viernes, 30 de noviembre de 2012

Otra décima de Mahler del montón: Inbal y Concertgebouw

La Décima sinfonía de Mahler en cualquiera de las versiones completada por Deryck Cooke me parece una obra fascinante: la página es mucho más que su conmovedor adagio. Por desgracia no parece fácil de interpretar. La grabación de Riccardo Chailly, la primera que conocí, me sigue pareciendo fantástica, y también me gustan mucho las dos de Simon Rattle; de la pionera de Berthold Goldschmidt ya dije maravillas aquí. Y nada más. Las de Levine, Sanderling y Barshai me gustan poco, y menos aún la de Harding (de esta última también escribí algo). Tenía mis esperanzas puestas en la que acaba de salir al mercado en DVD y Blu-ray protagonizada por Eiahu Inbal y la Orquesta del Concertgebouw, conjuntamente con el resto de la integral ofrecida entre 2009 y 2011 en Ámsterdam con varias batutas distintas; esta Décima corresponde concretamente al 30 de junio del último año. La filmación la he visto en una buena copia televisiva de sonido estereofónico, no en la edición oficial.

Mahler 10 Inbal Concertgebouw

Mi valoración la expongo en pocas líneas: una lectura tan correcta y solvente como insustancial. Lo bueno es que el veterano director israelí no cae en languideces eternas, ni en preciosismos sonoros, ni en excesos decibélicos u otro tipo de exhibicionismos de cara a la galería; este es un Mahler muy sensato, irreprochable en el estilo, trazado con plena coherencia, dicho con la tímbrica apropiada y fraseado con naturalidad, sin amaneramientos y con la complicidad de los excelsos solistas de la orquesta. En este sentido, es de justicia señalar el memorable solo de flauta en el último movimiento.

Lo malo es que todo esto Inbal lo hace sin inspiración, o quizá sin muchas ganas de detenerse en matices expresivos, en desmenuzar la a veces muy complicada polifonía orquestal ni en planificar acumulativamente las tensiones: por eso mismo resultan sosos, sin garra, los dos tremendos clímax expresionistas de los movimientos extremos. Los centrales no están mal, pero tampoco aportan nada en particular. Solo al final de la obra el maestro -que en general se sirve de unos tempi bastante rápidos- parece animarse un poco, pero aun así la melancólica y conmovedora coda conclusiva termina pasando sin pena ni gloria.

La orquesta, además de los mencionados solistas, aporta su bien conocida maleabilidad. Y más de un despiste no siempre justificable en una formación de semejante categoría, todo hay que decirlo.

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