miércoles, 25 de febrero de 2009

Pappano pasea por Roma

Como hoy mismo me voy a pasar el puente “de Andalucía” a la ciudad de las siete colinas, he querido traer a este blog la grabación que en enero de 2007 realizó el sello EMI de la trilogía romana por excelencia, la de Respighi, bajo la dirección de un director que, aun habiendo nacido en Londres y siendo oficialmente británico, es romano hasta la médula: Antonio Pappano. Su realización, sensual y de rico colorido, se sitúa al lado de las grandes grabaciones de este tríptico, esto es, las del brillante Reiner -que no grabó Fiestas-, el ortodoxo Maazel, el refinado Ozawa, el temperamental Muti y el altamente creativo Sinopoli, sin olvidar esa maravilla inalcanzable que son los Pinos de Celibidache (Karajan y Dutoit no entran en la lista, dicho sea de paso). La Orquesta de Santa Cecilia, sin ser nada del otro mundo, realiza una labor irreprochable y está estupendamente aprovechada por la batuta.

Respighi_Pappano

De las Fuentes de Roma Pappano ofrece una ensoñada, poética y sensualísima interpretación, lenta y muy hermosa en los movimientos extremos. Se puede, quizá, reprochar un punto de narcisismo en el primero, pero también hay que elogiar elocuencia y fluidez de los centrales, aun sin llegar a las cotas de genialidad de un Sinopoli. Los Pinos de Roma son algo discutibles, ya que en los “Pinos de Villa Borghese” y a los “Pinos de la Vía Apia” se puede preferir una tímbrica más incisiva y un mayor despliegue de brillantez; el segundo es muy hermoso, aunque en una línea más meditativa que dramática, mientras que en los “Pinos del Gianicolo” Pappano alcanza las mayores cotas de poesía, concentración y sensualidad. En cualquier caso hay que conocer la referida recreación de Celibidache, como también la muy distinta -fogosa, dramática- del olvidado Alceo Galliera.

En Fiestas de Roma, siendo espléndidos, los dos primero números no resultan particularmente creativos: aquí el recuerdo de lo que hace Muti (lo mejor, con diferencia, de sus interpretaciones) es imborrable. Sin embargo los dos últimos resultan maravillosos por su interesante carácter atmosférico y, sobre todo, por su muy italiana cantabilidad, plenamente conseguida: se notan las raíces del director. El sentido del color es, como en todo el disco, admirable. De propina, Pappano nos ofrece una lírica y emotiva recreación interpretación de Il tramonto, página que recrea con un punto amargo y dramático muy acertado, que se beneficia de la voz sensual y muy centrada en lo expresivo de la mezzo Christine Rice.

Una última cosa. Aunque este registro se suele vender como un CD suelto, existe una edición acompañada de un DVD documental de tres cuartos de hora que logré localizar en París. Resulta de lo más recomendable a pesar de la ausencia de subtítulos, ya que las explicaciones que da Pappano sobre Fuentes y Pinos son de una claridad y perspicacia asombrosas, logrando que le prestemos mucha mayor atención a estas páginas que, no siendo en absoluto obras maestras, siguen estando infravaloradas por muchos melómanos.

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