martes, 16 de febrero de 2016

Harnoncourt se despide con una caricatura de sí mismo

El 5 de diciembre de 2015 Nikolaus Harnoncourt anunciaba su retirada por motivos de salud, pero el viejo zorro se guardaba un as en la manga para ofrecer una despedida a la altura de las circunstancias. Es decir, con la mayor provocación de toda una carrera llena de ellas: Quinta de Beethoven registrada en directo en la Musikverein vienesa entre el 8 y el 11 de mayo del pasado año, veinticinco años después de su muy personal pero –a la postre– coherente y en no pocos aspectos reveladora integral sinfónica para Teldec, solo que ahora con su orquesta de instrumentos originales de toda la vida, el Concentus Musicus Wien, y llevando mucho más lejos sus planteamientos interpretativos. Tanto, que los resultados parecen una grotesca caricatura de su propio modus operandi pergueñada por el peor de sus enemigos con ánimo de ridiculizarlo.

De este modo, si la Orquesta de Cámara de Europa de su registro de 1990 era relativamente pequeña, su Concentus Musicus suena canijo. Si entonces apostaba por una articulación incisiva y recortada, ahora frasea en plan pimpante, frivolón incluso, alejándose de cualquier atisbo de cantabilidad y efusividad lírica. Si buscaba subrayar los claroscuros teatrales, ahora se decide por contrastes dinámicos extremos que ríase usted del Karajan desmadrado. Si se interesaba en buena medida por el carácter belicoso y combativo de la obra, ahora hace aporrear a los timbales y bramar a los metales –que rajan de una manera considerable– como si estuvieran en la versión más salvaje de La consagración de la primavera. Y si buscaba un nuevo equilibrio de planos sonoros en el que los vientos cobraban protagonismo frente a la cuerda, ahora es que sencillamente en los tutti las líneas quedan desequilibradas, y a las maderas –con la excepción del flautín, que debía de tener un micrófono encima– a veces cuesta trabajo seguirlas, tal es el estruendo que arman los chicos del fondo.


Añadamos a todo esto continuos, injustificados, caprichosos y antimusicales parones –la coda final nos hace soltar la carcajada, tal es el sinsentido–, y tenemos el coctel perfecto para irritar no solo a los melómanos tradicionales sino también a los historicistas partidarios del estricto respeto al metrónomo. Aun así, no serán pocos quienes reivindiquen esta lectura como un descubrimiento en toda regla del carácter más rústico, popular, combativo (el maestro hace referencia en la carpetilla a la música al aire libre y a la Revolución Francesa) de Beethoven; también al más vulgar, descarado e incluso gamberro.

Ah, en el disco también viene la Cuarta sinfonía: como sus más descabelladas ideas se las reserva para la op. 67, aquí Harnoncourt se limita a ofrecer una interpretación llena de electricidad pero profundamente desequilibrada tanto en lo sonoro como en lo expresivo, lastrada por la violencia gratuita y con atisbos de cursilería en un Adagio más bien anodino. Mucho mejor su grabación de 1990.

¿Hace falta decir más? Pues sí: no se pierdan este disco. Pocas veces tiene uno la oportunidad de conocer un ejemplo así de terrorismo musical. Decididamente, Harnoncourt despide de la manera más harnoncourtiana: armando el mayor ruido posible.

19 comentarios:

Dr. Ramsés dijo...

Por lo que comentas es el broche perfecto a su 'trayectoria' :-D Ya verás como salen defensores hasta de debajo de las piedras.

Gamberro dijo...

Salgo de debajo de las piedras para defender a Harnoncourt. Cuánta presión con tanto peso encima... Me hace mucha gracia su crítica. Es realmente divertida. Como la música de Beethoven muchas veces. Como el último movimiento de la cuarta o el tercero de la quinta. Está muy bien que un director te haga reír cuando hace esa música. Como también lo está que un crítico te haga reír cuando escribe. Sólo le diré -no voy a perder más tiempo- que comete usted un error tremendo al tener en mente interpretaciones tradicionales de esta música, tocada con instrumentos modernos, mientras escucha a Harnoncourt con un conjunto de instrumentos antiguos. Por poner un ejemplo: Nikolaus no hace sonar a los trombones estridentemente: suenan así. Es simple. Es la radicalidad del sonido de Beethoven. ¿Que qué hago comentando en su blog? Fácil: busqué referencias a este disco y me apareció la suya entre otras. Imagino que habrá tomado sus notas mientras leía una buena edición de estas partituras, por lo que seguramente su crítica tiene fundamento musical (ja, ja).
Ah, ¡no escuche más a Harnoncourt, hombre! Yo tampoco voy a volver a leerle a usted viendo la seriedad de sus textos. Que son divertidos, insisto. Al menos, éste.
¡Salud!

