domingo, 16 de junio de 2024

Un día de coros y corales en Leipzig (I): concierto en San Nicolás

Decía Javier del Olivo en su reseña de mi libro de Barenboim que "la mejor manera de conocer la obra de alguien es escuchándolo en directo aunque, efectivamente, cuando esto no es posible el disco ayuda mucho y todos hemos empezado por ahí". Una obviedad, que no sé si iba por mí. Puede que sí. A lo mejor este señor se ha pensado que por haberme zampado todos los discos del de Buenos Aires soy de los que solo escuchan música en casa. Si es así, se equivoca. No soy de esos críticos que solo viajan cuando "son alguien"; es decir, cuando van con todos los gastos pagados y/o vislumbran la posibilidad de codearse con gestores y artistas. Soy de los que, como cientos de miles de melómanos, cargan la mochila en la espalda literalmente, se buscan un hotel barato y se piensan mucho cuál es la mejor entrada en relación calidad-precio para vivir la inigualable experiencia de la música en directo. Así es, además, como mejor se aprende. No tiene el señor Del Olivo que recordármelo.

Este viernes 14 hice una locura: como el asunto sale bastante más barato que ir a Madrid, saqué un vuelo desde Jerez para volver a Leipzig tras mi primera visita a la ciudad sajona tan solo hace tres semanas. ¿Razones? Además de terminar de ver la ciudad, el Festival Bach. Cinco conciertos en un sábado, desde las nueve y media de la mañana hasta que terminó el último a las doce y media de la noche. En este preciso momento, como mi vuelo de retorno va con mucho retraso, aprovecho la estancia en el aeropuerto para dejar constancia del primer capítulo de lo que ha sido una intensísima jornada: el concierto en la Nikolaikirche. Ya saben, una de las dos iglesias de cuya música Johann Sebastian era responsable.

 

La otra vez no estuve. Tampoco me inspiraba especial interés, porque sabía que el interior tardogótico, de la primera mitad del XVI para concretar, había sido completamente ocultado entre 1784 y 1797 por una ornamentación de carácter neoclásico. Prejuicio estúpido por mi parte: el resultado es bellísimo, amén de original por esos pilares transformados en columnas con remate egiptizante. ¡Y qué órgano! Avisados quedan: si van a Leipzig no se limiten a Santo Tomás, por mucho que sea allí donde hoy descansan los huesos de Bach. 

 

¿El concierto? Era de los semanales, con cantata y pequeño sermón, de esos que solo cuestan tres euros y en los que el público se atreve a cantar el coral cuando a este le llega el turno. Muchísima gente se congregaba en el interior a pesar de la lluvia. En el programa, motetes de Schütz, Mendelssohn, Bruckner y un tal Hugo Distler, más la cantata Auf Christi Himmelfahrt allein, BWV 128, sobre la Ascensión.


El coro acudía invitado: Coro Bach de Berlín. Comenzó algo destemplado, pero globalmente ofreció una muy buena actuación. Orquesta local: el Pauliner Barockensemble se encuentra vinculado a la propia universidad de Leipzig. También muy notable, mereciendo atención un trompeta muy justamente aplaudido. Dirigía el asunto un señor llamado Achim Zimmermann, pura ortodoxia bachiana centroeuropea. Sensatez y buen gusto. Nada más, nada menos. Soberbio el tenor Daniel Johannsen. Bien Susanne Langner y Felix Schwandtke, este último algo más lírico de la cuenta.

En fin, un muy buen concierto... que era el de "andar por casa". Los mejores llegarían luego: ya pueden imaginar su nivel. Pero eso se lo cuento en otro momento. Ahora han desaparecido los hooligans de la Eurocopa, y a lo mejor puedo descansar algo mientras sale el vuelo.

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