Karajan, la Philharmonia vuelve a la obra con una toma sonora también monofónica pero bastante superior en relieve y presencia sonora. Y lo hace dirigida por un joven director –fallecería poco más tarde en un accidente aéreo– que ofrece una visión muy distinta de la partitura, menos perfecta en lo técnico, menos concentrada –particularmente en el segundo movimiento, demasiado rápido–, no tan brillante, pero también más espontánea, trazada con mayor naturalidad, más cálida y más comunicativa. Tampoco encontramos con Guido Cantelli el nervio y la incisividad de su maestro Toscanini, y sí una buena dosis de luminosidad mediterránea. (8)



6. Inghelbrecht/Orquesta Nacional de la ORTF (Testament, 1954). Impagable testimonio de un director que, al frente de la orquesta que él mismo había fundado veinte años atrás, pudo tener la ocasión de defender la obra debussyana con la presencia y respaldo del propio compositor. Es verdad que en general hay un poco de más nerviosismo de la cuenta y que, por ende, algunos pasajes podrían estar más paladeados, pero hay que descubrirse ante la maleabilidad con que domina los diferentes volúmenes orquestales, atendiendo especialmente a la superposición de estratos sonoros; ante la portentosa riqueza de colorido –maderas muy francesas–; ante la amplia pero en absoluto caprichosa flexibilidad del fraseo; y no digamos la comunicatividad que desprende esta lectura, de una inflamación “romántica” –apasionadísima tormenta– que echa por tierra los tópicos. Eso sí, en lo que a virtuosismo orquestal se refiere, cosas mejores se han escuchado. El sonido de la recuperación de Testament, obviamente monofónico, resulta muy satisfactorio. (9)



7. Munch/Sinfónica de Boston (RCA-Sony, 1956). El tiempo no le ha sentado bien a esta prestigiosa grabación. El maestro galo acierta con el colorido exacto que debe tener esta obra –las maderas de Boston suenan francesas a más no poder– y sabe tejer la atmósfera brumosa y sensual propia de una recreación ortodoxa de la página, pero la planificación no siempre resulta depurada y en el fraseo se alternan momentos de admirable concentración con otros –los más– excesivamente nerviosos y dichos un tanto de pasada. La toma sonora, fabulosa para la época, recupera los tres canales originales en la edición de RCA en SACD. Desconocemos cómo suena el reprocesado, ya en CD normal, realizado en fechas recientes por Sony. (8)



8. Van Beinum/Orquesta del Concertgebouw (Philips, 1957). Con notable sonido estereofónico recupera la serie Eloquence esta interpretación en la que, aparte de asombrarnos ante la enorme calidad que ya por entonces exhibía la orquesta holandesa, podemos degustar una dirección ortodoxa, muy centrada en el estilo, atenta tanto a la sensualidad como a los aspectos más escarpados de la obra. Falta en cualquier caso una inspiración más elevada en el primer movimiento, y sobra cierto carácter verbenero y precipitado en la coda del tercero. Aun así, el nivel global es elevado y no podemos dejar de aplaudir el cuidadoso y muy atractivo tratamiento de las texturas del segundo movimiento. (8)


 

9. Reiner/Sinfónica de Chicago (RCA, 1960).
 Arranca Reiner con enorme lentitud, tanto que a los primeros atriles les cuesta un poco de trabajo seguirle. Poco a poco se va descubriendo cómo el maestro de Budapest renuncia a ser él mismo en búsqueda de un lenguaje menos “romántico” para esta música, menos basado en el temperamento y más atento a texturas, líneas difuminadas, timbres no demasiado incisivos, silencios de alto valor plástico 
el espacio entre las pinceladas de la pintura impresionista y elevada sensualidad. En Juego de olas abandona lentitudes, pero no a la concentración del fraseo al estudio refinado del entramado orquestal. El Reiner se siempre aparece en el movimiento conclusivo, pero alternándose con esos momentos de enorme lentitud que ya conocimos en el primero; el maestro consigue fusionarlos gracias a un dominio increíble de las transiciones, y solo hay que lamentar que la coda carezca de fuerza y se vea constreñida por la estrecha gama dinámica de una toma que, por lo demás, se ha conservado bien. (9)

 

10. Mitropoulos/Sinfónica de la Radio de Colonia (Ica Classics, 1960). Independientemente de las palmarias insuficiencias de la formación renana, ese gran maestro que fue Dimitri Mitropoulos evidencia aquí un grave despiste no ya por mostrarse incapaz de sintonizar con el estilo de Debussy ni de destilar magia poética, sino también por frasear con excesiva rapidez y sin concentración, carecer de sensualidad, por desatender a los silencios, planificar con brusquedad y hasta brocha gorda las transiciones, no otorgar continuidad en el discurso... Para qué seguir. El primer movimiento muestra las referidas deficiencias en toda su crudeza. El segundo es irregular y ofrece momentos aceptables. En el tercero, animado y vistoso, resulta interesante: el de Atenas parece sentirse mucho más a gusto desatando tempestades que contemplando las suaves ondas marinas. Una semana más tarde sufriría un infarto interpretando la Tercera de Mahler con esta misma formación, falleciendo pocos días después. La toma de este testimonio es estereofónica y resulta suficiente. (5)


11. Bernstein/Filarmónica de Nueva York (CBS, 1961). Habida cuenta de que la batuta de Lenny a principios de los sesenta acostumbraba a pecar de escaso refinamiento y extroversión excesiva, podría esperase un desastre en una obra tan delicada como La mer. Pues miren ustedes, no es así: el tratamiento de la orquesta es cuidadoso, mientras que el enfoque impulsivo, más espontáneo que cuidadosamente planificado y en buena medida dionisíaco es aquí tanto limitación como virtud, porque a despecho de algunos momentos en los que las tensiones no se han calculado bien –muy flojo el final del primer movimiento–, la libertad agógica responde a un instinto musical de primerísimo orden que consigue hacernos oír ondulaciones, brisas y tormentas con una inmediatez irresistible. Eso sí, el enfoque es indisimuladamente "romántico": nada de pinceladas vaporosas ni de contemplaciones estáticas. La toma se ha conservado bien: la gama dinámica es aceptable y hay suficientes graves. (8)



12. Giulini/Orquesta Philharmonia (EMI, 1962). Acertó Walter Legge al poner en esta ocasión al frente de su orquesta, que por entonces aún era la mejor del orbe, a alguien en principio muy ajeno al mundo impresionista como Giulini. Y es que el joven director, algo distante en lo expresivo y desde luego muy alejado de la incisividad, el nervio y el carácter visionario de un Toscanini, demostró una admirable sintonía con el mundo sonoro de Debussy, particularmente con su concentración, su ambigüedad y su sentido del misterio, ofreciendo una atmosférica interpretación en el que logra la cuadratura del círculo al compaginar el sentido brumoso y difuminado de las texturas, tratadas de un modo asombroso, con una gran claridad y una impecable lógica constructiva. Impecable la orquesta, sobresaliendo un percusionista que logra hacer sonar la espuma del mar en los platos como pocas veces se ha escuchado. (9)

 

13. Munch/Sinfónica de Boston (DVD Vai, 1962). La interpretación se parece a la realizada en estudio seis años antes: el estilo es irreprochable, pero se alternan momentos de extraordinaria plasticidad con otros algo nerviosos, o sencillamente desaprovechados. Quizá ahora la concentración, y por ende la inspiración, es superior a la de entonces, aunque en contrapartida la ejecución, al ser en público y no susceptible a las mejorías del estudio, resulta mucho menos depurada. A la impresión de desequilibrio sonoro contribuye la toma de los micrófonos de la televisión, a todas luces insuficiente. La imagen es solo aceptable, y la realización se centra más en la orquesta que en el maestro. (7)

