miércoles, 13 de julio de 2022

Bartoli y la Rossinimania en Viena (I): Gianluca Capuano y el asunto historicista

Advertencia: este artículo puede molestar a numerosas sensibilidades. Si usted sigue leyendo, es cosa suya.

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La Wiener Staatsoper le ha dado carta blanca a Cecilia Bartoli para organizar, con la excusa de aquel furor que desatara el compositor de La gazza ladra en Viena allá por 1822, una serie de eventos bajo el título Rossinimania: una función de La cenerentola, tres de Il turco in Italia y una gran gala en la que ella, protagonista también de las dos óperas, era acompañada por estrellas y amigos, desde Plácido Domingo hasta Rolando Villazón. Asistí a los dos últimos espectáculos citados, en los que me he tenido que dejar una suma de dinero muy considerable.

Divido los comentarios en tres partes, esta primera para hablar del foso: Bartoli se trajo a la orquesta de la que es fundadora y directora artística, Les Musiciens du Prince-Monaco, junto a su titular Gianluca Capuano. Sobre este ya dije algo (aquí) a raíz el disco grabado para Decca con Varduhi Abrahamyan; la mezzo armenia, por cierto, nos dio el plantón en Viena sin mediar explicación alguna. Vuelvo ahora sobre el tema, pero permitiéndome una digresión a nivei general: me parece absolutamente necesario distinguir entre la óptica interpretativa adoptada, por un lado, y las cualidades tanto técnicas como expresivas del músico de turno.

Digo esto porque en el asunto de los instrumentos originales todavía hay melómanos que adoptan posiciones apriorísticas muy equivocadas. En un extremo, los dispuestos a defender a cualquiera que haga, poniendo en práctica criterios HIP, algo poco convencional, llamativo y que –a ser posible– moleste a las sensibilidades más acomodaticias, simplemente por el hecho de hacerlo así: si le toca las narices a los rancios, este artista es de los míos. Eso es lo que explica que se aplauda sin reservas a un director tan mediocre en lo técnico como Maxim Emelyanychev o a violinistas de sensibilidad tan detestable como Patricia Kopatchinskaja o –al menos en Beethoven– Lina Tur Bonet.

En el extremo opuesto, los que siguen empeñados en afirmar que todo el historicismo es una tomadura de pelo –parten para ello de una monumental falacia: que los músicos HIP intentan que las partituras suenen como lo hicieron en su época–, que la sonoridad de los instrumentos de épocas pasadas es deficiente per se y que no existen otras posibilidades de hacer realmente bien la música que aquellas que parten de la gran tradición centroeuropea. En consecuencia, muchos grandísimos artistas de la corriente “históricamente informada”, de Pinnock a Haïm pasando por Koopman o Brüggen, serán vistos como unos meros advenedizos bienintencionados que no solo no aportan nada interesante, sino que pueden llegar a ser igual de malos que los realmente malos, es decir, gente como Minkowski, como Onofri… o como Gianluca Capuano, que es quien nos ocupa.

A mi entender, este señor parte de un planteamiento plausible: Rossini con instrumentos originales y articulación historicista. Ya Roger Norrington, no precisamente santo de mi devoción, hizo en su momento un buen disco de oberturas sobre esta base. Capuano va a más. Su articulación se encuentra mucho más marcada, el fraseo es más agresivo, la aspereza sonora considerable, y además le pone mucha imaginación al asunto a la hora de ornamentar. Incluso incluye un pianoforte al continuo en las oberturas. Todo ello, mucho ojo, garantizando siempre la agilidad, la frescura y el carácter bullicioso que necesita la música del de Pésaro. Hasta ahí, perfecto.

¿El problema? Capuano dirige con brocha muy gorda. Gordísima. Las texturas no están bien desmenuzadas, el fraseo es muy poco sutil y los crescendi rossinianos se encuentran planificados a lo bestia. Hay en sus realizaciones dinamismo y chispa, ciertamente, pero no sensualidad, ni elegancia, ni efusividad melódica. Y las novedades que presenta, sean fruto de una presunta investigación o más bien de las ganas de hacer cosas distintas, son algunas de un mal gusto que echa para atrás: por ejemplo, el portamento hacia abajo de la cuerda para referirse musicalmente al “meschino calunniato, avvilito, calpestato” en la celebérrima aria de Don Basilio.

En cuando a Les Musiciens du Prince-Monaco, me parecen una orquesta normalita, sin ser del todo mala: creo que con otro director lo harían bastante mejor.

Bueno, ¿y las funciones en que yo estuve? Creo que Capuano dirigió Il turco in Italia con mera solvencia, incluyendo los aciertos y desaciertos antes comentados, mientras que en la gala se movió entre lo mediocre y lo francamente malo. Lo que hice en esta última fue, en la medida de lo posible, olvidarme de él y centrarme en las voces. Pero sobre eso escribiré otro día. Ahora estoy cansado.

