lunes, 11 de agosto de 2014

El Beethoven (y Boulez) de Barenboim y la WEDO en los Proms, jornada tercera

En julio de 1012, Daniel Barenboim y la Orquesta del West-Eastern Divan ofrecieron el ciclo de las sinfonías de Beethoven en los Proms de Londres, intercalando entre las partituras beethovenianas diversas obras de Pierre Boulez. Las filmaciones de la BBC circularon pronto por la red y sobre ellas realicé en este blog comentarios sobre las jornadas primera y segunda del ciclo de conciertos. Y ahí me quedé.

Como esta misma semana viajo a Londres para asistir a los Proms y escuchar, entre otros, al maestro argentino con su WEDO, me ha parecido oportuno cerrar los comentarios con unos apuntes sobre las tres últimas jornadas de aquel 2012, puntualizando que lo hago ahora sobre la edición en DVD realizada por Decca, con imagen y sonido admirables, si bien las obras de Boulez siguen estando disponibles solo en las transmisiones televisivas. ¡Lástima que no hayan conocido difusión comercial!


El programa del lunes 23 de julio se abre con la Sinfonía Pastoral. La verdad es que Barenboim sigue terminar de convencerme en esta obra: por descontado que la sonoridad es beethoveniana al cien por cien, el fraseo tan natural como bello y la impronta humanística muy evidente, pero los dos primeros movimientos siguen resultando algo fríos y distanciados, sin la inspiración suprema que podríamos esperar de quien es sin duda el más grande intérprete de Beethoven en los últimos cien años. En la escena junto al arroyo, como ya pasaba en Colonia, sobra algún portamento. Sorprendentemente apolínea y reflexiva la danza de los pastores, irreprochable la tormenta y espléndida la acción de gracias, finalmente, por su combinación de elegancia clásica y carácter extático.


Tras la Pastoral y antes de la Quinta, dos obras de Boulez. Primero viene …explosante-fixe… (Originel), que no es sino la breve sección final de una extensa página desarrollada durante años por el francés que ha conocido muy diversas variantes en su instrumentación. El fragmento que aquí escuchamos es para flauta y orquesta de cámara sin elaboración electrónica, y en él el israelí Guy Eshed, bien secundado por solistas de la WEDO y el propio Barenboim, demuestra una altísima categoría técnica y artística.


Antes del intermedio se tocó la otra obra de Boulez, Messagesquisse, para un violonchelo solista y otros seis acompañándole. La oportunidad de lucimiento vino esta vez para el egipcio Hassan Moataz El Molla, que acaso pudo alcanzar mayor tensión dramática en la sección rápida central pero aun así se mostró ágil, sutil y muy sensible. Barenboim coordinó a sus colegas para que estos desplegaran con admirable perfección las poéticas y exquisitas texturas, a veces irisados reflejos del solista, diseñadas por el excepcional compositor francés.


Lejos ya de su visión a tumba abierta en Chicago en 1996, Barenboim aborda la Quinta beethoveniana de una manera cada vez más madura y contenida. Por ende, los que busquen aquí rabia, electricidad y dramáticos claroscuros quedarán defraudados, sobre todo en un primer movimiento que va de menos a más pero dista de alcanzar la rebeldía y fuerza visionaria que adquiere con otros directores. Por el contrario, hay cantabilidad, ternura, reflexión y un aliento humanístico de muy altos vuelos, además de un empaste beethoveniano cien por cien, un fraseo de naturalidad pasmosa y grandeza maravillosamente controlada en el final. Admirable.

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