domingo, 21 de enero de 2024

Sobre el (inquietante) estado del Villamarta

Quienes siguen este blog ya conocen mi opinión sobre la gestión del Teatro Villamarta tras su reapertura en noviembre de 1996. Aun así, la resumo. Brillantez absoluta en los primeros años: se le concedió mucho dinero, la mayor parte de procedencia municipal, y Francisco López diseñó una programación variada, coherente y de altísima calidad. No costaba trabajo perdonarle a ese señor su carácter estirado y su desprecio por las opiniones ajenas. Declive en la primera década del nuevo siglo, cuando el presupuesto empezó a estrecharse y empezó a verse que López Gutiérrez estaba convirtiendo aquello en su particular chiringuito: las producciones de ópera corrían todas a su cargo –es director de escena–, se repetían años tras año y giraban por otros centros líricos en sospechosos círculos de intercambio. El público empezó poco a poco a desinteresarse por las propuestas de música clásica, con independencia de su variable calidad. En cuanto a la crítica musical, estaba abiertamente comprada o bien era represaliada. Eso sí, en ese mismo periodo se consolidó con enorme brillantez el Festival de Jerez, dedicado al flamenco y la danza española.

Batacazo total a partir de la crisis de 2008: la programación se apoyó en el teatro comercial –seleccionado con mucha sensatez, eso sí– y la nueva directora, Isamay Benavente, puso los escasos recursos disponibles al servicio de que el verdadero director en la sombra, no otro que Paco López, siguiera haciendo los títulos que a él le diera la gana, a razón de dos o tres por temporada, tanto en lírica como en danza española y en crossover. Para eso era su teatro. Los títulos de lírica se repitieron tanto como los artistas contratados. La calidad de la temporada de conciertos, por su parte, bajó de manera considerable, hasta el punto de que hasta los melómanos más empedernidos dejaron de interesarse.

Así hasta que en 2022 el gobierno municipal del PSOE reconoció el enorme agujero económico, confesó la falta de control de gasto y pegó un tirón de orejas a la directora por las cifras de la lírica (leer). Benavente fue salvada por Ópera XXI –que viéndolas venir le hizo un favorcito nombrándola directora de la institución (leer)– y de allí pasó el Teatro de la Zarzuela. En Jerez tenía los días contados, y con el previsible –finalmente confirmado– retorno del PP al gobierno municipal ya no había nada que hacer.

¿Y ahora? Viene una Madama Butterfly a la que no voy a ir, porque no me pienso gastar el dinero en escuchar a una Ainhoa Arteta por la que me sentí estafado a raíz de su Carmen aquí comentada, pero me preocupa por la sustitución de la habitual Filarmónica de Málaga por la Filarmónica de La Mancha. Los malagueños hace tiempo que vienen dando problemas al teatro, al que nunca han venido de buena gana. En la citada Carmen lo pasaron muy mal, no precisamente por culpa de ellos –foso lírico convertido en sauna–. En cuanto a su ausencia en Puccini, la orquesta dice que ha sido cosa del ayuntamiento, que no tiene un puñetero euro y quiere ahorrar en el chocolate del loro, mientras que el consistorio afirma que es cosa de la orquesta. Probablemente nunca sepamos la verdad.

La parte buena viene por el nuevo director. Quiero decir, por el hecho de que se haya decidido no privatizar el teatro y buscar a alguien que sepa del tema, porque podía haber ocurrido que alguna persona a la que la música clásica le importase un higo hubiera puesto sus zarpas sobre él. Hasta aquí, muy bien por la alcaldesa, aunque a tenor de lo que hizo la otra vez que ocupó el cargo –colocar el busto de ese partidario de genocidio llamado José María Pemán en el teatro– me fío poco de ella. Tampoco puede hacer gran cosa con la tremenda deuda municipal que arrastramos en Jerez. Veremos.

En cuanto al escogido, cuyo nombre ni me sonaba, solo sabemos lo que dice la prensa: que se llama Carlos Granados, que es de Jerez, que empezó en el Villamarta, que ha estudiado musicología y que ha estado durante años desempeñando un cargo importante en el Teatro de la Zarzuela bajo la dirección de Daniele Bianco. Hay que esperar a que abra la boca y diga algo sobre sus intenciones: cualquier prejuicio de uno u otro signo está fuera de lugar.

Mientras tanto –aquí sí se puede juzgar, porque se trata de un viejo conocido– Francisco López, que a última hora no triunfó en su deseado asalto al Teatro de la Maestranza, mueve los hilos de una organización llamada Por la Cultura, por el Villamarta, por Jerez que hoy mismo lanza un manifiesto (leer) que defiende la ruinosa gestión económica de Isamay Benavente y que, en el fondo, no tiene otro objetivo que advertirle a la alcaldesa, al nuevo director y a la ciudadanía que hay que seguir financiando títulos de lírica en Jerez. Las que López decida, como hasta ahora se ha hecho. Y en sus propias producciones escénicas. ¡Faltaría más!

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