13 comentarios:

Ángel Carrascosa Almazán dijo...

Fernando: Por lo que veo, "parto de una monumental falacia: que los músicos Históricamente Bien Informados intentan que las partituras suenen como lo hicieron en su época". Ya que según tú estoy tan equivocado, me gustaría saber que, sino es eso, ¿qué es lo que intentan?
Angel Carrascosa.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Mucho me temía que, como otras veces, te tomas estas cosas como una especie de afrenta personal. Pero sí, creo que ese dicho tuyo qe tantísimas veces he leído de "igual que no intentamos imitar a Stravinsky en sus interpretaciones, que eran malas, no debemos intentar que Beethoven sonara como en su época", parte de una mentira.

Las interpretaciones HIP nunca han intentado reproducir cómo sonó la música en su época. Tal cosa es, sencillamente, imposible. Lo que intentan es recuperar el fraseo, las ornamentaciones (en su caso) y el color que son propios de una estética determinada, para que el barroco -o el repertorio que sea- suene propiamente barroco. Por mucho que te enfades, tu admiradísimo Raymond Leppard hacía sonar a Haendel como a Mozart: elegante, equilibrado, cantable. ¿Me gusta? Sí, Leppard es un enorme músico que he aprendido a amar gracias a ti, precisamente, pero esa no es la estética del barroco. Ni de coña. El barroco, dentro de su enorme variedad regional, exige una dosis de teatralidad, de claroscuros y de ornamentación que con ese y otros músicos no historicistas no aparecen no por el forro. Y algo sé de lo que es eso de la estética propia de un estilo, después de cinco años de carrera, veintiuno de experiencia docente y unos cuantos artículos científicos sobre historia del arte, me parece a mí.

Un saludo.

Ángel Carrascosa Almazán dijo...

No me lo tomo como una afrenta personal, eso es solamente tu imaginación.
El ejemplo de Stravinsky no está bien traído: no era un buen director. No es el caso del pianista Rachmaninov.
He oído y leído cientos de veces que los HIP SÍ intentan reproducir el sonido de la época, dicho incluso por ellos mismos. Lo cual, coincido contigo y con Harnoncourt, es imposible. Si no lo intentaran, ¿por qué no tocan con los instrumentos modernos?
Más cosas: ¿cómo se sabe de qué manera fraseaban hace 300 años? Un tratado no puede ser suficiente: necesitaríamos una grabación.
En cuanto a las ornamentaciones, eso sí que es un gusto de la época muy pasado de moda (es mi opinión), salvo que sean discretas. Tengo una integral del clave de Couperin por un reconocido clavecinista en la que me resulta imposible imaginar lo escrito por el autor, ahogada la música entre tantos, permanentes, infinitos adornos. No lo soporto, y eso que es un álbum elogiadísimo.

También los portamentos en los instrumentos de cuerda fueron el gusto de la época hace 80 o 100 años, y hoy casi nadie los hace, o al menos en un grado enormemente inferior. Era la moda de entonces, pasajera como todas las modas.
De poco me sirve, no me convence, lo siento, que seas un investigador de las artes plásticas antiguas. Yo hablo de música. Y dudo mucho que todas las cuerdas sonaran a lata, cuando ya existían los Stradivarius.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

"Investigador de artes plásticas antiguas". Voy a concretar: investigador sobre arquitectura y pintura de los siglos XIII al XV en Andalucía. Investigador de segunda fila, desde luego, pero pienso que con dignidad. Y profesor de Historia de Arte durante muchos años, aunque sea en institutos y no en la universidad. También a mucha honra, y con muchos estudios de por medio que intento ampliar años tra año con mkucho esfuerzo con mi parte: en Schönbrunn he podido ampliar sensiblemente mis horizontes sobre ese Arte Rococó que siempre he adorado y tú detestas, por cierto.

Como veo que consideras que la estética de la música no tiene necesariamente que ver con la de la arquitectura, la escultura o la pintura deeuna época (supongo que pensarás lo mismo con respecto a la poesía o al teatro), y que por tanto mis pobres conocimientos sobre qué es el Barroco y cómo se diferencia del Clasicismo de nada sirven en esta cuestión; y como también consideras que las décadas de investigación musicológica sobre los colores que tenía la música o cómo se podía ornamentar no son sino una monumental tomadura de pelo de intérpretes y casas discográficas, no tiene el menor sentido seguir aquí esta conversación que ya hemos tenido muchas veces en persona, sin éxito alguno por mi parte.

