sábado, 29 de mayo de 2010

Stogards con la Orquesta de Valencia

Ayer viernes 28 de mayo escuché al violinista y director finés Jon Storgards, para mí un ilustre desconocido, al frente de la Orquesta de Valencia. Schumann y Sibelius en los atriles. Se abrió la velada con una buena recreación de la obertura de Genoneva, muy ortodoxa, realizada de un solo trazo y bastante centrada, aunque necesitara quizá una mayor variedad expresiva y personalidad. La agrupación respondió con una cuerda bien empastada. A continuación, una transcripción bastante infrecuente: el sublime Concierto para violonchelo en versión para violín. No me convence el resultado, la verdad, pese a que Storgards realizó una musical, virtuosística y a la postre irreprochable labor solista y en su faceta de director consiguió, cosa nada fácil, que la orquesta sonara Schumann. Un poco más de incisividad y diferenciación tímbrica no le hubiera venido mal.


Tras un comienzo magnífico, muy prometedor, la Quinta de Sibelius recorrió el sendero de la mera discreción. Lo mejor que se puede decir de su lectura es que anduvo muy centrada en lo expresivo, logrando Storgards no caer ni en lo dulce o excesivamente ensoñado ni en la ampulosidad grandilocuente. El fraseo fue natural y la sobriedad expresiva se ajustó al contenido abstracto de los admirables pentagramas; en este sentido habría que destacar un segundo movimiento nada pastoril, sino más bien recogido y meditativo. Por desgracia el maestro se mostró muy insuficiente a la hora de tratar las complicadas tensiones de la obra, evidenciando un pulso no ya irregular, sino abiertamente desmayado, y eso que los tempi no se salieron de la estricta ortodoxia. A los clímax se llegó sin preparación alguna y el resultado fue muy deslavazado. La orquesta evidenció insuficiencias: la cuerda no ejecutó con toda la limpieza posible las células motívicas que articulan el discurso y los metales sonaron de manera excesivamente bronca y sin empaste. Esperaba más de ella.

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