Las interpretaciones propiamente dichas son del alto nivel esperable en Sir Georg, y aunque en algún caso defrauden un tanto –las brujas de Macbeth, los gitanos de Il trovatore–, en general Solti da buena cuenta de su desarrolladísimo sentido teatral, de su capacidad para descender a la filigrana sin perder de vista el trazo global y, sobre todo, de esa mezcla de electricidad y rusticidad bien entendida que tan bien le sientan al mundo verdiano. La Sinfónica de Chicago, por su parte, despliega una brillantez ideal para números tan vistosos como el auto de fe de Don Carlo o la marcha triunfal de Aida. Y Margaret Hillis da buena cuenta de su habilidad en la complicada fuga del Sanctus de la misa de difuntos.
Un único reparo serio: la toma sonora, realizada en el Orchestra Hall entre el 4 y el 7 de noviembre de 1989, dista de ser la mejor posible.
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