domingo, 21 de octubre de 2018

Pablo Barragán, otro de primera fila

Hace pocos días, una exministra del Partido Popular –la derecha española “de toda la vida”, para los que me leen desde fuera– montaba un monumental revuelo al afirmar que los niños andaluces están mucho peor formados que los del resto de las comunidades autónomas, es decir, las gobernadas por su formación. No seré yo precisamente, que me dedico desde hace dieciocho años a la docencia, quien niegue los gravísimos problemas que afectan a la educación en Andalucía, algo con lo que ciertamente tiene que ver la política educativa socialista. Pero lo que sí dudo mucho es que los chavales de mi tierra tengan menos talento que los de otras. Al menos en música. Baste simplemente recordar una serie de nombres vinculados a la West Eastern-Divan, esa misma formación que algunos calificaban despreciativamente como “orquesta de niños” y que ha resultado ser una cantera de artistas de primera: Ramón Ortega es de Granada y ha pasado de la Radio Bávara a la Filarmónica de Los Ángeles, la también oboísta Cristina Gómez Godoy procede de Linares y es primer atril en la Staatskapelle de Berlín, Pedro Manuel Torrejón González nació en Isla Cristina y asimismo anda muy vinculado a Barenboim y su orquesta berlinesa.


En la misma lista debemos incluir a Pablo Barragán, nacido en Marchena en 1987 y clarinete excepcional, cosa que demostró sobradamente el pasado viernes en el Teatro Villamarta interpretando, en arreglo para pequeña orquesta de cámara, el precioso Quinteto para clarinete de Carl Maria von Weber. Esa misma tarde había escuchado en casa la magnífica grabación de Sabine Meyer. Pues bien, la justamente mítica clarinetista alemana resulta inalcanzable en técnica, depuración y belleza sonora, pero a mí me parece que Barragán no le va a la zaga –antes al contrario– en intensidad y compromiso. Una experta melómana me comentaba al terminar que el solista había evidenciado algunas vacilaciones. Vale, pero a mí me importa muy poco eso, porque las mismas no eran sino fruto de arriesgar muchísimo, de moverse todo el tiempo en la cuerda floja (¡qué pianísimos!) para explorar las posibilidades expresivas de la música. Tensión y comunicación por encima de la mera belleza sonora: eso es lo que distingue a los artistas de verdad de los meros vendedores de sonido.

A Barragán le acompañaban la Orquesta de Cámara Eslovaca y su director-solista Ewald Danel, que funcionaron de manera notable en la página de Weber y ofrecieron lo que parecían muy dignas recreaciones de la simpática Serenata para orquesta de cuerda de Eugen Suchoň (1908-1993) y de la Música eslovaca de un tal Ilia Zelenza (1932-2007), para terminar brillando en las deliciosas Danzas rumanas de Bartók. El escaso público del Villamarta (¡qué lejos quedan aquellos tiempos en que se llenaban sus 1200 butacas en cualquier espectáculo de música clásica!) aplaudió con merecido agradecimiento y salió verdaderamente satisfecho. Y yo quedo más atento que nunca a la trayectoria de Barragán, a quien estoy deseando volver a escuchar.

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