Posiblemente ustedes ya conozcan la historia. Miklós Rózsa (1907-1995) escribió su Concierto para violín en 1953. Lo estrenó tres años más tarde y recibió grabación oficial por parte de quienes protagonizaron el evento, Jascha Heifetz, la Sinfónica de Dallas y el director Walter Hendl. En 1970 ese genial guionista y solo correcto director que fue Billy Wilder pidió al compositor húngaro que utilizara sus temas para la banda sonora de La vida privada de Sherlock Holmes. Lo hizo con enorme éxito artístico, mientras la Op. 24 propiamente dicha pasaba al olvido de las salas de concierto. Bueno, en el Teatro de la Maestranza se lo pudimos escuchar a la Orquesta de Córdoba, Leo Brower y un tal Erich Gruenberg en 1995. Lo de "un tal" lo escribo con retintín, porque entonces ninguno nos enteramos de quién era este señor. Pues miren ustedes, nada menos que quien tocó el violín en la película y luego, como concertino de la Royal Phiharmonic que era –alguno de ustedes recordará su Sheherezade con Stokowski, e incluso su colaboración con los Beatles–, registró la parte solista en la suite que dirigió el propio Rózsa para Polydor. Lo hizo bastante mejor que el gélido Heifetz, claro.
Aparte de la de 1956, grabaciones hay muy pocas. Yo solo he escuchado las de Telarc y Naxos; están bien, sin más. Por eso es importantísimo este lanzamiento que ahora realiza el sello LSO Live: Sir Simon Rattle, en concierto de la Sinfónica de Londres celebrado el 17 de junio de 2022, se encarga de la obra y nos revela su belleza como hasta ahora no habíamos podido imaginar. A pesar de que la toma no es gran cosa, el británico –ahora nacionalizado alemán– mantiene el pulso, explora atmósferas, revela texturas y deja volar a la música con toda esa cantabilidad que merece, de manera particular en el sublime Lento cantabile. Roman Simovic es concertino de la agrupación de 2010: a pesar de algún detalle un pelín amanerado, toca e interpreta de manera espléndida.
¿Saben lo más interesante de todo? La manera en que se ha acoplado el disco: con el soberbio Segundo de Bartók, de 1937-38. Es decir, con la música con la que le corresponde estar. No, no hay que pensar en Sherlock Holmes cuando se escucha la partitura de Rózsa, ni en las páginas que escribió para el cine negro o el de romanos. Hay que hacerlo en su Hungría natal: es en la tradición de los Bartók y Kodály en la que hay que entender su creación y, por ende, parte de lo que creemos que es el "sonido Hollywood". Lo mismo ocurre si escuchamos Lo que el viento se llevó: para entender esa música hay que recordar que Max Steiner era vienés e imaginar cómo sonaría su obra con los Wiener Philharmoniker. En cuanto a Korngold, ya ni les cuento. El "sonido Hollywood" era mayormente austro-húngaro. Por cierto, ¿se han parado a pensar de dónde llegaron las grandes batutas de las formaciones norteamericanas? Pues eso.
De la versión del Bartók –octubre de 2022– no hay cosa particular que decir. Dirige el joven maestro alemán Kevin John Edusei, bien dotado de técnica y atento a la parte más lírica de la obra. El solista vuelve a ser Simovic. Supongo que se trataba de demostrar que la orquesta tiene un leader capaz de dar todas las notas de tan comprometida partitura. Lo consigue, pero no a la altura de los grandísimos violinistas que se han acercado al asunto: al primer movimiento le falta carácter, consigue grandes frases líricas en el segundo y se muestra desigual en el tercero.
Sea como fuere, lo importante es que este disco deja claro que Rózsa va aquí, justo después de los citados Bartók y Kodály, y que su Concierto para violín no solo es tan bueno como sus admiradores siempre hemos dicho, sino más aún. Ya no necesita a ningún Sherlock Holmes para reivindicarlo.
PD. Pueden escuchar el registro en las plataformas habituales y en YouTube, aunque yo he preferido comprar el SACD. Por cierto, viene en formato de cartón duro. A los coleccionistas nos gustan estas cosas.
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