sábado, 23 de junio de 2012

Magnífico Trovatore en Valencia

Asistí ayer viernes 22 a la última de las funciones de Il Trovatore que ha ofrecido el Palau de Les Arts. Nada hubo, a mi entender, que alcanzara la verdadera excepcionalidad, pero se trató de una interpretación musicalmente magnífica, muy equilibrada, que no solo me ha resultado aplastantemente superior a las funciones del mismo título que tuve la oportunidad en su momento de sufrir en Sevilla y Jerez, sino que parece difícil de superar por los mejores teatros del mundo hoy día: tal es la extrema dificultad del título verdiano para el panorama canoro actual, y tal es el nivel que en esta ocasión han sabido congregar Helga Schmidt y su equipo. Enhorabuena a todos ellos, y vamos con unos apuntes de urgencia que no tengo tiempo para más.


Me gustó bastante Jorge de León, que está mejorando a marchas forzadas, no sé si demasiado forzadas: voz hermosísima, con mucho squillo, fiato amplio y legato cada vez más hermoso. Aun le falta capacidad para el matiz, pero aun así hace muy bien lo que realmente mejor le tiene que salir, que no es la dichosa Pira -que remató con un larguísimo agudo que hizo delirar al personal y a mí me pareció de discutible gusto-, sino el "Ah si, ben mio" que la precede. Solo estuvo mal en su dificilísima entrada fuera de escena del primer acto;  por lo demás, espléndido.

Fantástica María Agresta para un rol, el de Leonora, para el que apenas hay hoy alternativas. Se queda un poco corta en el grave, y por ende no le sale del todo bien esa música rematadamente genial que es el Miserere. También es verdad que aún debe pulir algunos detalles de técnica belcantista, pero la voz es -además de hermosa- puramente verdiana, lo mismo que su línea, y cantó con un gusto exquisito. Sus arias las cantó con tal belleza y sensibilidad que los espectadores quedamos por completos obnubilados. Hacía tiempo que en Verdi no se escuchaban cosas así. ¡Bravísima!

A Ekaterina Semenchuk puede que le falte un poquito de personalidad, así como de italianidad en su línea (aquí si debo comparar con una señora a la que escuché en Sevilla: Luciana D'Intino), pero la suya fue una Azucena de muchos quilates que acertó plenamente a la hora de no enfocar al personaje desde el punto de vista truculento. Solvente sin más Sebastián Catana: voz buena y canto correcto, pero demasiado monolítico como el Conde de Luna, dejando escapar las enormes bellezas de su aria. Magnífico el Ferrando de Liang Li y excelente nivel en los comprimarios. Fantástico el Coro de la Comunidad Valenciana, algo decisivo en esta obra.

La dirección de Zubin Mehta -quien firmó hace lustros una grabación de la obra para mí sensacional, la de Domingo y Price- fue un tanto "de anciano maestro": amplia, muy analítica, rica en el timbre y clara en las textura, de enorme cantabilidad y de un gusto irreprochable, pero también algo falta de electricidad y garra dramática en determinados momentos claves. En cualquier caso realizó un espléndido trabajo del que me gustaría destacar -estuve sentado en un lateral sobre el foso- la increíble exactitud del gesto, perfectamente seguido por los músicos a su disposición, y la manera en la que mimó en todo momento a los cantantes, respirando con ellos y plegándose a sus condiciones, sin perder de vista el carácter sinfónico de la partitura que tenía delante. O sea, un trabajo de enorme director de foso, en el mejor de los sentidos. Otro día les cuento lo del director escénico y gestor cultural, organizador él mismo de dos Trovatores de infausto recuerdo, que llegó a decirme que para esta obra en el foso solo hacía falta un director que hiciera "tachán, tachán".

Lo menos bueno de la velada vino de la parte escénica. Gerardo Vera acertó a mi entender en la escenografía y determinados planteamientos escénicos, entre ellos la puntual pero muy eficaz utilización de las videoproyecciones, pero su dirección de actores fue patética, de auténtica función escolar, lo que en una obra de libreto tan disparatado como la presente se deja notar. Con la excepción de la Semenchuk, todos los cantantes estuvieron despistadísimos, con mención especial para un De León que necesita unas clases de arte dramático de manera inmediata. Aun así, el fiasco escénico no logró empañar la excelencia de una velada musical de alto nivel, absolutamente disfrutable y merecedora del mayor de los elogios. En los blogs de Titus, Maac y Atticus tienen ustedes desde hace tiempo crónicas mucho más detalladas del acontecimiento.

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