domingo, 9 de junio de 2019

Barenboim interpreta a Brahms en Pekín

Apuntaba en la anterior entrada algunas razones para el actual pesimismo (musical, aunque no solo musical) que me tiene atrapado. Pero en este mundillo también ocurren cosas buenas. El más grande pianista de los últimos cien años y una de las más grandes mentes musicales que se han conocido acaba de renovar al frente de la Staatsoper berlinesa y de su correspondiente Staatskapelle hasta 2027, al tiempo que ha sido nombrado por la Filarmónica de Berlín como el primer director honorario de su historia, ahí es nada. ¡Qué ridículo tan grande hizo ese famoso crítico de Scherzo que escribió allá a principios de los noventas en las páginas de la referida publicación que Daniel Barenboim era "un correcto pianista metido a director"!


Para terminar de alegrar un poco las cosas, llegan de pronto a YouTube dos vídeos con Barenboim y su Staatskapelle en Pekín. Acabo de ver el primero de ellos: 19 de noviembre de 2018, con las sinfonías Tercera y Cuarta de Brahms en el programa. La copia suena mal, pero un puede hacerse una idea de los resultados. Ya ustedes se imaginan que a mí me han gustado mucho: un placer escuchar un Brahms así, denso y musculado en lo sonoro, fogoso y lleno de conflictos en la expresión, amplio en el canto de las melodías muy muy concentrado cuando debe, pero sin quedarse en la superficie de esa belleza sonora sino indagando en los aspectos más reflexivos de la misma, incluso poniendo de relieve su amargor…

Dicho esto, la verdad es que la Sinfonía nº 3 no me ha parecido tan buena como la que editó hace poco Deutsche Grammophn, más rica en concepto, más atenta al goticismo de los movimientos centrales, quizá más paladeada en algunos pasajes y más pródiga en matices. Los primeros compases, como ya ocurriera en aquella todavía un tanto verde recreación con la Sinfónica de Chicago, no parecen del todo bien planteados, y a la disolución final de la partitura se le podría sacar más partido. En contrapartida, el Poco allegretto ofrece alguna afortunada solución creativas que, de paso, demuestra un colosal dominio de la agógica. La orquesta está divina, como también el trompa solista a pesar de un ligero desliz en el tercer movimiento

En la Sinfonía nº 4, como en el citado registro para DG, Barenboim no termina de sacar todo el partido posible al Allegro non troppo inicial, incandescente y de incuestionable idioma brahmsiano, pero un tanto unilateral; el arranque no está tan conseguido como en el disco y su conclusión, muy extrañamente, ofrece un regulador que hace perder dramatismo. Muy paladeado el Andante moderato (¡qué manera de hacer cantar a la cuerda berlinesa hacia el minuto 1:30 del vídeo!), decidido y altamente dramático el Allegro giocoso y memorable, por lo encrespado y visceral, la passacaglia conclusiva: de las cincuenta y siete versiones que tengo comentadas en mi blog de notas, esta es una de las más impresionantes tanto por la unidad que consigue a lo largo del movimiento -algo dificilísimo-, planteado con flexibilidad pero siguiendo una lógica desarmante, como por la manera de acumular tensiones hasta una última variación tremebunda que desemboca en una coda enfurecida y nihilista que nos deja sin el menor atisbo de consuelo. Ya no quedan muchos músicos así. Hay todavía enormes intérpretes de Brahms, como Haitink, Nelsons o Dudamel, pero ninguno que se arriesgue de semejante manera.

Solo añadir una cosa: ¡vean la filmación antes de que la borren!

3 comentarios:

Ramón dijo...

"Pablo Iglesias, pese a que me parece un señor de tendencias totalitarias, me plantea unas ideas con las que en buena medida comulgo"
Eso dice, y a continuación cierra el hilo de "Mi preocupación es Vox", no vaya a ser el demonio que, igual que Nemo, Savater o cualquier ciudadano con principios democráticos, refute los tópicos y miedos que los medios le han imbuido al sacerdote de Barenboim. Todo muy democrático. Escuchen mi soflama -viene a decir en un blog musical-, pues no resiste a hacer partícipes a los seguidores de sus ideícas sobre la dicotomía derecha-izquierda en la que sigue creyendo, y el peligro que representa la primera, mientras que la segunda, donde confluyen ETA, Podemos y todo el Fachinazionalismo catalán y vasco, no parece preocuparle. El problema es Colón, donde se manifestaron los partidos en contra de un "relator" entre el gobierno de España y el gobierno de Cataluña, como si se tratasen de naciones distintas en conflicto. Una vez que se acepta la manipulación lingüística facha, totalitaria y supremacista, todo lo demás viene rodado. Así, las tendencias totalitarias son un mal menor, pues las ideas buenistas, aunque se contradigan con la realidad a lo largo de la historia y de las décadas que llevamos de democracia en España, son chanchi piruli.
Como había cerrado el hilo susodicho y visito su blog de vez en cuando, revisando sus aportaciones, me perdonará este excurso que no viene a cuento en relación con la entrada del blog. En mi descargo diré que ante la "censura" de cerrar el hilo mencionado, me he atrevido a perder el tiempo escribiendo esta nota que, supongo, también será censurada y suprimida.
Sr. Machuca todos tenemos culo, pero no todos lo vamos enseñando. Si este es un blog de música, no ofenda su inteligencia haciéndose pasar por pensador, filósofo, economista, psicólogo, sociólogo, físico nuclear o criador de canarios: para tales propósitos abra otro u otros blogs, y así podremos calibrar sus conocimientos y deleitarnos con sus aportaciones.
Por último, celebro que vaya matizando su percepción respecto al último Brahms de Barenboim, director tantas veces injustamente aclamado como, en su grabación brahmsiana para la DG, injustamente desdeñado, o casi.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Mire usted, Ramón, ni le censuro su mensaje ni pienso contestarle más allá de recordarle que este espacio es mío y escribo en él lo que me da la gana. No es una revista ni un medio pagado. Usted es libre de leerme o no hacerlo. Adiós.

Anónimo dijo...

Estimado Fernando,
A éste ritmo de progreso pianístico de Daniel Barenboim, pronto superará nada menos que a Franz Liszt!

Un cordial saludo.

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