sábado, 19 de septiembre de 2020

Vuelve el Villamarta, y vuelve la Film Symphony Orchestra

Viernes 13 y sábado 14 de marzo de 2020 eran las fechas que tenía la Film Symphony Orchestra, tras aquel homenaje a John Williams de 2019 que ya comenté aquí, para volver el Villamarta. Recuerden: hablamos del fin del semana en que comenzó el confinamiento. Fueron los  primeros eventos cancelados por el teatro jerezano, y también los primeros conciertos que desaparecieron de la apretada agenda de la FSO. Por eso lo de ayer viernes 18 y hoy sábado 19 de octubre es una maravillosa noticia: tanto el Villamarta como la orquesta se han reencontrado con el público. Y haciéndolo justo en el punto en el que lo dejaron.


Aunque la enorme felicidad que a todos nos transmite este hecho se pone muy por encima de cualquier otra consideración, no quiero dejar de apuntar las cosas que me convencieron y las que no. Entre las primeras, la dignísima calidad de la orquesta, ciertamente desequilibrada en sus componentes –poca cuerda para tanto metal– pero muy sólida y entregada. La magnífica verborrea de su director Constantino Martínez Orts, quien demostró no solo amar profundamente esta música sino también conocerla al detalle, no ya por la enciclopédica prolijidad del dato –solo se confundió al atribuir la sintonía de Dallas a Bill Conti– sino también por sus certeros análisis musicales. Y el manifiesto entusiasmo que su batuta es capaz de transmitir a los músicos.

Entre las cosas que no me gustaron, la tendencia a acumular decibelios por parte del propio Martínez Orts y su escaso interés por el matiz. La atosigante y en más de un momento agresiva luminotecnia desplegada, que junto con la niebla artificial convertía aquello en una mezcla de musical de Broadway y de discoteca que nada aportaba a la música y mucho distraía de ella. El vestuario, recién salido del Museo de los Horrores. Y los numeritos finales –Cantine Band y Mambo de Leonard Bernstein–, con maneras literalmente copiadas de Dudamel y su orquesta venezolana.

Un cambio muy positivo respecto a la ocasión anterior: esta vez no había amplificación. O al menos –entre la niebla creí ver algunos micrófonos, aparte de los de los solistas–  ha resultado mucho más sutil que entonces. La orquesta ha sonado bastante más natural, menos metálica.

En cuanto al repertorio seleccionado, me pareció que hubo de todo. Es estupendo que estos señores no se lancen a lo trillado y quieran mostrar al público que hay muchísimas música interesantes por conocer entre las creadas para el cine, pero Martínez Orts no siempre acertó. Por ejemplo, del enorme John Williams tuvimos las dos caras de la moneda, la sublime inspiración de A.I. y la rutina de Solo. Hans Zimmer se hizo presente con la subyugante Interstellar, pero de su “discípulo” Klaus Badeld hubo que soportar La Maldición de la Perla Negra, muy en la línea de los bodrios del propio Zimmer para otras entregas de la saga Piratas del Caribe. El secreto de la pirámide es el mayor legado de Bruce Broughton a la pantalla grande. Norte y sur, una elegante, emotiva y modélica sintonía del mejor Bill Conti posible. Fue bonito escuchar en directo Amélie, de Yyan Tiersen. King’s Row de Korngold supo a muy poco: ¿dónde estaban los otros grandes clásicos de Hollywood, los Herrmann, Rózsa, Waxman o Newman? El personal se lo pasó en grande –yo debo de ser muy sieso– con la suite de Aladdin, de Alan Menken. Y una gozada total –también para mi– “El éxtasis del oro” de El bueno el feo y el malo; la parte vocal corrió a cargo de la soprano Paloma Friedhoff con resultados extraordinarios, desde luego muy superiores a los que el propio Morricone acostumbraba a ofrecer en concierto.

Al finalizar el evento, Martínez Orts tuvo el precioso y muy significativo detalle de sacar al escenario al personal técnico del Villamarta: buena manera de recordarnos que eso de la cultura no solo compete a los artistas y a su público. Y todos salimos con la sensación, probablemente infundada, de haber vuelto a la normalidad.

1 comentario:

bruckner13 dijo...

Esta orquesta fue noticia no hace mucho por querer pagar a músicos de refuerzo con entradas de la propia orquesta. Es como si trabajaras en un supermercado y te pagaran con productos del mismo. Los responsables de esta formación no tienen vergüenza alguna. Formación a evitar.

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