jueves, 12 de enero de 2023

Replicando a Reverter y a Carrascosa

Hace ahora unos cinco o seis años, un amigo estaba en un corrillo en el que alguien le preguntó a Arturo Reverter por este blog. Su respuesta fue algo así como “Uf, a veces sí, pero otras veces dice unas cosas que…”.

El pasado domingo, Ángel Carrascosa escribía una reseña en su blog (aquí) sobre el reciente concierto de Barenboim con la Filarmónica de Berlín, y en referencia a lo que yo previamente había escrito sobre el resultado de la Segunda de Brahms (aquí), decía lo siguiente: “no entiendo cómo un perspicaz pero en ocasiones imprevisible crítico, gran admirador de Barenboim, descalificaba tajantemente esa visión del movimiento inicial” (el subrayado es mío, obviamente).

Parece claro que los dos veteranos críticos están diciendo más o menos lo mismo sobre mi persona, con la diferencia de que Ángel lo ha hecho en público. Le repliqué en su blog, no sin cierta dureza, pero ha decidido no publicar mi réplica. Así que le contesto desde aquí. A él y a Reverter.

Primero. Existe una circunstancia que se llama “tener criterios propios”. Un buen maestro no es aquel que consigue que quienes con él aprenden terminen pensando y diciendo exactamente lo mismo. A eso se dedicaba la escolástica medieval, por cierto: autoridades indiscutibles cuyas doctrinas había que transmitir siglo tras siglo, sin espacio para decir cosas distintas. Hoy las cosas han cambiado una barbaridad. Como profesor de secundaria que soy, lo tengo clarísimo: me importa un bledo lo que piense cada alumno, lo que me interesa de verdad es que el razonamiento que este exponga en el examen se base en hechos contrastados, adopte diferentes puntos de vista y presente una buena argumentación. Un tal Daniel Barenboim ha escrito algo así como que un buen maestro no es aquel que consigue imitadores, sino el que le da alas a los alumnos para que estos desarrollen sus propias ideas. Pues eso.


Segundo. Todos los seres humanos estamos, en nuestros gustos estéticos –o culinarios, o de lo que sea–, condicionados por muchísimas circunstancias y plagados de aparentes incoherencias, incluso de contradicciones. Va con la naturaleza humana. En el campo del gusto musical, nada malo hay en que una cosa nos guste muchísimo más que a la mayoría o, todo lo contrario, la detestemos pese a recibir aplauso unánime. Llamemos a eso manía, limitación, más desarrollada sensibilidad, peculiaridad o como se le quiera llamar. Don Arturo ha escrito no pocas peculiaridades a lo largo de su dilatada trayectoria sobre Plácido Domingo, mientras que Don Ángel ha hecho exactamente lo mismo con Dimitri Shostakovich. Y los dos han presentado infinitas argumentaciones para defender su postura, esto es, que esos dos –para mí y para cientos de miles de personas más– gigantescos músicos valen mucho menos de lo que se suele decir. Otra cosa, claro, es que esas argumentaciones hayan convencido a alguien.

¿Hacen bien en defender semejantes posturas? Claro que sí, ya que están plenamente convencidos de ellas. Pero por eso mismo habría que recordarles que las barbaridades de los demás pueden resultar a los ojos de otros melómanos mucho menos llamativas que las de ellos mismos.

7 comentarios:

bruckner13 dijo...

Suscribo todo lo que has dicho palabra por palabra. Sobre gustos no hay nada escrito.

Bruno dijo...

¿Debe uno terciar en estas polémicas, sobre todo cuando uno ya es mayorcito?
Que conste que doy por sentado que esto lo puede leer el Sr. Carrascosa y con ello cuento para estar en la misma mesa ya que sigo a los dos.
Pues claro que cada uno tiene sus criterios. Lo anormal es que ante una obra de arte, mucho menos ante su interpretación, los resultados de su valoración por distintos fueran unánimes.
No digamos sobre gustos sobre los autores.
Su defensa de la libertad y responsabilidad con su criterio de crítico realmente no tiene nada que aportar a que cada uno valore ese primer tiempo de forma distinta.
Yo no leo barbaridad en palabras del Sr. Carrascosa, sólo expresa su discrepancia y su extrañeza.
Es una contradicción defender la libertad de criterio de uno y atacar el criterio de otro.

El crítico criticado dijo...