14. Szell/Orquesta de Cleveland (Sony, 1963). Trabajo de verdadero orfebre el que aquí ofrece el maestro de Budapest, que con técnica espléndida va clarificando todo y cada uno de los recovecos tímbricos y melódicos de esta página sin perder la unidad en el trazo ni al sentido impresionista de las texturas. Por desgracia, y como era de esperar, su temperamento adusto y su tendencia a ser excesivamente literal con las notas, le impide destilar esa sensualidad, esa capacidad fascinadora y esa magia poética que esta música necesita, particularmente en un primer movimiento en exceso prosaico. La toma sonora ha sido recientemente restaurada en alta resolución y se mantiene bien, pese a quedarse algo corta en gama dinámica. (8)

 


15. Ansermet/Orquesta de la Suisse Romande (Decca-Newton, 1964). Una explosión de vida y color por parte de un Ansermet entusiasta a más no poder que maneja a su orquesta –ideal para este repertorio– con admirable plasticidad, haciendo gala de un espléndido dominio de las transiciones y, sin menoscabo de lo extrovertido del enfoque, un aliento muy sensual y adecuada atmósfera. Si los resultados no están a la altura de las grandes recreaciones de la obra es porque el maestro no solo va algo más rápido de la cuenta, sino que frasea con excesivo nerviosismo, sin la concentración y la poesía deseables, particularmente en el primer movimiento. Como detalle muy discutible, la trompeta en primer plano cerca del final, que parece decisión del maestro antes que de los ingenieros de sonido, responsables de una toma con distorsiones pero muy digna que ha sido bien recuperada en HD. (8)



16. Karajan/Filarmónica de Berlín (DG, 1964). Por fin con una toma sonora a la altura de las circunstancias, el salzburgués demuestra su condición de alquimista del sonido con una interpretación opulenta en lo sonoro –también más masiva de la cuenta–, refinada e impactante al mismo tiempo, si bien más preocupada por impactar con los grandes contrastes sonoros que por desplegar poesía, y también -minuto y medio más rápida que su registro once años anterior- un punto desconcentrada, algo más nerviosa de la cuenta, y no siempre todo lo bien clarificada que debiera, aunque en cualquier caso muy cálida y comunicativa. Los ingenieros de sonido, certeramente, optaron por un volumen muy bajo para recoger bien la enorme gama dinámica exhibida por el maestro. Buena la recuperación en HD. (8)



17. Boulez/New Philharmonia (CBS, 1966). No hay en esta recreación nada de atmósfera, sensualidad o hedonismo, y sí mucho de claridad en la pincelada –el colorido es siempre incisivo, no difuminado–, de objetividad y de riguroso análisis. Contra lo que se pudiera pensar eso no significa asepsia, porque la fuerza interna de la arquitectura, milimétricamente planificada y por completo ajena a cualquier devaneo sonoro, es implacable. La tensión interna se masca en todo momento, e incluso hay -en estas y en otras aproximaciones a este repertorio del relativamente joven Boulez, que por entonces contaba cuarenta y un años- un cierto grado de vehemencia, incluso de garra dramática, que desmiente el tópico de frialdad que se le suele atribuir al artista. Una lástima que a la toma le vaya haciendo falta un nuevo reprocesado. (9)


 

18. Barbirolli/Orquesta de París (EMI, 1968). Lejos del dramatismo que suele caracterizar a su batuta, Sir John se toma las cosas con calma (26’10’’) y ofrece una lectura madura, reposada y reflexiva, sensual sin caer en el hedonismo y analítica sin perder ese carácter difuminado de la pincelada tan fundamental en este repertorio. El tratamiento de las texturas es mágico, y la poesía mucho antes abstracta que descriptiva que el maestro es capaz de extraer nos fascina de principio a fin. Pueden preferirse enfoques más vibrantes, con mayor electricidad y tensión interna, pero dentro de esta línea el resultado es digno de toda admiración. Si en la anterior encarnación en compacto el sonido dejaba bastante que desea, tras el reprocesado de 2020 suena con carnosidad y relieve suficientes como para disfrutar muchísimo de la audición. (9)


19. Stokowski/Sinfónica de Londres (Decca, 1969). Octogenario como lo era Toscanini cuando realizó sus últimos registros de la obra, el no menos mítico Leopold hizo aquí gala de su portentoso sentido del color –incisivo, nunca difuminado–, de su dominio de la masa orquestal y de su proverbial creatividad. Como resultado, y apoyado en este sentido por la toma de sonido tan espectacular como artificial del sistema Phase 4, se escuchan muchas cosas nuevas en la partitura; al menos, se las escucha de manera diferente. Ahora bien, son tantas las libertades en el fraseo –a veces cayendo en narcisismos y detalles de dudoso gusto– que la arquitectura horizontal se viene abajo, perdiéndose el sentido de fluidez y continuidad fundamentales en esta música. (7)

20. Martinon/Orquesta Nacional de la ORTF (EMI, 1973).  El maestro francés ofrece una interpretación de absoluta ortodoxia en el estilo, en el punto justo de equilibrio entre sensualidad y agilidad, entre fluidez y nervio, atenta a las texturas pero también a angulosidades y a asperezas –descarnada la tímbrica de los metales, que tampoco son muy allá–, construida con enorme lógica, naturalidad y sentido de lo curvilíneo, cuidadosa con texturas y detalles, aunque un tanto irregular en su inspiración. Al final del primer movimiento, por ejemplo, se llega de manera algo anodina y sin suficiente carácter visionario, mientras que el final no alcanza la electricidad que logran ofrecer otros directores. La orquesta también se queda corta, aunque al menos ofrece esas peculiaridades tímbricas en las maderas propias de las formaciones francesas de otros tiempos. La primera remasterización sonaba regular. La nueva en alta resolución resulta más satisfactoria, pero tampoco logra soslayar las limitaciones de la original. Sería interesante que EMI recuperase las cintas originales cuadrafónicas. (9)


21. Svetlanov/Sinfónica de Londres (BBC, 1975). Esta toma en vivo de calidad solo aceptable nos trae a un Svetlanov de cuarenta y seis años, lejos todavía de su madurez artística pero con manifiestas ganas de hacer música y de seducir al espectador con una admirable mezcla de brillantez sonora y de dominio del color que da como resultado una interpretación vistosa y atractiva, pero más bien epidérmica, en el que fraseo resulta en exceso apremiante y no se terminan de conseguir la fluidez, la naturalidad y la sutileza en el desarrollo horizontal que esta música pide. La acústica del Royal Festival Hall tampoco permite apreciar del todo el tratamiento de texturas y planos sonoros. (7)



22. Solti/Sinfónica de Chicago (Decca, 1976). Como exhibición de virtuosismo de batuta y orquesta el resultado es asombroso, pues como siempre Sir Georg resulta impresionante a la hora de ofrecer extroversión y espectacularidad, pero en esta ocasión el maestro se muestra un tanto superficial y desconcentrado, incluso algo expeditivo. Dentro del alto nivel de la interpretación, se queda a medio camino. Suena estupendamente, eso sí. (8)



