miércoles, 5 de marzo de 2014

Giulini y Pappano frente al Stabat Mater de Rossini

No sé si mientras componía su Stabat Mater el cisne de Pésaro pensaba en la iglesia, en la sala de conciertos o directamente en un escenario operístico. En las tres cosas a la vez, probablemente. Lo que sí tengo claro es que para interpretarlo desde el podio hace falta un ingrediente por encima de cualquier otro: la cantabilidad, esto es, la capacidad para frasear con naturalidad, sin la menor rigidez, con amplio aliento melódico y dejando a la música respirar. Añadiría un par de ellos más. Por un lado, el punto justo de densidad sonora: no puede sonar pesante, pero menos aún ligerito y pimpante, que es lo que algunos identifican con lo rossiniano. Por otro, la capacidad para romper el clima generalmente sereno de la partitura desplegando acentos hondamente dramáticos en determinados momentos clave.



Justamente estas características son las que para mi gusto hacen maravillosas estas dos interpretaciones que les voy a proponer, ambas disponibles en YouTube y no comercializadas, aunque la más reciente de ellas tal vez lo haga en un futuro. La primera es la de Carlo Maria Giulini frente a la Philharmonia Orchestra en los Proms de Londres de 1981, con los mismos solistas de su grabación de estudio para DG, que no he podido repasar: una Ricciarelli con problemas en el agudo, una irreprochable Valentini-Terrani, un muy notable Dalmacio González –pese a algún algún altibajo vocal– y un solvente Raimondi. Dan igual estas irregularidades: lo que aquí importa es la dirección, siempre dentro de los parámetros arriba apuntados pero mirando mucho antes a la profunda meditación religiosa y humanística que a la brillantez o la teatralidad, aunque sin renunciar precisamente a los escarpado: tremendo “Inflammatus et accesus” y el final. Una lástima que la toma sonora, monofónica, presente la dinámica muy recortada.



La segunda también tiene paralelo en CD: Antonio Pappano y sus chicos de Santa Cecilia grabaron el disco para EMI en 2010 y fueron filmados en el Festival de Salzburgo del año siguiente con dos reemplazos en el elenco: un irreprochable Lawrence Brownlee por un solo correcto Matthew Polenzani en el vídeo, y una espléndida Joyce Di Donato por una Marianna Pizzolato todavía mejor, por más holgada en el grave y por una mezcla de comunicatividad y sinceridad religiosa aún más asombrosa. Repiten una magnífica Anna Netrebko y un imponente Ildebrando D'Arcangelo.

Sir Antonio, por su parte, ofrece una dirección no tan personal como la de Giulini, pero de perfecto equilibrio entre lo lírico y lo sensual, por un lado, y lo meditativo por otro, sin excederse en la componente operística pero ofreciendo también el adecuado desgarro en el “Inflammatus”, gran fuerza en la fuga final y un elevado sentido teatral en su coda. Más operístico que su colega, vamos, pero casi igual de maravilloso. Como su cuarteto es superior, la interpretación resulta globalmente más redonda. La verdad es que dudo que haya una sola en discos superior a esta. ¡No se la pierdan, antes de que la quiten!

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