Estimado Fernando; suscribo todas y cada una de tus palabras. El arte, su interpretación, los gustos en fin, son ante todo subjetivos, y todos tenemos derecho a exponerlos y a defenderlos con nuestros argumentos, con nuestro parecer. Es la esencia del arte, de su disfrute. El problema surge, claro, cuando alguien defiende sus gustos pero ataca los de los demás cuando no coinciden con los suyos. Cuando alguien se cree en posesión de la verdad absoluta y vilipendia a quien no comparte su punto de vista. Cuando alguien, con sus opiniones y sus palabras, no aconseja sino que adoctrina e impone sus gustos con indudable prepotencia y soberbia; cuando no con malos modos y peor educación.
Conozco muy bien (personalmente y por sus escritos) a Reverter y a Carrascosa desde hace años. La diferencia es que el primero puede discrepar de los gustos de los demás sobre tal o cual músico, sobre tal o cual intérprete (como lo hace a veces con los tuyos, Fernando) pero no resulta hiriente, ofensivo o maleducado. Y nunca intenta adoctrinar como su fuera el gurú de una secta. Carrascosa, sí. Ése es el verdadero problema. Quien no piense como él, sobre todo en alguno de sus temas intocables (con Barenboim a la cabeza), es siempre objeto de su ira, de su desprecio, de sus malos modos y de sus intentos de ridiculización. No distingue entonces amigos de enemigos. Y, por añadidura, tiene el feo detalle de hacerlo “en público” y de impedir el derecho de réplica en su blog “No es música todo los que suena” (contesto así también al señor Bruno, que acaba de escribir un bienintencionado pero desinformado –se ve que no conoce bien a Carrascosa– comentario en esta misma entrada).
La diversidad de gustos es lo que hace grande al arte y lo que lo enriquece; creerse el poseedor de la verdad y, peor aún, imponerla a sangre y fuego a todos aquellos que no la comparten es un atributo privativo de aquellos que temen el poder de los argumentos ajenos y desconfían de los suyos. Y no deja de demostrar ignorancia y mala educación.
El crítico criticado

Bruno dijo...

Al Sr. Carrascosa lo conozco por su blog. Últimamente suele añadir a sus comentarios la coletilla de "según mi gusto", "según mi opinión", etc. Como cualquier crítico, defiende su criterio.
He atribuído a no publicar la réplica de nuestro anfitrión a su propósito de no entrar en polémicas públicas ya que sospecho que son amigos o tienen contactos.
Que el Sr. Carrascosa, como el Sr, Vargas, señale interpretaciones como maestras, o al revés, me sirve de guía para tener idea por donde van las cosas. Otra cosa es si pillo una grabación señalada. No siempre coincide con mi gusto, pero no le doy importancia. Muchas veces coincido bastante.
Lo que me hace seguirlos es que tanto se dedican a alabar como a descalificar según su criterio. Yo fuí suscriptor de Ritmo allá desde los años 66 y de Scherzo desde que salió. Me retiré de ambos cuando todo eran elogios sin la menor discriminación. Seguramente fué un indicio de que me hacía mayor.
A la crítica de arte hay que darle el valor que tiene. Una opinión mejor o peor informada o intencionada.
Entonces resulta que presenciamos polémicas entre artistas y entre críticos, y entre artistas contra críticos. Todo eso pasa. No hay por qué enfadarse, Simplemente argumentar.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Ya quedé bastante triste cuando Ángel me etiquetó como "investigador en artes plásticas antiguas” para descalificar mi capacidad para apreciar si una interpretación del barroco está o no "en estilo"; según él, todo el movimiento historicista es una monumental toma de pelo, opinión que no creo no comparta ninguna otra persona en el universo.

Esta otra puya me ha dejado más triste aún, pero tampoco puedo decir que me sorprenda: los enfados que ha tenido conmigo por mantener algunas (no muchas) opiniones radicalmente opuestas a las suyas han sido muy numerosos. Parece que no puedo decir que Pavarotti fue un tenor maravilloso, que Caballé en ocasiones resultaba inaguantable, que Barenboim carecía del correcto idioma para el impresionismo en los años setenta, que el Don Quixote del de Buenos Aires con la Sinfónica de Chicago es un bodrio, que la Pastoral nunca le ha salido del todo bien, que el Haydn de Pinnock es magnífico... o, en general, que el elemento vulgar de la música puede y, en ocasiones, debe ser parte fundamental de la misma, tanto en la escritura como en la interpretación. Aunque seguramente lo peor fue decir que no soporto la manera en que Kubrick utilizaba la música clásica en sus películas.

En fin, un asunto muy triste del que no me apetece hablar más: creo que he dicho lo que tenía que decir. Eso sí, algún día explicaré con mucho detalle por qué pienso que tanto las firmas Ritmo (con pseudónimo o sin él) como las de Scherzo se equivocaron de manera rotunda, allá en la época en que el argentino grababa para Teldec y Erato, en sus reseñas de discos de Barenboim. Todos, se equivocaron todos, por no decir que extremaron sus opiniones solo para llevar la contraria. Pero insisto, eso queda para otra ocasión.

Mireia P.B. dijo...

Yo sigo su bloc...aunque cuando puede hace de menos a mi adorado Horowitch y no me trata del todo bien al bueno de Kiril Petrenko, alma pura entregada a la Musa de la Música que nunca me acuerdo de su nombre.

nikysch dijo...

Al "El crítico criticado" no le gusta que le critiquen ni que le lleven la contraria. És más, es un censurador al uso, diríase además, un narcisista, ya que no publicará nada en su blog que vaya en contra de su criterio. Lo sé por experiencia. Él, sin ser músico ni musicólogo, es el que más sabe del mundo de música, más que Harnoncourt, Gardiner, Savall o Pinnock, por citar sólo unos pocos. Su visión es única, a sus favoritos me remito. Todo lo que graba Barenboim o Caballé es de 9 o 10 y cuanto más lento se dirige el movimiento, aunque el compositor lo haya advertido como todo lo contrario, el que lleva la razón es ese director o él mismo. El resto estamos/están equivocados y no tenemos/tienen gusto musical ni estético. No sigo más.

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