viernes, 25 de julio de 2025

Sinfonía Manfred, de Tchaikovsky: discografía comparada

Tchaikovsky compuso su Sinfonía Manfred en 1885, siete años después de la Cuarta y tres antes de la Quinta, Sería, por tanto, su "Sinfonía 4.5", si no fuera porque en realidad nos encontramos ante un poema sinfónico de una hora de duración cuyos cuatro movimientos responden a un programa basado en Lord Byron que el propio compositor quiso detallar. Si ustedes lo desean, pueden leerlo en la Wikipedia.

¿Le salió a Tchaikovsky una gran obra? Creo que no. Tampoco me cuento entre quienes la consideran una basura: hay cosas de suficiente interés, sobre todo en el primer movimiento, como para ser tenida en cuenta. Aquí van algunas orientaciones discográficas. Solo les ruego que no se tomen los de las puntuaciones demasiado en serio.



1. Markevitch/Sinfónica de Londres (Philips, 1963). Desde los primeros compases, con esas maderas de sonoridad particularmente rústica, queda claro que Markevitch va a ofrecer una interpretación marcadamente rusa, vibrante e impetuosa, dotada de esa electricidad, esa frescura y esa ausencia de retórica propia de maestro, haciendo uso de un fraseo ágil al tiempo que se permite frasear con apreciable cantabilidad los momentos líricos. Eso sí, no es una interpretación particularmente poética: el segundo movimiento es bueno sin más, mientras que el tercero engancha mucho antes por su apasionamiento que por su capacidad para destilar sensualidad. Lo mejor es el último movimiento: orgía rebosante de sabor folclórico y de brillantez bien entendida, con un tratamiento virulento de las maderas y una expresividad tan adecuadamente frenética como bien controlada, para pasar luego a una sección dramática de enorme fuerza trágica en la que se alcanzan altísimas cotas de rebeldía y desesperación. El final, en el que por desgracia el órgano se ha sustituido por las maderas, se decanta más por la tragedia que por la elevación espiritual. Excelente la toma, cortesía del mismísimo Vittorio Negri. (9)



2. Maazel/Filarmónica de Viena (Decca-HDTT, 1971). Lejos del carácter agreste de otras recreaciones, el joven Maazel ofrece un colorido rico, un lirismo elegante y una expresividad que, sin renunciar en modo alguno a la tensión dramática, ofrece luminosidad, refinamiento y delectación sonora. Ni que decir tiene que con todo esto tiene mucho que ver la presencia de una Filarmónica de Viena que comenzaba a entrar en el mejor momento de su historia –años setenta y ochenta- y es aprovechada plenamente por un maestro dispuesto a extraer de ella toda su increíble belleza sin caer, por ventura, en el mero hedonismo sonoro. Por otro lado el fraseo resulta ágil y efervescente –los tempi son considerablemente rápidos, salvo en el segundo movimiento-, aunque eso significa al mismo tiempo algo de nerviosismo y clímax antes electrizantes, externos incluso, que dichos a través de una ominosa acumulación de tensiones, lo que no quita que la sección dramática final antes de que intervenga el órgano adquiera una fuerza arrolladora. La remasterización en alta definición realizada por HDDT resulta más incisiva de la cuenta, como es habitual en el sello, pero esto no le sienta precisamente mal a esta partitura; por otro lado, el relieve que adquieren las frecuencias graves otorga al órgano una presencia abrumadora que resulta decisiva en la conclusión. (9)



3. Previn/Sinfónica de Londres (EMI, 1973). Si alguien todavía duda del virtuosismo que era capaz de alcanzar un director y una orquesta en teoría no de primerísima como Previn y la LSO, que escuche el segundo de esta interpretación, un prodigio de refinamiento y trasparencia en el tratamiento de las texturas. En cualquier caso, lo importante es que el maestro demuestra no solo un pleno conocimiento del lenguaje tchaikovskiano, particularmente en lo que al canto de la cuerda y de las maderas se refiere y al colorido ocre que necesita, sino también la poderosa convicción expresiva de que hace gala tanto cuando se trata de ponerse encrespado apabullante pathos del movimiento inicial como a la hora de ofrecer delicadeza, sensualidad y pintoresquismo: a pocos directores el Vivace con spirito antes referido o el Andante con moto que viene a continuación le habrá sonado con semejante encanto sin acercarse ni un milímetro a lo trivial. La toma, espléndida en lo que a equilibrio de plano y espacialidad de refiere, ha sido restaurada en Japón en 2019 eliminando toda distorsión y recogiendo de manera impresionante los sonidos más graves. El órgano sale muy beneficiado. (9)



4. Rostropovich/Filarmónica de Londres (EMI, 1976). Es la manera de paladear que tiene de paladear las melodías, con la misma cantabilidad, calidez y humanismo con que lo hace con su violonchelo, lo que distingue a la aproximación de Rostropovich, emotivo a más no poder y con un punto muy especial de ternura, incluso de fragilidad bien entendida, cada vez que aparece el tema de la amada Astarte, pero asimismo capaz de recrear de manera adecuada las atmósferas ominosas del primer movimiento –los tempi más bien lentos ayudan, de ofrecer delicadas texturas en el segundo y de evocar con inocente distensión la bucólica atmósfera del tercero. Es en el cuarto donde, en comparación con por ejemplo un Markevitch, se echa de menos la sonoridad rústica, la electricidad en el fraseo y la tensión dramática que las escenas orgiásticas parecen pedir, si bien la elevación espiritual del final sí que se encuentra muy conseguida. (9) 