23. Haitink/Orquesta del Concertgebouw (Philips, 1976). Una orquesta de virtuosismo y musicalidad de la mayor altura, dirigida por una batuta analítica, rigurosa y equilibrada, dan como resultado una lectura a la que le falta un punto de genialidad, pero que asombra por su minuciosa planificación, perfecta ejecución, meridiana claridad e implacable manera en la que se acumulan las tensiones hasta culminar en un final impactante. A destacar el modo en que el director holandés subraya el contraste entre un primer movimiento particularmente estático y un segundo inquieto pero en absoluto precipitado. (9)



24. Ormandy/Orquesta de Filadelfia (DVD Euroarts, 1977). La excelencia de la orquesta y la técnica de Ormandy para construir el edificio sonoro están fuera de toda duda, pero la poesía e inspiración brillan por su ausencia: la rutina se impone. La toma sonora es muy turbia. (6)



25. Karajan/Filarmónica de Berlín (EMI, 1977). Obsesionado por la tecnología, Karajan registró en los setenta para EMI gran parte de su repertorio ya grabado en la década anterior para DG solo para beneficiarse del sistema cuadrafónico. Le salió el tiro por la culata, y en poco tiempo se pasó a la novedad de lo digital. En cualquier caso, esta interpretación de la obra maestra de Debussy es muy diferente de la de 1964, al ralentizar de manera considerable los tempi (25’33'': la más lenta de sus lecturas) y al sustituir la extroversión y el relativo nerviosismo de entonces por una serena concentración que le permite paladear la obra con gran primor haciendo gala de su capacidad para coloridos, texturas y detalles varios. Desgraciadamente, los resultados no solo no son más convincentes, sino que han perdido su inmediatez y comunicatividad anterior para ofrecer un perfeccionista, gélido e insincero ejercicio de virtuosismo sonoro. Los ingenieros de sonido, al optar por un volumen increíblemente bajo, logran recoger la gama dinámica extrema marca de la factoría Karajan: sería interesante que EMI recuperase la cuadrafonía original. (7)



26. Maazel/Orquesta de Cleveland (Decca, 1977). El maestro norteamericano deslumbra con su capacidad para aunar limpieza en la ejecución, sentido del color y brillantez en una lectura alejada de los tópicos impresionistas, pletórica de virtuosismo y muy atractiva por su efervescencia, pero más rápida de la cuenta en los dos últimos movimientos y, en general, lastrada por cierta falta de concentración o, al menos, de magia poética. Admirable el trabajo de los ingenieros de Decca. (8)


27. Karajan/Filarmónica de Berlín (DVD DG y Stage+, 1978). Por descontado que las sonoridades son opulentas en exceso y que el hedonismo resulta evidente; también habría que añadir que algunos pasajes podían estar aún más matizados. Sin embargo, son asombrosas la plasticidad, belleza y riqueza tímbrica que extrae de la orquesta un Karajan aquí más intenso que en sus otras interpretaciones, de tal modo que esta quizá sea la mejor de todas ellas. (9)


28. Barenboim/Orquesta de París (DG, 1978). Un todavía joven Daniel Barenboim se enfrenta a La Mer haciendo gala de enorme capacidad técnica –todo se encuentra muy bien planificado y expuesto–, irreprochable gusto y, sobre todo, gran vehemencia expresiva. Es la suya una interpretación ardiente, contrastada y de considerable sentido teatral, no por ello exenta de sensualidad ni de carácter curvilíneo en el trazo, pero ante todo intensa, extrovertida y llena de pasión “romántica”. Ese es justamente su punto discutible: resulta una lectura más “emocionante” que sugerente, antes epidérmica que reflexiva. Engancha de principio a fin, pero el de Buenos Aires realizará acercamientos más redondos en el futuro. La toma se ha conservado francamente bien. (8)



29. Giulini/Filarmónica de Berlín (Testament, 1978). Interpretación con toda la calidez, sensualidad y colorido esperable en este repertorio, pero también con una corpulencia sonora y una tensión interna que pueden resultar algo “románticas”: ¿influencia de Karajan, con quien la orquesta había filmado la obra unos meses atrás? En cualquier caso el fraseo es de una morbidez y belleza extremas, como también lo son el manejo de la agógica y el tratamiento de las texturas. Mágico el pasaje de calma antes del explosivo final. (9)



30. Giulini/Filarmónica de Los Ángeles (DG, 1979). Aunque el concepto sigue siendo contemplativo, brumoso y estático, y el maestro sigue haciendo gala de su particular dominio de las texturas –hay tejidos de las maderas en el segundo movimiento que se escuchan aquí como nunca–, con este segundo registro en estudio Giulini ya termina de sustituir la relativa frialdad de su grabación para EMI por un acercamiento más expresivo, más emotivo, también más creativo y personal, marcado en gran medida por la amplia cantabilidad que caracteriza a la batuta. La toma sonora es ya de muy buena calidad, pero la orquesta, obviamente, no es la Filarmónica de Berlín del año anterior. (9)


 

31. Celibidache/Sinfónica de la Radio de Stuttgart (DG, 1980). Ya desde el mágico arranque se evidencia que no nos vamos a encontrar ante una interpretación “normal”. Así va a ser, pero no solo por la lentitud de los tempi –relativa: más tarde Celi irá mucho más lento aún–, sino también por la increíble poesía que destila el maestro con su fraseo flexible e imaginativo, con la plasticidad de su tratamiento orquestal, con su manera de revelar las texturas y, sobre todo, con la embriagadora concentración que alcanza en determinados momentos clave, como pueden ser los citados primeros compases, el final del segundo movimiento o el pasaje de calma que precede al final. Todo ello dentro de una línea particularmente estática que, sin desdeñar precisamente el carácter tempestuoso del tercer movimiento, tiene poco que ver con la línea de un Toscanini o, en tiempos más recientes, un Sinopoli o un Muti. Lástima que la toma radiofónica no recoja a la orquesta con la claridad deseable. En cualquier caso, y salvando las limitaciones del conjunto alemán, esta es quizá la más admirable dirección de todas, incluida la posterior del propio Celibidache. Imprescindible. (10)



32. Tilson Thomas/Orquesta Philharmonia (Sony, 1982). Tras Karajan, Cantelli y Giulini, la Philharmonia vuelve a la carga con un maestro norteamericano todavía joven que ya años atrás –en Images– había demostrado su enorme sintonía con el mundo de Debussy. Aquí ofrece, junto a unos magistrales Nocturnos, un Mar de admirable ortodoxia impresionista, perfectamente delineados, dichos con elegancia y concentración, ciertamente, pero también con vivacidad, colorismo y una enorme capacidad para comunicar, siempre en el punto justo de equilibro entre control y espontaneidad. Le falta un grado extra de inspiración, como también un trabajo más atento a clarificar texturas: determinadas líneas no se captan del todo bien. Y esto último no es solo culpa de una toma sonora que, realizada a un volumen bajísimo para garantizar amplia gama dinámica, presenta desequilibrios que empañan gravemente los finales de los movimientos extremos. (9)


 
 
33. Previn/Sinfónica de Londres (EMI, 1983). Poética y comunicativa traducción de irreprochable idioma que destaca por su sensualidad y carácter atmosférico, más que por nervio o brillantez. Podía ser aún mayor la claridad, como también el carácter visionario del final. Lamentablemente se ve perjudicada por una toma sonora menos buena de lo que debiera, como por desgracia era habitual en EMI a principios de los ochenta. (9)



34. Karajan/Filarmónica de Berlín (DG, 1985). Realmente hay que descubrirse ante el grado de elegancia, refinamiento, plasticidad en el manejo de las texturas y capacidad para embriagar con el colorido más sensual posible del último Karajan, un auténtico mago de la alquimia sonora, pero aquí hace de anciano director y resulta no solo en exceso preciosista, como en él tantas veces resulta habitual, sino también un punto otoñal, incluso decadente. La toma sonora, de enorme calidad tímbrica, no ofrece toda la gama dinámica posible. (8)