No he escrito para ti, en cualquier caso, porque hacerte cambiar de opinión en esto es un imposible, sino para los lectores a los que tal vez pueda hacer ver que las cosas son mucho más complejas que ese blanco y negro (historicismo obligatorio/historicismmo caca de la vaca) con que algunos se empeñan en ver la realidad. Saludos.

Ángel Carrascosa Almazán dijo...

Solo una precisión, pues no vamos a convencernos mutuamente: no es cierto que yo deteste el Rococó, en absoluto (por ejemplo, las iglesias blancas de Baviera y Austria). Detesto escuchar en plan rococó el Quinteto, el Concierto de clarinete o las últimas Sinfonías de Mozart.
Ángel Carrascosa.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Me refería a los pintores Boucher y Fragonard, de los que creo haberte oído renegar. Ojalá sea una confusión por mi parte. Si fuese así, mil perdones.

Antonio Pérez Villena dijo...

Espinoso asunto. Yo comparto muchos aspectos de lo que has escrito en esta publicación Fernando. La cuestión historicista tiene dos vertientes en mi parecer, por un lado la netamente investigadora que si es un intento de acercar las interpretaciones a un resultado más próximo al momento histórico, pero siempre hui de la definición 'autenticidad' porque me resulta tan talibán como afirmar que por definición las orquestas con réplicas de instrumentos 'suenen a lata' (un clave Pleyel si que suena a lata, y es el apropiado para tocar el concierto de Falla o el de Poulenc). En este aspecto ha llovido bastante, y es cierto que la técnica requerida para dominar estos instrumentos es bien jodida. En lo que a mis modestos conocimientos respecta, cuando he tocado algún órgano histórico, encontrar el punto exacto de la pulsación donde el aire toma vida en los tubos requiere de una experiencia nada desdeñable. Así pues, las cuestiones organológicas SI DETERMINAN claramente los aspectos interpretativos. Quiero decir con esto, que tocar con instrumentos de época o réplicas no es un mero capricho de cuestiones tímbricas, da luz sobre la música en sí.

La otra vertiente es la que supone un elemento de reacción frente a una tradición interpretativa, esa necesidad tan humana por otra parte de cuestionar lo establecido. Para mi más que la música orquestal, la que ha resultado beneficiada de esta 'revulsión' ha sido la coral. Señor, ese Tomás Luis de Victoria cantado con esos vibratos caprinos... escalofríos me dan cuando revisito esa parte de mi discoteca. (Si, escucho de todo). Pero también es cierto que en este replanteamiento de criterios hay mucho listo y mucha mercadotecnia. En España tenemos formaciones muy serias que hacen un trabajo tanto de interpretación como de redescubrir repertorios olvidados, Los Músicos de Su Alteza es un claro ejemplo. Y luego los que tienen claro que hay que vender, como Forma Antiqva, a los que escuché en directo en la pasada edición del Festival de Música Antigua de Úbeda y Baeza destrozando repertorio dieciochesco en una supuesta reconstrucción de las convulsiones sociales del Madrid de esa época (o sea, montarse una película). Esto no deja de ser un sino de los tiempos que vivimos.

Dicho esto, no tenemos que ser afines ni expertos en todos los repertorios. Yo reconozco mis limitaciones con Mahler, y no por ello desdeño su música, pero tengo la 'cosilla' de no meterme en jardines con la misma. Y hace dos días se llenaba la plaza de toros de Granada con Rosalía... y en fín... que paren el tren que me bajo.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Lo de Rosalía es algo así como un anuncio del Fin del Mundo, ciertamente.

Por lo demás, lo has explicado mejor de como este pobre "investigador de artes plásticas antiguas" es capaz de hacerlo. Cien por cien de acuerdo con todo lo que dices.

En cuanto a Carrascosa y a su negativo/gemelo, Eduardo Torrico alias Bellerofonte, allá ellos. Yo cada día tengo más claro que lo tengo todo poco claro, es decir, que hay muchas maneras de ver las cosas. Las verdades reveladas no son para mí.

Javier dijo...

El debate entre el historicismo y lo moderno seguirá vigente; directores, orquestas y críticos continuarán iluminando en su confrontación los aspectos oscuros de un punto de vista y del otro. Enhorabuena a los tres por vuestros comentarios. Muy interesante.

goldfinger dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Goldfinger, con ese nick puede usted publicar aquí lo que quiera... ¿Sabe que pude oir cantar en directo a la mismísima Pussy Galore? Fue en Londres, obviamente haciendo la Fraulein Schneider. Me quedo de piedra con lo de Ángel, la verdad. No lo esperaba.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Se me olvidaba, ¡muchas gracias oir hacerme sentir útil! Saludos.

goldfinger dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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