sábado, 8 de febrero de 2025

El Chopin salonesco de Vásáry

Creo que solo he escuchado dos veces en directo a Tamás Vásáry (Hungría, 1933), en ambos casos en Sevilla: en otoño de 1991 dirigiendo a la Sinfónica –Mozart, Prokofiev– y un año después con la Berliner Symphoniker haciendo el Réquiem alemán de Brahms en la Catedral. Como ayer volví a los Valses de Chopin por Claudio Arrau, he querido hoy acercarme a la colección que grabó el citado director y pianista para DG en la primavera de 1965. Me lo he pasado bien, sin más.
 

El sonido es hermoso. Sensatos los tempi. Flexible el fraseo. Sensible el toque. Y se acabó, porque el de Vásáry es un Chopin eminentemente salonesco, para lo bueno y para lo menos bueno. Todo en sus manos suena ligero, coqueto y galante. Belleza superficial, sin muchos contrastes y apenas emotividad. La agilidad, la coquetería y el sentido de danza se ponen por delante de esas otras cosas que la música esconde. Es válido su acercamiento, se disfruta y se aprecian no pocos detalles, pero a mí no me resulta suficiente.

 

El mayor atractivo: se incluyen hasta diecisiete valses, y además se añaden cuatro mazurcas –fabulosa la op. 68/2–, las infrecuentes Variaciones "Der Schweizerbub" y una muy buena recreación de la celebérrima Polonesa heroica op. 53. Toma sonora propia de la época: necesita más carne.

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