 

35. Karajan/Filarmónica de Berlín (DVD Sony y Stage+, 1986). En principio esta es la versión en vídeo del audio recién comentado, pero la web oficial dedicada a Karajan nos aclara que no es exactamente así: el CD corresponde a diciembre de 1985 y la filmación a febrero de 1986. Claro que, conociendo cómo se las gastaba el de Salzburgo, podría ocurrir que en el estudio se hicieran montajes diversos procedentes de una y otra fecha; incluso nos podríamos encontrar ante un monumental playback de sus músicos frente a audios diversos. En cualquier caso, la interpretación no parece en principio la misma: más que decadentismo, aquí lo que se aprecia es cierta falta de concentración en determinados momentos clave, aunque todo ello dentro de un nivel altísimo en el que la depuración sonora se convierte en protagonista. (8)


36. Ashkenazy/Orquesta de Cleveland (Decca, 1986). Toma de altísima calidad –a volumen muy bajo, y por ende con enorme gama dinámica– para una interpretación de enorme nivel técnico pero un tanto irregular en lo expresivo. Tras un primer movimiento espléndido en su ortodoxia impresionista, aunque quizá no todo lo concentrado que debiera, ofrece un segundo excesivamente nervioso en el que hay que apreciar un espléndido tratamiento de las texturas, desplegando rico colorido y adecuada incisividad, en el que incluso se pueden apreciar líneas que por lo general pasan desapercibidas. En el tercero se alternan pasajes muy notables con otros más espectaculares que otra cosa, aunque la extroversión, la garra y las ganas de comunicar de un director de conocida vehemencia sobre el podio, en perfecta armonía con las posibilidades de la extraordinaria orquesta norteamericana, terminan ganando la partida. (8)


37. Frühbeck/Sinfónica de Londres (Pickwick-LSO, 1988)
. El maestro burgalés se desenvuelve estupendamente dentro de la estricta ortodoxia impresionista y ofrece una notable recreación, no muy poética pero sí sensual, curvilínea y bien trazada, a despecho de algún pasaje resuelto de manera poco convincente –transición al final del primer movimiento– y de alguna brutalidad –final del último– marca de la casa. En cualquier caso, el problema es una toma sonora turbia y de gama dinámica exagerada, hasta el punto de que los fortísimos resultan molestos y parecen (¿están?) trucados. (7)

 
38. Sinopoli/Orquesta Philharmonia (DG, 1988). Como era de esperar, esta partitura supone una oportunidad perfecta para que el veneciano despliegue su portentoso sentido del color y de las texturas, así como su fraseo flexible, vibrante, incisivo y un punto nervioso, características que aquí resultan ideales para una lectura que subraya los aspectos más hoscos y dramáticos, incluso tenebrosos. La irreprochable actuación de la orquesta y una soberbia toma sonora terminan de redondear una versión que, siendo poco ortodoxa en su enfoque y por ende discutible, deslumbra de principio a fin. O casi: los timbalazos del final resultan excesivos. (10)


 
39. Bernstein/Academia de Santa Cecilia (DVD CMajor, 1989). Tomándose tantas o más libertades que en aquella grabación neoyorquina de 1961, Lenny nos ofrece una recreación muy distinta a aquella. Ahora sí demuestra un buen dominio del lenguaje impresionista, alejándose de la extroversión y el nervio de entonces para pintar un lienzo atmosférico, cálido y rico en sugerencias mediante una pincelada fina pero muy bien calculada con la que pone en serio aprietos a una orquesta globalmente discreta y con algunos primeros atriles que dejan que desear. El problema es el último Bernstein se dejaba querer demasiado a sí mismo, y que con tantos matices se pierde la direccionalidad del discurso, no siempre bien tensado y por momentos un tanto artificioso, lo que no impide que haya momentos mágicos la sección de calma antes del final propios de una batuta genial. La edición paralela en CD editada por DG no merece la pena: lo interesante es ver al maestro dirigiendo, auténtica borrachera para la vista. (7)


40. Dutoit/Sinfónica de Montreal (Decca, 1989). Al director suizo le falta –como le ocurre tantas veces– ese punto de personalidad, creatividad y compromiso expresivo que necesita para ofrecer una lectura de primerísimo orden, pero aun así resulta difícil imaginar una recreación más irreprochable en lo estilístico, tan en su punto justo de equilibrio entre evanescencia y nervio, tan fluida y natural en su desarrolla, tan rica en el color, tan elegante y al mismo tiempo tan alejada de narcisismos, tan lógica en su desarrollo y tan comunicativa. Una toma sonora de lujo redondea la que, por su alto nivel de ejecución e inspiración dentro de una línea ortodoxa, tal vez sea la mejor opción para quienes por primera vez se acerquen a semejante obra maestra. (9)

 

41. Solti/Sinfónica de Chicago (Decca, 1991). No hay novedad con respecto a la grabación realizada por los mismos intérpretes en 1976. Todo se encuentra expuesto con una depuración extrema, trazo absolutamente natural –orgánico y flexible, pero sin preciosismos–, vehemencia controlada y un sentido de la brillantez que no empaña el gusto más exquisito, aunque sin terminar de profundizar en los aspectos más misteriosos, léase más modernos, de esta música genial. Lejos de leer entre líneas, Solti va al grano y trata la pieza como una pieza “romántica”, como un gran tríptico teatral en el que los aspectos más vistosos y extrovertidos de la música son los que más se benefician de semejante enfoque. A descubrirse ante la ingeniería de sonido, que optó sabiamente por un volumen bajo para garantizar la máxima gama dinámica (¡cuidado con los vecinos!) y no se empeña en colocar las arpas o algunos instrumentos de percusión en primer plano. (9)


42. Celibidache/Filarmónica de Múnich (EMI, 1992). Ralentizando los tempi de manera considerable no solo con respecto a su grabación radiofónica en Stuttgart, sino a lo que dicta el sentido común, el rumano ofrece una recreación un punto menos poética que la citada, sin tanta magia, pero más clara, más didáctica, en la que se pierde ya por completo cualquier sentido narrativo y nos encaminamos hacia el terreno de la pura abstracción. Trazando un paralelismo pictórico, diríamos que nos hemos acercado al lienzo todo lo posible y nos quedamos no ante la vibración lumínica del conjunto sino ante la fuerza parcial de cada una de las pinceladas, que aparecen ahora no entremezclada por nuestra retina sino perfectamente diferenciadas; o que nos encontramos aquí no ante el impresionismo de los años setenta sino frente al Monet tardío, el de los nenúfares que pierden casi toda referencia al mundo sensible para acercarnos a una realidad esencializada basada únicamente en las sensaciones del color. En cualquier caso, el resultado es fascinante. (10)


43. Svetlanov/Orquesta Philharmonia (Collins, 1992). He aquí un Svetlanov ya maduro que, lejos de la extroversión un tanto superficial de su testimonio londinense comentado con anterioridad, ofrece una versión aquilatada, sensata y de absoluta ortodoxia, solida en el trazo, correctamente tratada en las texturas y de perfecto equilibrio entre estatismo y vivacidad, entre sensualidad contemplativa y tensión interna, a veces muy bien paladeada –final del segundo movimiento, pasaje en calma del tercero– y dirigida hacia los clímax con naturalidad, sin caer en excesos. Resulta, eso sí, un tanto impersonal y no del todo poética, incluso algo pálida, lo que en parte puede deberse a una toma sonora que acierta en la tímbrica, pero a la que le faltan espacio, cuerpo y relieve. (8)

