domingo, 19 de mayo de 2024

Albéniz por Ormandy: disco malo, pero meritorio

Entre enero y abril de 1956 Eugene Ormandy y su Orquesta de Philadephia registraron para CBS la Iberia de Isaac Albéniz en la orquestación de Enrique Fernández Arbós y Carlos Surinach. El sonido, monofónico, ha sido reprocesado con alta calidad en la gran caja que Sony Classical ha editado con todas las grabaciones del maestro húngaro anteriores a la estereofonía.

¿Merece la pena la audición? Creo que no. Nunca me gustaron estas orquestaciones. Prefiero la realización, incompleta, firmada por Francisco Guerrero: cierto es que el de Linares también deja de lado la vertiente más sensual de esta obra maestra absoluta de la música para piano, pero no resulta tan hortera como la de Arbós/Surinach y se muestra muy sabio a la hora de poner de relieve los aspectos más incisivos, modernos si se quiere, de la escritura.

Lo peor, en cualquier caso, es la dirección de Ormandy, a todas luces admirable desde el punto de vista técnico y vistosa a más no poder, pero empeñada en resaltar los aspectos menos afortunados de la orquestación, amén de ajena a la poesía de la partitura. Parece mentira que un maestro que comprendió sin problemas cómo el folclore se integra en la música de Bartók aquí se quedara en la más tópica tarjeta postal. A mí me ha molestado particularmente cómo la batuta pasa de largo ante las posibilidades de la pieza dedicada a mi tierra, Jerez, pero lo cierto es que todo está dirigido con la misma falta de sensibilidad.

Dicho esto, creo que el disco tuvo un mérito enorme: divulgar esta música entre el público norteamericano en unos momentos en los que no era suficientemente conocida, y hacerlo poniéndole las cosas facilitas al personal con una orquestación decibélica y una ejecución vistosa a más no poder. En realidad, un repaso del "lujurioso" libro que acompaña la referida edición discográfica deja claro que el gran mérito de todas esas grabaciones de los años cuarenta y cincuenta fue precisamente poner a disposición del público estadounidense, en ejecuciones de abrumadora brillantez orquestal, un repertorio muchísimo más amplio del que por las mismas fechas llevaban al disco Bruno Walter en Nueva York, Charles Munch en Boston, George Szell en Cleveland y Rafael Kubelik en Chicago. Como labor pedagógica y divulgativa, impresionante. Solo por eso, ya Ormandy se merece toda nuestra admiración.

2 comentarios:

xabierarmendariz88 dijo...

Hay que reconocer que, por aquellos años, las orquestas estadounidenses estaban, en términos de técnica orquestal, muy por encima de las principales orquestas europeas, (sólo la Filarmónica de Nueva York estaba algo por debajo), y el éxodo masivo de directores europeos les dio acceso a batutas de gran calidad. De todos ellos, seguramente fue Ormandy el que manejó un repertorio más amplio, y no sin cierta regularidad. Aunque claro, la música española no terminó de entenderla. Igual que Reiner; ese El amor brujo con Leontyne Price…
Puestos a hablar de directores que entendieron bien el folclore, en Bartok y en Falla, yo te recomendaría que escucharas las Noches en los jardines de España de Ferenc Fricsay. Ahí hay cosas muy interesantes, y sin ningún exceso orquestal. No es una versión de referencia ni mucho menos, (la orquesta no es gran cosa), pero la dirección sí está bien orientada.


Fernando López Vargas-Machuca dijo...

No conozco las Noches de Fricsay, así que le agradezco la recomendación. Del resto, de acuerdo en todo: las orquestas norteamericanas, los despistes de Reiner y Ormandy en los español... Saludos.

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