martes, 2 de noviembre de 2010

Andris Nelsons debuta en Berlín con Berg y Shostakovich

Tiene morbo, mucho morbo, ver qué hace el sucesor de Simon Rattle en Birmingham subido en el podio de la actual agrupación del maestro británico, esto es, la Filarmónica de Berlín. En cualquier caso lo más interesante es poder valorar las aptitudes del joven director letón frente a una orquesta de primerísima fila y con un repertorio de lo más comprometido: la acongojante Sinfonía nº 8 de Shostakovich y el genial concierto para violín de Berg. Los resultados, que podemos apreciar en la toma del concierto del pasado 16 de octubre que ofrece la Digital Concert Hall de la formación alemana (enlace), han sido muy desiguales, a mi juicio claramente superiores en la obra del austriaco que en la del ruso.

Ya desde el fascinante arranque se aprecia que se va a tratar, por parte de la batuta, de una recreación bastante singular del Concierto a la memoria de un ángel: lenta y muy paladeada, sensualísima en las texturas, variada en el color, matizada de manera tan rica como sutil y de un vuelo poético insospechado. Y todo ello sin confundir la poesía con la blandura (como le ocurre a Levine en su grabación con la Mutter, por ejemplo). Lo más discutible de la dirección es su renuncia al desgarro expresionista para en su lugar ir alcanzando los clímax dramáticos con tanta lógica como naturalidad: un poquito más de rebeldía en los momentos clave no le hubiera venido nada mal, pero aun así se trata de una cálida, reveladora y fascinante recreación. Una lástima que la violinista letona Baiba Skride, irreprochable en lo técnico y perfectamente sintonizada con el podio en lo expresivo, no alcance la intensidad de su compatriota y de los fabulosos solistas de la Filarmónica de Berlín, que hacen muchísimo por convertir esta interpretación en toda una experiencia.

Las cosas salen bastante menos bien en la Octava de Shostakovich. Ni que decir tiene que escuchar esta partitura a una orquesta de semejante nivel y de sonoridad tan adecuada para la misma ofrece, en principio, un enorme interés, pero en esta ocasión Nelsons parece verse aquejado, aunque en menor medida, por los mismos problemas que lastraban la interpretación discográfica de su maestro Mariss Jansons (enlace), esto es, la falta de tensión interna y cierta tendencia a la blandura expresiva. Esto último ya se nota en el arranque del primer movimiento, algo descafeinado. Luego la cosa va mejorando, si bien la clarificadora lentitud no va acompañada de una arquitectura lo suficientemente tensa ni de unos clímax con la apropiada rebeldía.

Está bien el segundo movimiento, aunque alejado de la virulencia expresionista de otros directores; únicamente no convence la efectista manera de separar los tres golpes finales de timbal. Un correcto tercer movimiento da paso a una passacaglia morosa y deslavazada. El quinto parece muy centrado hasta el gran clímax. A partir de ahí se suceden una serie de solos muy desafortunados en lo expresivo, con la excepción del soberbio primer violín, lo que demuestra que no toda la culpa hay que echársela al director. La coda, muy lenta, resulta atractiva por su extrema sequedad. Demasiado tarde llega la inspiración, a decir verdad.

2 comentarios:

curioso dijo...

¿es familia Andris Nelsons de Mariss Jansons? El padre del segundo se apedillaba Nelsons.

Bruno dijo...

El padre de Mariss era Arvid Jansons.

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