 

44. Boulez/Filarmónica de Nueva York (YouTube, 1992). Esta filmación de procedencia japonesa tiene el interés de poder ver dirigir al maestro, pero no solo suena mucho menos bien que la portentosa grabación de Boulez realizada un año más tarde en Cleveland, sino que nos muestra al genial creador francés un tanto irregular en la concentración, a veces un tanto precipitado, incluso excesivo en el final. El resultado es una lectura bulliciosa y con nervio, pero por completo carente de sensualidad, de atmósfera y de magia poética. Eso sí, como radiografía sonora es espectacular. (7)


 

45. Boulez/Orquesta de Cleveland (DG, 1993). Boulez sigue en esencia siendo el mismo, pero las cosas han cambiado en los veintisiete años que han transcurrido desde su anterior grabación. Las sonoridades son más leves, más propiamente francesas. El fraseo es ahora menos tenso, más flexible y más natural, concediéndose a la música mayor espacio para respirar. La luz del día ilumina más intensamente las irisaciones marinas, incluso permite que aflore cierto lirismo sin que al maestro por descontado se le mueva un pelo. Pero también hay mayor espacio para la ambigüedad: paradójicamente, se pierde todo carácter narrativo y se avanza en abstracción. Ahora sí se puede decir que Boulez hace un Debussy que, por completo ajeno a cualquier tipo de referencia extramusical, se encuentra mirando a la música contemporánea. Es cierto, pero habría que concretar: a la línea que comienza con Jeux del propio Debussy y llega, claro está, hasta Boulez himself. La toma sonora es de esas que hacen historia. (9)


46. Svetlanov/Orquesta Sinfónica Estatal (Great Hall, 1993). Una toma sonora problemática y realizada a un volumen terriblemente bajo impide apreciar la riqueza de colorido y la enorme plasticidad de la batuta de un Svetlanov aquí bastante irregular que, junto a pasajes muy logrados y algún que otro hallazgo, evidencia faltas de concentración, momentos resueltos de modo poco convincentes y algún que otro narcisismo que rompen la unidad del discurso. A la orquesta, en absoluto a la altura, le cuesta trabajo seguirle. (7)

47. Muti/Orquesta de Philadelphia (EMI, 1993). Adoptando una visión cercana a la de Toscanini, esto es, ofreciendo un mar antes tempestuoso y visionario que sensual, pero añadiendo una dosis mucho mayor de depuración sonora, concentración en momentos clave y creatividad que su mítico y admirado compatriota, Muti construye una interpretación de increíble solidez en el trazo, asombrosa claridad –se escucha absolutamente todo, y sin necesidad de recurrir a lentitudes celibidachianas– e insólita perfección técnica que, además, resulta tan comunicativa como poética y posee una irresistible garra dramática. Imprescindible. (10)


48. Muti/Sinfónica de la Radio Bávara (YouTube, 1993).  Interpretación de corte parecido a la suya propia con Philadelphia del mismo año. Quizá da la impresión de que aquí la dosis de electricidad y carácter visionario es algo menor, pero el efecto podría deberse a la muy comprimida gama dinámica de la trasmisión televisiva. A destacar, el cualquier caso, el carácter encendido del segundo movimiento –más bien plácido para la mayoría de las batutas– y la manera en que el milanés sabe aunar carácter sensual y temperamento. El audio sigue en YouTube, pero el vídeo ha desaparecido; una pena, porque era todo un placer ver dirigiendo al maestro napolitano. (9)

 


49. Giulini/Orquesta del Concertgebouw (Sony, 1994). Aunque han pasado quince años, el maestro italiano no ha variado mucho su visión con respecto al testimonio en Los Ángeles. Esta nueva realización es menos clara, más brumosa, quizá más sensual y hermosa aún. La orquesta es mejor, claro está. Quien busque una versión mayormente otoñal, esta es la suya. Lo de Celibidache, por concepto, es otra cosa. (9)



50. Salonen/Filarmónica de Los Ángeles (Sony, 1996). Aun sin llegar el nivel del Fauno que le acompaña en disco, el maestro finés pone en entredicho su merecida fama de frío y analítico con una recreación embriagadora de sensualidad y de infinita poesía –no tanto en el primer movimiento como en los dos siguientes–, increíble en el dominio de las texturas, que se encuentra realizada, eso sí, mediante una planificación horizontal y vertical de extrema minuciosidad y sutilísima flexibilidad: ¡qué dominio de las transiciones, qué manera de trazar la música como un todo orgánico y fluido! Todo aquí rezuma, como en los cuadros de Matisse, calma y voluptuosidad, sin menoscabo de la fuerza de una tormenta más atmosférica que fulgurante: la secuencia de calma antes de la tempestad final resulta verdaderamente mágica. Interpretación opuesta y complementaria a la de Muti, pues, que es necesario conocer. Toma sonora no del todo clara, pero de una gama dinámica y una redondez –tremendo registro grave– apabullantes. (10)



51. Maazel/Filarmónica de Viena (RCA, 1999). Como era de esperar, máxime teniendo a su servicio a una orquesta tan portentosa, Maazel hace gala de su técnica de batuta regalándonos una interpretación asombrosa por su plasticidad, riqueza de colorido y admirable tratamiento de las texturas. Por desgracia hay alguna frase un tanto redicha derivada del narcisismo marca de la casa, y además la planificación horizontal no está siempre cuidada: los finales de los movimientos extremos distan de convencer. (8)


 

52. Barenboim/Sinfónica de Chicago (Teldec, 2000). Veintidós años después de su grabación en París, Barenboim sigue evidenciando lo ardiente de su temperamento, pero esta vez enriquece su anterior aproximación equilibrando los aspectos más extrovertidos de la música con una mayor atención a la sensualidad, al timbre y a las texturas, haciendo gala de una asombrosa plasticidad en el tratamiento de la orquesta, pleno sentido orgánico en el fraseo y una extrema depuración sonora. Además, paladea mejor el segundo movimiento y el momento de calma del tercero. En cualquier caso, al final del primer movimiento –magníficamente planificado el ascenso hacia el mismo– se le podía pedir un poco más de carácter visionario, y por aquí y por allá hay alguna frase que podrí estar mejor aprovechada. La grabación es excepcional, una de las mejores de las que se ha beneficiado esta página, pero hay que poner el volumen bien alto para disfrutarla. (9)


53. Barenboim/Sinfónica de Chicago (TDK DVD, 2000). Esta filmación apenas aporta novedades con respecto a la de los mismos intérpretes para Teldec unos meses anterior. La grabación, asimismo de volumen bajo, ofrece con respecto a aquella la acústica de la Philharmonie de Colonia y la posibilidad de escucharla en multicanal. Puede ser preferible, pues, si se dispone de un equipo adecuado, pero que conste que el sonido de la grabación en Chicago era ya sensacional. (9)

 

 

54. Svetlanov/Orquesta Nacional de Francia (Naïve, 2001). Por fin Svetlanov con gran sonido –amplia gama dinámica, graves redondos–. Y además, el mejor Svetlanov posible, el de su última etapa –faltaba poco más de un año para su desaparición–, el más creativo y personal. Por eso su interpretación es tan distinta de las otras suyas comentadas. Lenta, expuesta con parsimonia celibidachiana, sensualísima –parece transpirarse la espuma del mar–, mágica en el dominio de la agógica y en la administración de los silencios… Pero también sujeta a algunas decisiones desconcertantes, incluso rebuscadas, y limitada por una orquesta que, al menos en este registro en directo, no es ninguna maravilla. Testimonio a conocer, en cualquier caso. (9)

