viernes, 29 de octubre de 2010

Boulez y Barenboim, juntos en Salzburgo

Pierre Boulez es uno de los mejores compositores en activo, así como un extraordinario director de orquesta en el reducido pero muy destacado repertorio que se trae entre manos. Daniel Barenboim es otra batuta de primera (para mi gusto, la mejor de hoy día) y un pianista de asombrosa genialidad. La Filarmónica de Viena, aun habiendo perdido la sonoridad mágica que tuvo entre los años sesenta y ochenta, sigue siendo una de las mejores orquestas del mundo. Semejante concentración de talento por fuerza tenía que despertar las expectativas comerciales del sello Major a la hora de filmar y editar este DVD que recoge el concierto inaugural del Festival de Salzburgo del año 2008 (mezclando tomas de los dos días en que se ofreció el programa, 27 y 29 de julio concretamente).

Los Valses nobles y sentimentales estuvieron admirablemente recreados. Ya se sabe que el Ravel del maestro francés siempre se ha mostrado más atento a la arquitectura que al color, y que tampoco ha sido nunca un prodigio de efusividad, pero lo cierto es que aquí Boulez sabe ofrecer el punto adecuado de elegancia, equilibrio y decadentismo sin quedarse en la fría intelectualidad de otras ocasiones y desde luego sin caer (cosa imposible tratándose de quien se trata) en el menor amaneramiento. En cualquier caso, la orquesta vienesa aporta la sensualidad que le falta a la dirección.

El genial Concierto para piano nº 1 de Béla Bartók fue la obra con la que Boulez y Barenboim se encontraron por primera vez. La interpretaron junto a la Filarmónica de Berlín y la grabaron en 1967 para EMI con la Orquesta New Philharmonia. Fue aquella una lectura marcadamente negra, muy atmosférica y opresiva, por momentos visceral y hasta rabiosa. Dicha visión ha dado ahora paso a otra con menos garra, más distanciada, pero más rica en significaciones. Boulez, por descontado, construye una perfecta arquitectura y maneja de manera irreprochable el idioma, mientras que Barenboim ha mejorado considerablemente su interpretación, ahora más rica en el sonido, matizada y creativa, aunque su esfuerzo físico en el primer movimiento se deje notar. Toda la versión es portentosa por parte de director y solista, aunque donde ambos se muestran inalcanzables es en el Andante central, a medio camino entre lo sensual y lo opresivo, e impresionante en su implacable acumulación de tensión dramática.

La interpretación El pájaro de fuego (el ballet completo, no la suite) no aporta nada a lo que ya conocíamos. Es decir, es igual de impresionante que las dos que ya tenía el propio Boulez, ambas con la Sinfónica de Chicago (una en CD y otra en DVD). Se ha perdido algo del virtuosismo y la brillantez de la formación norteamericana, y se ha ganado quizá un punto de sensualidad y belleza sonora. Sea como fuere, Boulez en Stravinsky se las sabe todas y ofrece una recreación que es un prodigio por su perfecta arquitectura, su sentido del ritmo, su claridad, su tímbrica incisiva, pero también su capacidad para generar poesía (bellísimas la ronda de las princesas y la canción de cuna) sin necesidad de subrayar los vínculos con Rimsky. Solo a Giulini le he escuchado algo superior en esta obra, pero por desgracia el italiano nunca grabó la partitura completa.

La toma de sonido, por lo demás, es de gran calidad, pues aunque la acústica del Grosses Festspielhaus no es óptima, el DTS le da trabajo al subwoofer y el surround nos permite escuchar las abundantes toses del público por detrás, lo que quiere decir que recoge de manera fiel la verdadera acústica de la sala. Irreprochable la filmación de Michael Beyer. DVD imprescindible, sin la menor duda.

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