Pensé que las interpretaciones que Barenboim iba a ofrecer al frente de la West-Eastern Divan de las tres últimas sinfonías de Mozart en el Auditorio Manuel de Falla iban a ser similares a las que hizo frente a la Filarmónica de Viena en Praga en 2012, de las cuales comenté en este blog la nº 40 a partir de la retransmisión radiofónica: la coloqué como una de las tres mejores de las cuarenta y seis reseñadas en mi discografía. Pues bien, aun tratándose en líneas generales de lecturas acuñadas en el mismo molde, los resultados no han sido los mismos: menos bien ahora la nº 39, sin duda mejor la Júpiter e igual de portentosa, aunque de concepto diferente, la KV 550.
Lenta y muy atmosférica, no especialmente teatral pero sí llena de malos presagios, la introducción a la Sinfonía nº 39. El tempo del Allegro fue mucho más ortodoxo, y en su desarrollo el maestro dejó bien claro el Mozart que le gusta: denso y con mucho músculo, aunque no por ello falto de agilidad ni de transparencia, al tiempo que mucho más preocupado por la cantabilidad, por el desarrollo orgánico de las grandes líneas melódicas, por la efusividad y por el brío controlado, que por la incisividad en los ataques, por el sentido del ritmo o por los grandes claroscuros sonoros y expresivos. Un Mozart tradicional, para entendernos, de ese que hoy día solo hacen maestro veteranos como Haitink, Muti, Mehta o él mismo, y que parece decididamente condenado a la extinción dada la evidente asimilación por parte de las generaciones más jóvenes de los postulados de la praxis historicista.
Me decepcionó el Andante con Moto: muy lento, lleno de sensualidad e impregnado de un hondísimo sentido humanista que me recordó mucho al último Carlo Maria Giulini –decididamente Barenboim prosigue su proceso de “giulinización” del que ya he hablado varias veces en este blog–, pero también se mostró en exceso moroso, incluso un tanto laxo en la articulación y en el desarrollo de las tensiones, amén de no todo lo dramático que debería haber sido en los pasajes más dolientes. Advierto que mi amigo Ángel Carrascosa, que estaba sentado a mi lado, no se encuentra en absoluto de acuerdo con estas apreciaciones, pero mi opinión la tengo clara y así la expreso. Por otra parte, los violines no estuvieron nada finos: la vacilaciones y la precariedad del empaste se hicieron evidentes en más de un momento.
El Menuetto estuvo muy bien dentro de una línea ortodoxa, pero a mí me parece que en este movimiento los historicistas han dicho cosas –acentuar de modo mucho más evidente el primer tiempo del compás y moderar el legato permite sacar a la luz el maravilloso sabor de ländler– que no podemos olvidar. El Alegro conclusivo, excelente.
La Sinfonía nº 40 estuvo a otra altura: la interpretación más perfecta que yo jamás haya escuchado. Personalmente me quedo con el concepto de la que hizo con la Filarmónica de Viena, pero cierto es que aquella, por su vehemencia, por su ansiedad, por el enorme riesgo de interpretar la trillada partitura a tumba abierta, se movía en la cuerda floja y permanecía al borde del descontrol. Esta de Granada, siendo de nuevo dramática y fogosa, ha estado mejor planificada y se ha visto impregnada de una elegancia apolínea que, combinada de manera asombrosa con el dolor, el desgarro y carácter trágico que el de Buenos Aires logra poner de relieve como pocos directores lo han hecho, ha convertido el resultado en la interpretación de absoluta referencia, particularmente en un Andante lleno de doliente anhelo, de espiritualidad punzante pero también de ternura, de poesía y de humanismo. En fin, si mañana saliese esta KV 550 en discos –había micrófonos en la sala, pero me aseguran que no se prevé comercialización del registro–, sería para mí la recomendación número uno.
Extraordinaria la nº 41 a pesar de una decisión del maestro que no puedo compartir: hacer que los violines tocasen el segundo movimiento con sordina. Entiendo que un músico inquieto y arriesgado como él quiera tantear nuevas posibilidades, pero a mí el sonido resultante me llegó a molestar. Por lo demás, nivel interpretativo increíble, a la altura de su registro digital con la Orquesta de París (¡aún no en CD, salvo el cuarto movimiento!). Fue esta Júpiter una lectura fogosa, rebosante de brío y de energía pero, a mi entender, no exclusivamente vibrante y combativa: hubo también una buena dosis de cantabilidad, de lirismo y de reflexión profunda, y sobre todo –esto no era frecuente en el Barenboim de antaño– una gran atención a la sensualidad, a la picardía, incluso al coqueteo galante, sin confundir esto con la ingravidez sonora y expresiva –que es lo que le ocurre a otros directores, historicistas o no– ni con la abundancia de detalles amanerados.