55. Abbado/Orquesta del Festival de Lucerna (DVD Euroarts, 2003). Abbado abrió el concierto que presentaba al público la nueva Orquesta del Festival de Lucerna con unos Adioses de Wotan dirigidos de manera relamida y fuera de estilo, pero continuó con una asombrosa recreación de El martirio de San Sebastián y lo cerró con una espléndida de La mer: dionisíaca y extrovertida a más no poder, particularmente ágil y muy contrastada, danzante y alegre por momentos, también llena de nervio cuando debe, y dotada de un sentido del color y de las texturas seguramente inigualado. Y qué decir de los primeros atriles, los Pahud, Meyer, Mayer y compañía, de su orquesta all-stars. ¿Por qué, siendo impresionante, no se sitúa al nivel de las más grandes? Porque necesita paladear más determinados pasajes, como la conclusión del primer movimiento o la calma antes de la tempestad, y sobra una coda vulgar y efectista a más no poder (¡Abbado de olvida del crescendo!) cuyo interés por el decibelio es potenciado por una toma sonora de incomparable gama dinámica. En este sentido, la pista en DTS es, con diferencia, la más sensacional toma sonora de la que se ha beneficiado esta obra si se la disfruta en un sistema surround. La edición paralela en compacto realizada por DG suena bastante menos bien. La plataforma Medici TV la ha recuperado con imagen muy superior, en calidad Blu-ray, pero de nuevo la toma sonora pierde muchísimo con respecto al multicanal del DVD. (9)


56. Rattle/Filarmónica de Berlín (EMI, 2004). Batuta y orquesta demuestran su soberbio virtuosismo en esta recreación de asombrosas texturas, infinito colorido –ayuda la toma sonora–, elevado sentido teatral y espíritu mucho antes juvenil y descriptivo, cinematográfico incluso, que atmosférico o meditativo. Si Rattle hubiera aportado madurez y hubiese evitado cierta tendencia al narcisismo, su recreación estaría entre las mejores. Aun así, irresistible. (9)


 

57. Jansons/Orquesta del Concertgebouw (RCO, 2007). Una pena que una orquesta de semejante calidad y una toma sonora tan admirable resulten desaprovechadas por una batuta sin duda incandescente, teatral y vistosa, pero por completo ajena a la poesía y, andando muy despistada en lo estilístico, propicia a hacer sonar todo fuerte, masivo y contundente. Los excesos de la percusión resultan de vergüenza ajena. En cualquier caso mejor los dos últimos movimientos que el primero, realmente flojo. Menos mal que los holandeses ponen de su parte para compensar las limitaciones del director. (7)




58. Abbado/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2009). Increíble demostración de virtuosismo de batuta en lo que a claridad, colorido y sentido de las texturas se refiere, en una versión animada, luminosa, ágil, sin especial densidad, mucho antes pintoresca que reflexiva, y en conjunto magnífica, en realidad muy similar a la que el milanés grabó con la Orquesta del Festival de Lucerna, y que como aquélla que solo saca los pies del plato en la efectista coda final. La grabación ofrece un volumen más bajo de la media habitual en la web en la que se puede visionar. (9)



59. Gergiev/Sinfónica de Londres (LSO Live, 2009). En esta ocasión el tantas veces mediocre Gergiev no solo no se precipita ni cae en la tosquedad, sino que se muestra –en general– bastante idiomático, trata con cuidado las texturas y encuentra la inspiración poética. Por desgracia, y junto a un espléndido segundo movimiento, nos ofrece un primero con narcicismos y rebuscamientos varios –frases excesivamente lánguidas, pianísimos inaudibles, pausas interminables– y un tercero donde hace gala de su habitual teatralidad y brillantez sonora, pero también de su tendencia al efectismo con variados excesos en la percusión. La toma sonora recoge a la perfección los enormes contrastes dinámicos planteados por el director ruso. (7)


60. Chung/Filarmónica de Seul (YouTube, 2009). Aunque se encuentra entre paisanos, el veterano maestro de Corea saca a relucir su enorme experiencia con la música francesa para ofrecer, con su batuta ágil, detallista, clarificadora y un punto nerviosa, una recreación de irreprochable idioma, brillante cuando debe, rica en el colorido y las texturas, también muy elegante –esto último quizá por momentos demasiado–, a la que le falta redondear un poco el trazo del primer movimiento, que tampoco resulta todo lo evocador que debería. La filmación, llevada a cabo en formato 4:3 por un realizador poco experto, precede en varios meses a la grabación oficial de DG realizada con motivo de una gira internacional de la orquesta. (8) 

 

61. Haitink/Orquesta del Concertgebouw (YouTube, 2009): han pasado treinta y tres años, pero el maestro no ha cambiado un ápice su concepción de la obra –primer movimiento estático, segundo dinámico– ni, menos aún, su reconocida manera de enfrentarse a la música. Nos encontramos, así, pues, con una interpretación rigurosa, precisa y de increíblemente bien trazada arquitectura, por completo ajena a subjetividades –lo que también quiere decir a la creatividad– y no del todo poética, pero tan lógica y natural en sus planteamientos, tan exquisita en su musicalidad y tan equilibrada en su atención a tímbrica, ritmo y melodía que resulta imposible no considerar el resultado como un auténtico modelo diríase que ideal para quienes se acercan por primera vez partitura. Para profundizar en ella, lógicamente, hay otras opciones. La filmación es espléndida; lástima que a la toma, más atenta a la globalidad que al detalle, le falte un poco de cuerpo y de redondez en el grave. (9)


62. Salonen/Orquesta de París (YouTube, 2011). EuroArts pone a disposición de todo el mundo esta filmación en la que Salonen nos ofrece con una interpretación de tempi ortodoxos que se aleja por completo de las mágicas lentitudes de su grabación en estudio quince años anterior al tiempo que pierde buena parte de su concentración, de su sensualidad y de su fascinación poética. En cualquier caso, el perfecto dominio de la partitura del maestro finlandés está ahí, como también su soberbia técnica y la absoluta comodidad en este repertorio de la orquesta parisina, por lo que el resultado es una lectura más que notable que va de menos a más y finaliza con una tempestad por completo conseguida. Lástima que la toma adolezca de compresión dinámica. (8)

 

63. Van Immerseel/Anima Eterna (Zig Zag, 2011?). La arriesgada propuesta de interpretar este repertorio con instrumentos de época –de época de Debussy, se entiende– y con una articulación históricamente informada, unida a la extraordinaria sensibilidad tímbrica de Van Immerseel y al enorme refinamiento de su trazo se salda con una lectura de sensualísimo colorido y relevadoras texturas, fraseada con un carácter curvilíneo y elegante de lo más adecuado, pero también en exceso aérea, por momentos erróneamente ingrávida, adornada con detalles discutibles –los portamentos chirrían al oyente actual– y un tanto falta de garra, de carácter, de variedad expresiva. La levedad termina imperando, como también lo hacen los conocidos problemas del maestro belga a la hora de administrar tensiones. En el caso concreto de La mer, al final del primer movimiento le falta fuerza, y la tormenta queda por completo deslavazada. En contrapartida, el carácter irisado de la superficie del mar agitado por la brisa resulta fascinante. Soberbia la toma. (7)

 

