domingo, 8 de septiembre de 2024

Chailly no estaba muerto; andaba de parranda

Algunos o muchos, vayan ustedes a saber dábamos a ese enorme director que fue Riccardo Chailly por muerto artísticamente hablando desde su paso de Ámsterdam a Leipzig. Sin restarle enorme altura técnica al milanés, me parece que el descenso de la calidad media de sus discos resulta apreciable. Pero hete aquí que acabo de ver y escuchar una interpretación de las Danzas sinfónicas de Rachmaninov, una de mis obras preferidas de todo el repertorio del siglo XX, que es de tan solo hace unas semanas 20 de agosto y que evidencian que Don Riccardo no nos había dejado del todo. El grandísimo maestro estaba por ahí de parranda, dejándose llevar por la borrachera del puro sonido vacío de contenido, pero por una vez su talento ha vuelto a brillar a enorme altura, no se sabe muy bien si estimulado por las enormes prestaciones de la Orquesta del Festival de Lucerna.

Por lo pronto, Chailly ofrece una descomunal lección de técnica de batuta en lo que se refiere no solo a la concertación, a la claridad de texturas y a la sensibilidad para el timbre, que en esta obra debe resultar ora acariciante, ora altamente incisivo; lección también, y sobre todo, en lo que respecta a la extrema flexibilidad agógica del fraseo, de manera particular en un segundo movimiento que nunca ha sonado tan imaginativo, por no hablar de la no menor creatividad a la hora de trabajar las dinámicas y de colocar acentos expresivos.

Todo ello lo hace el maestro no por mero narcisismo, sino siguiendo una clara idea expresiva: potenciar el decadentismo de la partitura. ¿Decadentismo en el buen sentido? Yo diría que sí, al menos la mayor parte del tiempo. Porque es verdad que sobra algún portamento, que a veces se deja llevar por la ensoñación, que se podría potenciar al mismo tiempo el carácter bronco de la obra la de Ashkenazy con la Orquesta del Concertgebouw sigue siendo mi grabación favorita, como expliqué en esta discografía comparada, pero en general Chailly resulta estimulante por la voluptuosidad con que trabaja la masa orquestal, por su fraseo pleno de cantabilidad, por su captación de esa atmósfera a medio camino entre lo melancólico y lo turbulento que caracteriza a Rachmaninov, por la sensibilidad para las posibilidades expresivas del timbre intervenciones cargadas llenas de retranca por parte de los primeros atriles–, por su sentido de los contrastes... En esto último encuentro el único reproche serio a la interpretación: justo en esa búsqueda de claroscuros, la sección inicial del tercer movimiento resulta en exceso nerviosa. Correr no le hacía ninguna falta a la batuta.

Bueno, ¿y cómo pueden ver ustedes esta interpretación y el resto del concierto, que por mi parte aún tengo pendiente? Pues de manera completamente gratuita y legal en este enlace al canal Arte:

Riccardo Chailly y Alexander Malofeev - Festival de Lucerna 2024 - Ver el programa completo | ARTE Concert

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