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Muy bien, gamberro, tomo nota. Y si quiero escuchar a Beethoven con instrumentos originales, seguiré escuchando la segunda integral de Brüggen, que como comenté por aquí me gusta bastante. Y también sus instrumentos, que no son menos "originales" (y por ende ni más ni menos presuntamente estridentes) que los del señor Harnoncourt. Un saludo y vuelva su foro de música antigua: se encontrará a gusto entre sus congéneres.

Bruno dijo...

Habrá que dejar los instrumentos de la Filarmónica de Viena un año junto al mar a ver si adquieren el buqué añorado.
Esa discusión va a ser eterna. Nadie sabe qué opina Beethoven. Yo me sospecho que le gustaría la actual Filarmónica. No digamos Mozart con su celestial sonido para la cuerda.
Que yo sepa, Harnoncourt tocó para Karajan y siempre lo despreció. A la recíproca, Karajan vetó a Harnoncourt. Cuestión de gustos.
Pero metiéndome en corral ajeno, hay un denominador común en la forma de argumentar y tratar en los originales: el ruido.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Bruno, no están tan lejos Karajan y Harnoncourt en esta obra. Ambos resaltan mucho más que otros directores los aspectos militaristas de esta música y los dos consiguen los más extremos contrastes dinámicos.

Anónimo dijo...

Aburre (y mucho) los planteamientos del músico vienés mas allá de Mozart. Que un chelista de vieja escuela se metiera en el fregado de los instrumentos de época y toda la revolución que vino después (bendita limpieza aunque mató a los músicos anteriores a Haydn de las orquestas sinfónicas) es meritorio y nunca nos cansaremos de oir su Monteverdi, ciertos Bach o su Telemann. Pero es necesario pegar timbalazos sin ton ni son?. ¿es necesario para poner orden en la música cortar cabezas como en la revolución francesa?. Mucho me temo que en la mente de podemitas-histericistas lo ven como algo inevitable.

Nemo dijo...

Beethoven ya tiene un punto marcial y violento, mezclado con otras cosas, claro. Si se pone el énfasis solo en la energía y las descargas de fuerza el resultado es no solo monótono, sino incluso desagradable. El problema de interpretar Beethoven con una orquesta pequeña de instrumentos más estridentes es que resulta difícil extraer el humanismo, el misterio, la melancolía, la angustia, el anhelo, etc. que también atesoran sus obras. Pero supongo que se puede hacer, con sentido del equilibrio.

Tengo la integral de Harnoncourt y no acaba de convencerme, la verdad. Aunque reconozco que tiene hallazgos y aporta un enfoque algo diferente. En el otro extremo, no acaban de convencerme las grabaciones tardías de Giulini, por su articulación blanda y tempi demasiado morosos, por poner otro caso.

Yo estoy abierto a nuevas propuestas, incluso disparatadas. Hoy puedes escucharlas en Spotify sin pagar un duro, si quieres. Otra cosa es que vuelvas a esa interpretación, no para conocer, sino para experimentar una vez más todo lo que contiene. Para eso me acabo encontrando una y otra vez con Klemperer, con Böhm, Barenboim, Celibidache (sí, su Beethoven me gusta mucho), etc. Y las versiones sueltas, claro.

Pero quizás estas cosas de Harnoncourt o de Chailly tengan un efecto duradero. No en el sentido de cambiar la forma de interpretar las obras, sino como referencias para futuros melómanos. Quién sabe. Ahí tenemos a Karajan, sin ir más lejos, el director más influyente, a través del disco, en la interpretación de estas obras, de largo. Otra cosa es que no se pueda decir "a mi no me va, y además doy mis razones".

A mi tampoco me va. Me parece una gamberrada. Sí, radical, pero gamberrada. Radical me parece esa Quinta de Boulez (1969, Sony), que es una radiografía de la partitura. Pero no es una gamberrada. Es una posibilidad con un criterio, analítico-didáctico, supongo. No es probar algo diferente solo por que es diferente, sino por motivos de más peso (musical). Esto de Harnoncourt no parece sustentado por un planteamiento musical. No he leído la carpetilla, pero parece que la idea que lo sostiene es muy superficial por lo que se comenta aquí.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Estoy muy de acuerdo con sus comentarios, Nemo, incluyendo lo que dice sobre las integrales de Harnoncort y Giulini, aunque tampoco despreciaría a ninguno de estos dos (especialmente al italiano, claro, cuya Novena en DG me parece magnífica).

Y efectivamente, creo que esta segunda lectura harnoncourtiana tiene mucho más de provocación que de radicalidad. En su integral de 1990, guste más o guste menos, aportaba cosas interesantes. La grabación de 2015 es sencillamente salvaje y está pensada para el "que hablen mal de mí, pero que hablen".

José Manuel dijo...