64. Roth/Les Siècles (Actes Sud, 2012). El interés de recuperar las sonoridades de la Francia de 1905, sus instrumentos y sus maneras de articular, que no son ni más ni menos aquellas en las que pensaba el compositor, resulta indudable. Otra cosa son los resultados, y los de Franz-Xavier Roth terminan siendo parecidos a los de Van Immerseel: interesantísimas las irisaciones de la brisa sobre la superficie marina, pero globalmente la tendencia a la ingravidez –hay incluso algún detalle relamido– puede disgustar a nuestra sensibilidad actual, además de resultar inconveniente a la hora de equilibrar los planos. ¿Seguro que a la “manera moderna” Debussy no suena de manera más satisfactoria? En cualquier caso, si los intérpretes más ortodoxos miran hacia el colorido sensual de un Monet, Boulez hacia el mundo del puntillismo y Sinopoli a la angulosidad y la intensidad cromática del fauvismo, no sé por qué vamos a rechazar que Roth lo haga hacia la levedad de un Renoir. Y no se puede discutir que le ponga ganas al asunto y domine los recursos mejor que su colega antes citado. Excelente la grabación, realizada en Roma. (8)

 

 

65. Dudamel/Filarmónica de Viena (DG, Schönbrunn 2012). La gran virtud de esta interpretación eminentemente impresionista no es tanto el refinamiento tímbrico –muy notable– como la sensualidad de un fraseo ondulante y voluptuoso, dotado de una importante flexibilidad que se ve bien acompañada por un excelente tratamiento de las transiciones. No obstante, se echan en falta un mayor equilibrio entre los planos sonoros –lo que posiblemente se debe a la toma en vivo– y algo más de nervio y garra en algunas secciones, sobre todo en el final. (8)

 

66. Nelsons/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2012). El maestro letón ofrece una lectura no especialmente poética ni sensual, poco contemplativa pese al especialmente extático arranque y al muy conseguido episodio de calma ante de la tempestad final. La suya es, ante todo, fresca e inmediata, llena de nervio en el buen sentido, vibrante y con garra, de tímbrica variada e incisiva. Además, se encuentra dicha con un refinamiento y una finura por completo alejadas de lo preciosista y, por descontado, está tocada de fábula por una orquesta cuyos primeros atriles se muestran perfectos en estilo y expresión. Lástima que la toma sonora sufra un poco de compresión dinámica. (9)

 

67. Dudamel/Filarmónica de Los Ángeles (DG, 2013). Aunque el enfoque sigue siendo sensual e impresionista ante todo, en esta recreación el maestro venezolano parece alcanzar mayor incandescencia que el año anterior con la Filarmónica de Viena; por ejemplo, en la sección central del segundo movimiento, en el tempestuoso arranque del tercero y en todo el final, aun sin ser este el más visionario posible. La toma sonora también es superior, así que esta parece la opción adecuada para ver conocer el acercamiento de Dudamel a la partitura. (9)

 


68. Rattle/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2014). Recreación en la misma línea que la grabada por idénticos intérpretes diez años antes para EMI, esto es, descriptiva antes que poética, colorista antes que sensual, pero de un virtuosismo y una precisión asombrosas, de excelente trazo global al tiempo que enorme atención al detalle –sobran algunas indicaciones algo preciosistas– y una comunicatividad irresistible. ¿Algo superficial? Puede, pero el resultado engancha por completo. Disponible aquí. (9)




69. Valčuha/Sinfónica de la Radio de Frankfurt (YouTube, 2016). Demuestra el maestro eslovaco una enorme técnica a la hora de planificar dinámicas y, sobre todo, de plantear grandes juegos agógicos como los que pide esta partitura. Tampoco anda mal de imaginación, al menos en el tercer movimiento –alguna frase de atractiva carnalidad, también algún detalle rebuscado–, pero globalmente se echa de menos esa magia poética que han conseguido los más grandes directores. La orquesta, siendo más que notable, tampoco posee las calidades tímbricas de las grandes formaciones europeas y norteamericanas. (8)


70. Gatti/Orquesta del Concertgebouw (Blu-ray RCO y YouTube, 2017). Curvilínea, brumosa y sensual mucho antes que incisiva o electrizante la lectura de un Gatti que modela a la orquesta con enorme refinamiento y domina de maravilla las transiciones con la intención de moverse dentro de la más estricta ortodoxia impresionista, pero que a veces bordea el tópico y resulta más evanescente de la cuenta, incluso algo blando. Si la versión se lleva el 9 es por la orquesta, probablemente la ideal para esta obra –preferible a Berlín o Viena– por su maleabilidad asombrosa, por su extrema depuración sonora y por la capacidad de sus integrantes de escucharse unos a otros y conseguir el empaste exacto que demandan los pentagramas. Excelente la calidad audiovisual. (9) 



71. Harding/Orquesta de París (Symphony, 2017). Interesante encuentro entre sonoridades francesas de la orquesta en su mejor momento y las maneras británicas de un maestro que ya no va de enfant terrible, pero que tampoco renuncia a mostrarse personal. En este caso, ofreciendo una lectura que se aparta del mero estatismo y que apuesta, sin necesidad de excederse lo más mínimo, por la inmediatez, el nervio y las angulosidades, trazando con curvas marcadas el discurso horizontal al tiempo que trata los detalles con refinamiento ajeno al menor narcisismo: la pretenciosidad de los primeros años del maestro en absoluto se hace presente. Se echan de menos, por desgracia, sensualidad y magia poética, como también unas transiciones más elaboradas, quizá porque Harding aún no ha tenido tiempo de profundizar en este repertorio. El final, un poco excesivo. Excelente calidad de imagen en la plataforma Symphony. (8)


72. Gimeno/Filarmónica de Luxemburgo (Pentatone, 2016-2018). El maestro valenciano demuestra una técnica excelente, sobre todo en lo que al control del fraseo y las transiciones se refiere: la obra se encuentra concebida como tiene que estarlo, es decir, como un solo trazo lleno de ondulaciones. También demuestra extraordinaria sensibilidad para las texturas, tratadas dentro de una ortodoxia impresionista diríase que excesiva. Y aquí se encuentra el punto flaco: Gimeno no termina de inyectar nervio a su discurso, se muestra tímido a la horas de marcar los picos de tensión, no plantea contrastes y se mantiene siempre dentro de una levedad sonora y de una evanescencia contemplativa que termina generando una visión más bien unilateral de la partitura. (8)

 

 

73. Roth/Sinfónica de Londres  (LSO, 2018). Con instrumentos “originales” o sin ellos, la intención del sobrevaloradísimo maestro francés es la misma: obtener el mayor grado de levedad posible, aun a costa de que las texturas sean en exceso ingrávidas, la sonoridad global resulten anémicas y los detalles de blandura hagan estragos. Ahora bien, si su registro seis años anterior interesaba por la orquesta utilizada, este no alberga ningún atractivo: el fraseo se deja llevar por el nerviosismo, el colorido carece de sensualidad y la poesía brilla por su ausencia. (7)

 


