domingo, 31 de diciembre de 2023

Mutter, Williams & Friends en Pittsburg

El pasado 12 de diciembre Anne-Sophie Mutter ofrecía un concierto benéfico para la Sinfónica de Pittsburg. Además de la formación norteamericana, la acompañaban su protégé –así le denomina la publicidad– Pablo Ferrández, Yefim Bronfman, Susanna Mälkki y John Williams, este último gran reclamo de la función. Al menos la mitad de los asistentes –no había más que mirar las caras– acudían por el mítico compositor, y seguramente otro tanto se puede decir de quienes seguimos la filmación que ayer ofreció la plataforma Stage +.

Beethoven para la primera parte. Me sorprendió gratamente lo que hizo Susanna Mälkki con la obertura de Las criaturas de Prometeo y el Triple concierto. Genialidad no hubo ninguna, pero sí muchísima sensatez y profesionalidad dentro de un enfoque marcadamente clásico –las obras piden eso, aunque se pueda hacer otra cosa– en el que primaron el equilibrio y la ligereza bien entendida por encima de los aspectos más dionisíacos. Mutter repitió e incluso mejoró –salvando algún detalle aislado de blandura– su todavía reciente recreación junto a Daniel Barenboim y Yo-Yo Ma. El violonchelista madrileño estuvo muy bien en el primer movimiento para seguidamente destapar el tarro de las esencias poéticas y, aún sin alcanzar el desgarrado ardor de Ma, en él volar por todo lo alto; soberbio su trabajo en el Rondó conclusivo. Bronfman fue quien menos me gustó: solidez a prueba de bombas, pero poca variedad en el sonido. Más pareció motivarle la propina, un maravilloso arreglo para violín, violonchelo y piano del tema de La lista de Schlinder en el que sus compañeros cantaron con estremecedora emoción.

Ovación tremenda para John Williams al comenzar la segunda parte. El público babeaba. Yo también: ahí estaba nuestro queridísimo compositor, a solo tres meses de cumplir los noventa y dos, tan locuaz con el público como siempre y aún escribiendo cosas. No había exactamente música nueva, pero sí arreglos, porque si no me confundo los de Tintín –esta vez un duelo para violín y violonchelo–, Indiana Jones y el Dial del Destino, El despertar de la fuerza, La amenaza fantasma e Indiana Jones y la última cruzada eran novedad absoluta. Solo Harry Potter y El ataque de los clones eran repetición de lo ya escuchado en grabaciones anteriores de Mutter y Williams. La alemana se lo pasó estupendísimamente con las largas y extremadamente virtuosísticas cadenzas pensadas para lucir su insuperable virtuosismo. Además, como quien no quiere la cosa, paladeó estas partituras con una mezcla de cantabilidad, belleza tímbrica y emotividad que dejó claro que ella, como todos nosotros, amamos profundamente este universo creativo.

Importó muy poco que faltara fuerza en las marchas de Raiders of the Lost Ark y Star Wars, las únicas páginas de la segunda parte en las que la violinista no estuvo. Todos terminamos muy contentos, particularmente una orquesta que, aunque sigue sin estar entre las dos o tres más grandes de EEUU –Chicago, Philadelphia, Boston y Cleveland siguen por delante–, hace gala de un considerable nivel. Como broche, un brevísimo Cumpleaños feliz sinfónico en homenaje a la Mutter, que era su cumpleaños.

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