"Si buscaba subrayar los claroscuros teatrales, ahora se decide por contrastes dinámicos extremos que ríase usted del Karajan desmadrado".
Sublime JAJAJJAJAJAJA

Nemo dijo...

He vuelto a escuchar la grabación de Harnoncourt, para ver si me hacía con ella. A base de repetir le voy cogiendo el aire. He comparado con su versión anterior, de la integral, que definitivamente me gusta menos.

Harnoncourt con la Orquesta de Cámara de Europa:

7:23 / 10:00 / 8:22 / 10:57

Harnoncourt con la Concentus Musicus Wien:

7:24 / 9:06 / 8:18 / 10:57

Solti en Chicago (por poner un caso, porque tengo muchas; y hay que decir que Solti es de los más lentos):

8:18 / 11:37 / 5:31 / 11:45

Los tiempos son casi iguales en las dos de Harnoncourt salvo en un rapidísimo Andante en la segunda versión. Las orquestas son pequeñas en los dos casos, pero la reciente grabación tiene instrumentos originales que suenan ásperos en comparación. Creo que los tempi son rápidos, pero con una orquesta pequeña y una articulación muy precisa la cosa puede cuadrar. El concepto es más coherente creo en la segunda grabación, en todo caso. La primera es algo intermedio. La clave del asunto está en el Adagio de la segunda grabación, que dura un minuto menos que en la primera, y dos minutos y medio menos que con Solti. Pero suele ser en los Andantes donde las versiones varían más. Este de Harnoncourt es el más rápido que tengo. El más lento es Celibidache con 12:00 minutos. Creo que con una orquesta sinfónica las rapideces de Harnoncourt serían ridículas, pero que con una orquesta como la de Harnoncourt las lentitudes de Solti o Celibidache tampoco quedarían bien. Harnoncourt llena de acentos y matices su interpretación de la obra, que no suena demasiado precipitada. Vueltas a escuchar las dos versiones de él, esta segunda me parece, como digo, más coherente. El concepto de base es muy similar (todo muy teatral, muy juguetón, muy variado, muy inclinado a las sorpresas constantes), la sonoridad distinta, por los instrumentos, que acaba dando su originalidad a la segunda grabación y no disgusta (a mi). Es un Beethoven que conecta con Haydn.

Es un gamberreo, sí, pero ilustrado.






Nemo dijo...

Me refería en todo caso a la Quinta, claro está.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Muchas gracias, Nemo, por aportar una opinión distinta utilizando argumentos, y también por aportar las duraciones.

Solo decir que en lo que a los tempi se refiere hay que tener mucho ojo, y de hecho estoy de acuerdo con Harnoncourt cuando dice (en la entrevista de la carpetilla) que al metrónomo no hay que hacerle mucho caso, entre otras cosas porque a mayor tamaño de orquesta y/o sala, menor debe ser la velocidad, y que por ende lo que parece perfectamente ajustado al metrónomo en el piano de la casa del compositor, en la sala de conciertos luego no funciona. Saludos.

Dr. Ramsés dijo...

Quiero agradecer a Nemo su análisis tan detallado de las dos versiones de la Quinta. Gracias. Por otro lado y es algo que se trasluce de su comentario, pienso que donde más flaquea el Beethoven de Harnoncourt, al menos en la primera integral, es precisamente en los movimientos lentos, un tanto mecánicos y carentes de inspiración, no sé si estaréis de acuerdo.

Nemo dijo...

Muere Johann Nikolaus Graf de la Fontaine und d’Harnoncourt-Unverzagt. Nikolaus Harnoncourt para los amigos.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

http://flvargasmachuca.blogspot.com.es/2016/03/de-luto.html

Sergio dijo...

Tras escuchar, ay!!!, a Nico,aporreando y pidotaendo la quinta, me he ido de inmediato a Furtwaengler para eliminar toxinas.

Sergio dijo...

Escribir desde el móvil es fatal; pisoteando, no pidotaendo, qué palabro!!

Anónimo dijo...

Cuando se habla de estos grandes nombres de la dirección musical (Brüggen, Harnoncourt, Karajan), además de recalcar sus diferencias, habría que decir que estamos en todos los casos ante unos soberbios artistas, al frente de unas orquestas de enorme calidad. Sus interpretaciones pueden gustar más o menos (para gustos, colores), pero es muy difícil que puedan tener tan poca calidad como a veces se sugiere.

A mí el disco me ha gustado. Sobre todo la 4ª. Considero acertada la crítica de que es una provocación muy harnoncourtiana, pero siempre con una calidad que está ahí y que da gusto oír, aunque sea legítimo que cada cual prefiera después otras versiones.

Saludos!

Fran

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Hombre, Fran, eso se da por supuesto. Este disco no es el de un imbécil haciendo un mamarracho. Es el de un gran director provocando al personal, más en la Quinta que en la Cuarta. Saludos.

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