Ya hablé en la entrada anterior sobre el enorme éxito entre el público del Villamarta del concierto del viernes 9 en el que la Orquesta Ciudad de Granada interpretaba la Serenata para cuerdas de Josef Suk y la Sinfonía nº 14 de Dimitri Shostakovich bajo la dirección de Joseph Swensen. También de la clamorosa ausencia de promoción en los medios y de notas al programa. Dejemos todo eso ahora a un lado y vamos a por los resultados artísticos propiamente dichos.
La hermosísima obra de Suk dejó bien claro que la cuerda de la OCG se encuentra en buena forma. Es decir, en el nivel de siempre. Comenzó francamente bien, sonando muy hermosa y empastada, con una perfecta mezcla entre brillantez y terciopelo, aunque luego fue evidenciando puntuales caídas en la acidez cuando los violines abordaban su registro más agudo. Quiero decir con esto que no hay que lanzar las campanas al vuelo: es una cuerda notable, seguramente la mejor de las cuatro grandes orquestas andaluzas, pero tampoco estamos ante una formación de nivel sobresaliente. Hay que quererla y admirarla, pero también hay que cuidarla, esto es, alimentarla económicamente. Y no me vengan con el cuento de que Andalucía no puede permitirse tantas orquestas: tenemos mucha población y abundante público que demanda este tipo de eventos culturales. Hacer girar a nuestras agrupaciones sinfónicas, como está haciendo la Junta este año, es una manera de obtener el justo rendimiento de ellas.
Cierto es que no hay muchas referencias discográficas de la página de Suk –solo conozco Belohlávek y Hrusa, magnífico el primero y algo menos el segundo–, pero no me gustó la dirección de Swensen –principal director invitado de la OCG– en el primer movimiento: rápido, saltarín y pasando por encima de todas las posibilidades poéticas de la página. Mejor el Allegro que venía a continuación, en el que la curvilínea agilidad en el podio del maestro y su expresividad expansiva parecían sentirse más a gusto. En cualquier caso, cuando labor me acabó de convencer fue en los dos movimientos conclusivos; es verdad que el Adagio podía haber sido más claramente eso, un Adagio, pero hubo emoción sincera en su lectura, amén de un muy sensato estudio de las posibilidades expresivas del vibrato. ¡Qué alivio encontrarse maestros tan alejados de la fiebre HIP que nos asola!
La Sinfonía nº 14 del ruso me pareció dirigida con corrección, solo eso. El enfoque de Swensen fue antes atmosférico que expresionista, lo que resulta tan perfectamente válido que lo contrario, pero una cosa es no querer cargar las tintas ni afilar las aristas y otra muy distinta quedarse corto en tensiones internas, que es lo que pasó. El maestro se ocupó ante todo de que la orquesta sonara bien, y consiguió que casi siempre lo hiciera así. Lo más acertado de su labor estuvo en la escena de la prisión, recreada con la necesaria concentración y un muy acertado olfato para las sugerencias tímbricas que despliega Shostakovich.
Bien los dos solistas, particularmente Georgi Kirov: voz de bajo auténtica, sin engolar, al servicio de una expresividad sincera que evita truculencias. Sin llegar a semejante nivel de excelencia, resultó muy cumplidora Olga Mykytenko. Voz fresca y lozana, legato maravilloso, afinación no siempre segura y ciertas desigualdades marcaron sus intervenciones, por lo general exitosas habida cuenta de la extrema dificultad de la página. Expresivamente no tuvo problemas: se mostró comunicativa sin poner el desgarro por encima del cuidado por la belleza del canto.
La percusión granadina se desenvolvió sin problema entre las grandes exigencias de la página, pero es de justicia aplaudir también a los primeros atriles de la cuerda, en especial a un violonchelista realmente soberbio. Finalmente, felicitar a la dirección artística de la orquesta por apostar por este repertorio: tanto Suk como la Décimocuarta de Shostakovich se merecen un espacio.
1 comentario:
Por ahora es para estar satisfecho, dos conciertos de orquesta y los dos a muy buen nivel teniendo en cuenta lo que ha pasado las últimas temporadas. Encima con repertorio muy variado y atractivo, nada frecuente por estos lares. También creo que el bajo fue lo mejor, pero el resto a gran altura. El único pero es que la OCG haría bien en incluir a más músicos jóvenes, la media de edad era muy alta entre los músicos.
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