Dejando atrás los apuros de la nº 39, la West Eastern Divan Orchestra –con algunas caras muy conocidas y algunas notorias ausencias, entre ellas la de Michael Barenboim–, funcionó en estas dos últimas sinfonías como una formación de primera fila, con una cuerda por fin tersa, unos metales bien empastados y algunas maderas de lujo. El maestro la trató con plasticidad asombrosa y, sobre todo, con plena atención al equilibrio de planos sonoros: el Finale de la Júpiter, tan complejo en su entramado polifónico, se escuchó con una claridad insuperable, pero sin que la capacidad de análisis se pusiera nunca en primer plano frente a la potencia expresiva.
Tres anécdotas de esta velada del pasado miércoles 28 de octubre: a Barenboim le voló la batuta en el primer movimiento de la nº 40 –inusual verle dirigir solo con las manos–, alguien sentado en el patio de butacas le gritó “ole” al terminar el primer movimiento de la Júpiter –gran regocijo aquí para el maestro y su orquesta–, y una señora ubicada detrás del escenario tuvo la poquísima vergüenza de filmar parte del concierto deslumbrando a los que estábamos enfrente con el flash de su tablet. Eso sí, para nada se hicieron presentes los ramilletes de toses estentóreas que boicotearon las interpretaciones mozartianas que hace tan solo unos meses los mismos artistas sufrieron en el Teatro de la Maestranza.
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
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9 comentarios:
Buenos días. Asistí al concierto del teatro Cervantes de Málaga y conseguí realizar una grabación rudimentaria de la 40 y la 41, usando un simple i-phone, desde el pasillo central de la fila 10. El resultado, por supuesto, es deficiente en cuanto a calidad de audición, pero suficiente como para revisar y valorar el contenido técnico y artístico de la velada. A su disposiciòn por si le interesa una copia. Un saludo,
Siempre es un placer leerle.
Anónimo, muchas gracias. Estoy pendiente de conseguir el concierto en las Naciones Unidas, que fue retransmitido por radio y televisión. Si no me logro hacer con él, abusaré de su amabilidad y le agradeceré que me pase su registro.
Trinidad, muchas gracias.
Sin problema, un placer. Para futuras comunicaciones, mi nombre es: Hans-Jurgen Grande y mi email: hgrande@cidetec.es. Si consigue el concierto en las Naciones Unidas, le agradecería que compartiera conmigo el enlace. De lo contrario, le daría acceso a una carpeta Dropbox que contiene las grabaciones del concierto de Málaga. Saludos,
Ignoro los asuntos esos sobre opiniones y polémicas (es que soy un profundo ignorante : ) , pero gracias a tus blog he descubierto a Bela Bartok y he iniciado una busqueda intensiva de las grabaciones que has ido comentando desde hace años. Con la musica soy tenaz y compartir impresiones sobre ella es mi alimento diario. De hecho en un futuro voy a intentar subir mis impresiones de todo lo que vea solo por la riqueza de compartir, que vaya si merece la pena.
Buenos días. Le escribo para preguntarle si finalmente pudo conseguir el concierto en las Naciones Unidas. Abusando de su amabilidad, estaría muy interesado en obtener una copia. Si Ud. me la podría proporcionar por algún canal, le estaría muy agradecido. Un saludo, Hans-Jürgen.
Pues hace unos días un amigo me ha pasado el concierto en DVD, pero aún no lo he visto. Tampoco sé en qué formato están los archivos. Recuérdemelo en unos días si no le contesto, Hans. Si resulta factible, estaré encantado de hacérselo llegar. Un saludo.
Buenos días. Le molesto una vez más para preguntarle si ya conoce el formato de los archivos que le pasó su amigo, así como para pedirle su opinión en cuanto a la altura de la interpretación comparada con la de Granada. Por supuesto, reitero mi ofrecimiento de poner a su disposición los archivos del concierto de Málaga, grabados con un i-pone, eso sí. Un saludo,
Ante todo, Hans, perdón por la demora en la respuesta.
El DVD que me han pasado es eso, un DVD-Vídeo normal y corriente realizado por una grabadora doméstica, de esos para ver en un reproductor de DVD convencional. Acabo de ver las sinfonías 39 y 40. Al terminar el primer movimiento de la 40 hay un salto bastante molesto derivado de un deficiente "quemado" del disco, aunque la sangre no llega al río. Por desgracia, al terminar la 40 la reproducción no puede proseguir, en ninguno de mis dos reproductores: la imagen se queda congelada. ¡Mi gozo en un pozo! Tengo que pedirle al amigo que me lo pasó que me lo grabe de nuevo.
Calidad de imagen, buena sin más. Sonido muy problemático. Interpretaciones muy similares. El segundo movimiento de la 39 sigue sin convencerme. La 40 genial; esta vez me ha impresionado menos el segundo movimiento y mas aún el cuarto. Saludos y siento mucho la decepción. Avisaré si consigo la Júpiter.
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