viernes, 4 de junio de 2021

Sinfonía de Réquiem, de Britten: discografía comparada

Benjamin Britten compuso su Sinfonia da Requiem en 1940 a instancias del gobierno de Japón. Este terminó rechazando la obra, al parecer por los títulos de sus tres movimientos: Lacrymosa, Dies Irae y Requiem aeternam. Importó poco: pronto se convirtió en un importante jalón no solo de la labor compositiva del joven maestro –veintiséis años–, sino también de su marcado activismo pacifista. Desdichadamente, aún no ha recibido toda la atención discográfica que merece. Les dejo con algunas sugerencias antes de tomarme un descanso de este blog por una breve temporada.

1. Barbirolli/Filarmónica de Nueva York (30 de marzo de 1941). Esta es la grabación del estreno; la del día siguiente, para ser exactos. Las limitaciones de la toma dejan entrever una interpretación de alto nivel, muy comprometida en la expresión, pero a Britten no le terminó de convencer. Según recogen las notas de la carpetilla, le escribió a Kusevitski que encontraba “some of the speeds rather unsatisfactory – the first and last movements being too slow, & a bad slow-up in the middle of the 2nd movement” (9’50’’, 4’48’’ y 8’05’’ son las duraciones). Atreviéndonos a llevarle la contraria al compositor, precisamente lo que más nos gusta es el movimiento conclusivo, expuesto –efectivamente– con gran lentitud, pero no solo sin que se pierda el pulso, sino construyendo admirablemente las tensiones hacia un clímax de una emotividad y grandeza trágica abrumadoras. (8)

 

2. Britten/Sinfónica de la Radio Nacional Danesa (Decca-Heritage, 1955). El compositor tiene la oportunidad de corregir personalmente los tempi de Barbirolli (8’14’’, 5’19’’, 6’09’’) y de ofrecer una interpretación, merced a las ventajas del estudio, más depurada que la del estreno. Y lo hace con muy apreciable excelencia técnica y –evidentemente– absoluta perfección estilística, es decir, sabiendo combinar elegancia y garra dramática, pero lo cierto es que se echa un tanto de menos la intensidad que Sir John conseguía en el Requiem Aeternam. La toma, monofónica, ha sido transferida por Heritage desde un vinilo. (8)

 

3. Barbirolli/Sinfónica de la BBC (BBC Legends, 1957). Descomunal interpretación, de corte marcadamente expresionista, con un primer movimiento lleno de desazón gracias a su calculadísima administración de tensiones, un segundo incisivo, feroz e implacable, pero en absoluto decibélico o de cara a la galería, y un tercero que alcanza –de nuevo increíbles las tensiones– un clímax acongojante al mismo tiempo bellísimo y desesperado. Lástima que la toma sonora monofónica, muy aceptable, tenga que luchar con la acústica lejana del Royal Albert Hall en este concierto de los Proms. (10)

 

4. Britten/Orquesta New Philharmonia (Decca, 1964). El productor John Culshaw puso a disposición de Britten la que por entonces era la mejor orquesta del mundo, más una excelente ingeniería de sonido, para legar a la posteridad la grabación “oficial” y definitiva del propio autor, quien demostró su enorme talento como director de orquesta ofreciendo una recreación de asombrosa perfección técnica, siempre dentro de una línea interpretativa caracterizada por la moderación y el equilibrio entre los componentes expresivos de la página, sin intención de restarle virulencia pero sin necesidad tampoco de cargar las tintas. Por cierto, que ahora en los movimientos extremos va un poco más lento y se aleja menos de aquella primera aproximación de Barbirolli (8’51’’, 5’03’’, 6’37’’). Ideal para quienes quieran escuchar por primera vez la obra. (9)

 

5. Previn/Sinfónica de Saint Louis (RCA, 1964). Aunque del joven y aún hollywoodiense Previn podríamos esperar una recreación eminentemente “cinematográfica”, lo cierto es que su lectura se aparta tanto de la inmediatez más o menos descriptiva como de las angulosidades expresionistas para bucear en la atmósfera siniestra y malsana de la página, sobre todo de su primer movimiento; el segundo es irreprochable, reservando el maestro para el tercero una mezcla de lirismo y congoja de los más adecuada. Lástima que la toma haya quedado anticuada. (8)

 


6. Barbirolli/Orquesta del Concertgebouw (Testament, 1969). Al final de su vida y en plena ludicez interpretativa –Sir John maduró muchísimo a partir de finales de los cincuenta–, el maestro británico nos ofrece su interpretación definitiva. Curiosamente, no es la más tremenda y expresionista de ellas, sino la más impregnada de humanismo, la más emotiva y también la más hermosa. El Lacrymosa es ante todo inquietante y atmosférico; el drama no descansa en las intervenciones de los timbales, sino en la desasosegante y muy minuciosa planificación de las tensiones. El Dies Irae resulta implacable sin cargar las tintas en la agresividad. Y el Requiem aeternam –7’02’’, un minuto menos que en el estreno cuya lentitud molestó al compositor– consigue una mezcla de sensualidad, fuerza trágica y elevación espiritual abrumadoras. ¿El problema? Una toma sonora, en vivo, más bien turbia y chata en dinámica. ¡Qué lástima! (10)

 


7. Previn/Sinfónica de Londres (EMI, 1973). Aunque ralentiza los tempi –de manera considerable en el primer movimiento– con respecto a su registro diez años anterior, lo cierto es que este nuevo acercamiento Previn no acentúa los aspectos góticos de la música que en aquella ocasión tanto le interesaban –lo siguen haciendo–, sino que añade una dosis mayor de carga dramática y rebeldía –tremendos los timbales, muy bien recogidos por una toma que ahora sí está a la altura– para redondear una ortodoxa, sensata y musicalísima interpretación, admirablemente planificada y no menos bien tocada, que alcanza un perfecto punto de equilibrio entre elegancia, lirismo y garra dramática. Se pueden preferir acercamientos más a flor de piel, pero difícil es hacer un solo reproche a los resultados. El clímax del tercer movimiento sigue alcanzando una cantabilidad y una emotividad dignas de admiración. (9)