74. Barenboim/Staatskapelle de Berlín (DG, 2018). No es fácil explicar cuál es la clave de ese especialísimo atractivo que ha alcanzado el arte de Barenboim en los últimos años. Podríamos intentarlo diciendo que se trata de una mezcla entre su temperamento dramático de toda la vida, siempre vinculado a una búsqueda de sonoridades oscuras, densas y poderosas, con una cada día más desarrollada tendencia a la espiritualidad y la desmaterialización que podríamos considerar propia de “intérprete anciano”, todo ello filtrado por una sensibilidad ahora mucho más desarrollada hacia lo sensual, lo acariciador e incluso lo hedonista. Y si en el impresionismo en general puede hablarse de una mucha mayor sintonía con el idioma, en La Mer todo esto significa madurez absoluta y carácter referencial. Este registro en vivo realizado en la Musikverein vienesa –muy buena la toma, aunque con cierta compresión dinámica– es, por tanto, más perfecto en el estilo que los anteriores del maestro, avanza aún más en la riqueza expresiva que ya se apreciaba en los registros con Chicago y, sobre todo, se encuentra enriquecida por nuevos y numerosísimos detalles personales. Le sigo poniendo ciertos reparos al primer movimiento: creo que el amanecer resulta un pelín premioso y que el clímax final no es todo lo imponente que podría serlo, aunque por lo demás hay algunas pinceladas angulosas que resultan de gran atractivo. El tercero, más atmosférico que implacable, alberga momentos de infarto: todavía más que antes, el pasaje de calma previo a la tormenta final nos deja fascinados. Pero lo que no tiene parangón –si acaso, con Celibidache– es Jeux de vagues. Parece imposible ir más allá en claridad (¿hay alguna interpretación en la que se escuchen tantas cosas?), en sensibilidad para el timbre, en organicidad del fraseo, en preciosismo bien entendido y, sobre todo, en magia poética. (10)


75. Barenboim/WEDO (Medici TV, 2018). Una lectura reflexiva, concentrada y sensual, mucho antes atmosférica que arrebatada, que sobresale ante todo por el carácter flexible y orgánico de un fraseo en el que el maestro parece querer demostrar que, como decía en referencia a Furtwängler, la dirección de orquesta no consiste sino en el arte de la transición: siendo cierto que en el tercer movimiento se echan en falta electricidad y carácter visionario, la resolución de todas las transiciones –en realidad, cada uno de los movimientos está concebido como una sola– ofrece una minuciosidad en la planificación (¡qué increíble técnica de batuta!) y una magia poética a la mayor altura posible. Ahora bien, ¿iguala los resultados con respecto a su registro para DG pocos meses anterior pese a que la WEDO no es la Staatskapelle, salvando la coincidencia de la formidable oboísta jiennense Cristina Gómez Godoy? Yo diría que no solo los iguala, sino que los supera: los dos pasajes del primer movimiento no del todo bien resueltos en aquella, a los que más arriba hacíamos referfencia, convencen más ahora? En definitiva, la mejor interpretación de las últimas décadas. Disponible aquí. (10)

 

76. Heras-Casado/Philharmonia (Harmonia Mundi, 2018). El maestro granadino se muestra muy certero desde el punto de vista estilístico, pues este es un Debussy que no se queda en ingravideces, en ensoñaciones ni en colores pastel. La orquesta está tratada con el punto de levedad que le corresponde, los pasajes estáticos están bien paladeados y la sonoridad sabe difuminarse, pero también hay músculo, hay tensiones y se despliegan timbres incisivos que alejan esta música del tópico. El fraseo sabe ser flexible y curvilíneo sin perderse en florituras ni descuidar el trazo. Por desgracia, Heras-Casado evidencia una inspiración irregular. Nos encontramos con un primer movimiento muy bien trazado, más extrovertido que reflexivo, pero con alguna frase dicha de pasada; se echa de menos un punto adicional de sensualidad y de magia poética, mientras que el clímax conclusivo resulta más ruidoso que extático. El segundo es magnífico, sobre todo por su mágico tratamiento de las texturas, aunque alguna frase de los violines no se termina de oír bien. La impresión de que los planos sonoros no están del todo trabajados se incrementa en un tercero en el que determinadas líneas de las maderas pasan desapercibidas, como si el maestro estuviera más interesado en el trazo global, admirablemente sostenido, que en clarificar las texturas. Eso sí, el colorido es muy rico y la página avanza con decisión hasta una coda en la que Heras-Casado muestra lo peor de sí mismo: vulgar, grueso y hortera. Excelente la grabación. (7)


77. Nézet-Séguin/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2019). La absoluta continuidad en el trazo es la gran virtud de la que hace gala el maestro canadiense en esta interpretación increíblemente bien planificada –pocas se le pueden comparar en este sentido– a la hora de jugar con la agógica y con la dinámica, resolviendo de manera perfecta todas las transiciones, tensando y destensando con absoluta naturalidad las líneas de fuerza, garantizando tanto la concentración de los pasajes introvertidos como la fuerza de los  vistosos y, a la postre, desarrollando la obra con un único y fluido trazo de pincel, tal y como las olas del mar van y vienen en un único y constante movimiento. Por lo demás, la batuta alcanza un admirable punto de encuentro entre el músculo de la formación alemana y la levedad que exige este repertorio, y aborda la página desde una impecable ortodoxia en la que se alcanza el equilibrio entre estatismo y dinamismo, entre lo contemplativo y lo violento. Es quizá por eso por lo que a Nézet-Séguin se le puede echar en falta un punto de vista más personal, incluso mayor implicación expresiva, quedándose lejos del carácter visionario de un Muti, de la poesía de Barenboim o de la magia tímbrica de un Celibidache. En cualquier caso, la increíble labor de la orquesta alemana compensa estas relativas insuficiencias y redondea una recreación de gran altura. La filmación, disponible aquí, se ofrece en formato 4K. (9)



78. Shani/Sinfónica de la Escuela de Música Buchmann-Mehta (YouTube, 2021). Otra joven batuta bueno, Lahav Shani en esta ocasión prescinde de ella demostrando su talento en una obra crucial del repertorio. Por un lado, y aunque empaste y claridad no alcancen siempre la mayor altura, saca petróleo de una orquesta de estudiantes (¡vaya nivelazo!) de esas que tocan juntos de tarde en tarde, pidiéndoles además todas las inflexiones que la partitura demanda. Por otro lado, ofrece una visión personal y de interés, más extrovertida que sensual, en la que se imponen la incisividad, la brillantez, el nervio y el sentido de los contrastes sobre otras consideraciones. A tener en cuenta. (8)



79. Harding/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2023). El maestro británico demuestra no solo una enorme técnica, sino también gran sintonía con los profesores de la agrupación consiguiendo hacerla sonar, a ella que es la más musculada del orbe, con la levedad que pide este repertorio; es verdad que alguna frase resulta más aérea de la cuenta, pero el maestro acierta al no dejar que las texturas se escoren hacia la excesiva morbidez y permite que las pinceladas incisivas que esta música coloca en el lienzo también se hagan presentes. Por lo demás, Harding repite su aproximación relativamente rápida en los tempi, contrastada e inmediata, pero también parca en poesía, que hizo con la Orquesta de París. La diferencia la marcan los Pahud, Mayer, Dorf, Delepelaire y compañía, un verdadero prodigio. Soberbia la imagen; al sonido Dolby Atmos le falta gama dinámica. (8)


80. Stasevska. Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2025). Interesantísimo comparar esta lectura de Dalia Stasevska, finlandesa de origen ucraniano, con la que la dos años antes ofreciera Daniel Harding: no solo posee las mismas virtudes que su colega, sino que corrige algunas levedades excesivas de aquél, ofrece más detalles personales incluso a la hora de clarificar las texturas y hasta muestra mayor concentración poética en determinados pasajes clave. Cierto es que otros ni los huele, pero la orquesta primeros atriles muy distintos a los de la ocasión anterior, dicho sea de paso– hace el resto. Lástima que la plataforma de streaming siga sin ofrecer toda la gama dinámica que pide la partitura. (9)

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