8. Rattle/Ciudad de Birmingham (EMI, 1984). Interpretación todo lo extrovertida, brillante e idiomática de lo que se puede esperar de Rattle, además de emotiva y llena de sincerad, aunque el solo de saxo del movimiento central es un punto más elegante de la cuenta y, en general, la interpretación no es todo lo expresionista y dramática que podía haber sido. (9)

 

9. Bedford/Sinfónica de Londres (Collins-Naxos, 1989). Aunque la grabación se realizó en inmejorables condiciones en los estudios de Abbey Road, da la impresión de que los ingenieros de sonido pusieron muy en primer plano a los timbales y no capturaron a la cuerda con suficiente cuerpo. De ahí quizá que el primer movimiento arranque y termine de manera tremebunda –el timbalero es sensacional–, mientras que lo que hay por medio resulte un poco menos denso de lo conveniente. O quizá sea que Steuart Bedford –perfecto conocedor del mundo de Britten: estrenó Muerte en Venecia– tenga de la página una visión mucho antes british que expresionista, lo que desde luego puede decirse de un hiperlírico movimiento conclusivo. El Dies Irae está muy bien, pero solo eso. (8)

 

10. Hickox/Sinfónica de Londres (Chandos, 1991). Soberbia, sensacional toma sonora (¡tremenda la percusión!) para una lectura de altísimo nivel. Por una parte, el malogrado director británico realiza un trabajo técnico extraordinario al frente de la magnífica orquesta –extrañamente, única grabación de la LSO– tratándola con tanta sensualidad como refinamiento sin caer en lo excesivamente pulido. Por otra parte, y sin llegar a la visceralidad y el humanismo de un Barbirolli, se compromete en la expresión y sabe llegar a un irreprochable punto de encuentro entre la elegancia propia del universo de Britten y la fuerza dramática que demandan los pentagramas. El Requiem aeternam es antes consolador que trágico, e incluso fugazmente se acerca a lo delicado, pero poco a poco –el tempo es lento: 7’38’’– y con un fraseo de enorme cantabilidad se va acercando hasta un clímax de emotiva grandeza. Si no fuera porque evito los decimales, le pondría un nueve y medio. (9)

 

11. Marriner/Sinfónica de la radio de Stuttgart (Capriccio, 1993). Podría pensarse que la  decepción de este registro tendría que venir de la falta de afinidad del flemático Sir Neville con una obra tan visceral como esta, pero no es así. De hecho, la batuta se encrespa de manera considerable y no regatea en dramatismo. El problema, más bien, es que el veterano maestro parece no tener bien trabajada la obra. Los dos primeros movimientos resultan un tanto planos, lineales, parcos en atmósfera y de clímax más decibélicos que preparados. Solo en el Requiem Aeternam, llevado con un poco de más prisa de la cuenta (5’44’’) la batuta puede hacer gala de la elegancia que le es consustancial; el clímax resulta más vehemente que grandioso. (7) 

 

12. Myer Fredman/Sinfónica de Nueva Zelanda (Naxos, 1994). No es esta precisamente la interpretación más minuciosamente planificada, ni la más depurada en lo sonoro, pero pese a ello –o tal vez precisamente por eso– desprende cierta sensación de espontaneidad y frescura que la hace atractiva. Al menos en los dos primeros movimientos, que funcionan con bastante solvencia. Pincha seriamente el tercero, llevado con prisas (5’30’’) y más bien escaso de poesía. La toma sonora está en la línea habitual de Naxos. (6)

 

13. Adès/Sinfónica de la BBC (YouTube, 2013). Notabilísima la recreación dirigida por el compositor londinense Thomas Adès, sólida en la arquitectura, natural en el fraseo y siempre certera en la expresión, dentro de un enfoque muy british en el que la elegancia pone por delante de la visceralidad, pero sin por ello dejar de poner el dedo en la llaga. Lástima que la toma no sea la mejor posible y no nos permita disfrutar como es debido con la grandeza del clímax del Requiem aeternam. (9)


14. Mirga Grazinyte-Tyla/Ciudad de Birmingham (DG, 2019). Beneficiado de una modélica toma –naturalidad, equilibrio, transparencia y fidelidad tímbrica garantizadas en el streaming HD– este registro es ante todo una demostración de portentosa técnica por parte de la directora lituana, que planifica con enorme depuración sonora y tanta atención a la globalidad como al detalle. Eso sí, siempre dentro de una óptica eminentemente apolínea –también en el tratamiento de la tímbrica–, lo que ni le impide ofrecer un notable, no especialmente emotivo Lacrymosa, y un magnífico Dies Irae. El problema llega en el Requiem Aeternam: no solo esta señora va más rápido que casi todos (5’34’’), sino que incurre en una molesta mezcla de asepsia y blandura que pasa por completo de largo ante la intensidad de los pentagramas. (8)

3 comentarios:

Observador dijo...

A pesar de que no estoy familiarizado con esta obra, encuentro necesaria su comparativa. La volveré a escuchar. Muchas gracias, Fernando.

Bruno dijo...

Cristian Muñoz nos regala unos enlaces a la obra en https://manfredwanders.blogspot.com/2021/06/britten-sinfonia-da-requiem-6-reference.html#comment-form

bruckner13 dijo...

Se te olvidó una grabación que posees: la de Ozawa en la caja con grabaciones para Philips.

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