5. Ashkenazy/Orquesta New Philharmonia (Decca, 1977). En la que quizá fuera una de sus primeras grabaciones dirigiendo gran repertorio sinfónico, el de Gorki se pone al frente de la orquesta de Muti para ofrecer una lectura decidida e impetuosa, ajena a ensoñaciones y preciosismos, particularmente acertada en un primer movimiento áspero y dramático. En los dos siguientes procura exorcizar las debilidades de la música aportando entusiasmo sin restar atención al detalle; podrá echarse de menos poesía, pero el conjunto funciona. La escena de la orgía no parece interesarle demasiado incluso hay líneas de las maderas que no se oyen bien, guardando toda la inspiración y fuerza dramática para una sección final que aporta una dosis de nobleza muy bienvenida. El productor Kenneth Wilkinson garantiza un buen equilibrio de planos y apreciable fidelidad tímbrica, pero queda lejos de la imponente gama dinámica con que se recogerá a la misma orquesta cuatro años más tarde bajo la batuta de Muti. (9)



6. Tilson Thomas/Sinfónica de Londres (CBS, 1979). Buena grabación en Abbey Road para una lectura que triunfa por todo lo alto en un primer movimiento tan dramático como profundo y reflexivo, soberanamente trazado, acertadísimo en el tratamiento de las maderas, en el que Tilson Thomas demuestra tanto control de los medios como vena tchaikovskiana. En los movimientos centrales, al contrario que Ashkenazy, no lucha contra la música: deja que esta fluya con su dosis de encanto e indisimulada trivialidad al tiempo que trata muy bien las texturas. Notabilísimo el Finale en todas sus secciones, muy brillante pero siempre bajo control. (8)



7. Muti/Orquesta Philharmonia (EMI, 1981). La Philharmonia vuelve al Kingsway Hall tan solo cuatro años después de la grabación con Ashkenazy para repetir la jugada, esta vez con su titular. ¿Estaba Muti celoso de los resultados obtenidos? Parece posible. Lo cierto es que los alcanza y supera con una recreación descomunal en el que el temperamento fogosísimo e hiperdramático pero no precisamente exento de cantabilidad, de sensualidad y de sentido de la atmósfera del maestro italiano se funde con la sonoridad robusta, densa y rústica en el mejor de los sentidos de la formación británica, con resultados de sabor absoluta y sorprendentemente ruso. A destacar el fraseo firme, tenso y concentrado con que la batuta recrea la obra, cediendo siempre a la flexibilidad que exige el sentido melódico tchaikovskiano pero sin dejar de mirar en todo momento hacia la acumulación de tensiones en clímax impactantes, así como el prodigio de un segundo movimiento que sabe ser ágil, transparente y delicado sin caer en la ligereza mal entendida ni en el preciosismo sonoro, por no hablar del carácter opresivo y oscuro del primer movimiento, del lirismo en absoluto blando del tercero y de la grandeza inmensa sin ápice de retórica del cuarto. La toma sonora, aun adoleciendo de esa sequedad propia de las grabaciones de EMI a finales de los setenta y principios de los ochenta, posee una plasticidad muy notable y una gama dinámica extraordinaria, algo decisivo en una obra como la presente. (10)



8. Chailly/Orquesta del Concertgebouw (Decca, 1987). Años antes de empezar a perder los papeles, y por ende sin la menor pretensión de realizar “descubrimientos” o de mostrarse diferente a los demás, Chailly va directo al grano ofreciendo una interpretación en la que el trazo es irreprochable, las melodías se encuentran muy bien cantadas –nada de trivialidad ni de blandura–, el tratamiento de las texturas es prodigioso (¡maravillosas irisaciones de la cascada en la secuencia del hada!) y la exhibición de virtuosismo por parte de batuta y orquesta resulta todo un espectáculo. Notabilísima interpretación, pues, que solo cede ante la emotividad melódica de Rostropovich, la sana rusticidad de Markevitch y, sobre todo, la elevadísima inspiración de un Maazel y el carácter hiperdramático de Muti. Espléndida la toma. (9)



10. Vladimir Jurowski/Filarmónica de Londres (London Philharmonic, 2004). Discreta toma en vivo y eso que se distribuye en alta definición para una lectura desigual. Acierta la batuta al cantar con nobleza el primer movimiento, pero no sabe dotarlo de pulso interno ni de los adecuados contrastes; solo la sección final parece recoger el espíritu atormentado de la página. Ágil y particularmente bullicioso el segundo movimiento, pero carente de la magia feérica que demanda; muy vehemente y más saltarina de la cuenta su sección central. El Andante con moto, siempre que se acepte una visión mucho antes extrovertida que paladeada, es una delicia por su perfecta mezcla de goce vital, sensualidad, elegancia y belleza sonora, todo ello galvanizado por una sinceridad que no deja espacio para preciosismos. espléndido el movimiento conclusivo, aunque al maestro le cuesta no es culpa suya dotar de unidad a la música. (8)



11. Vladimir Jurowski/Filarmónica de Londres (YouTube, 2012). Los ocho años que han pasado desde su registro en audio no han cambiado en modo alguno el concepto, pero a mi entender el movimiento inicial funciona ahora bastante mejor, con más tensión interna, garra y sentido dramático. De nuevo efervescencia pura el segundo, para lo bueno y para lo menos bueno, e intensísima efusividad para un tercero expansivo, panteísta, de enorme palpitación interna y quizá todavía escúchese el oboe en el arranque un poquito más inspirado. A destacar la flexibilidad del fraseo, pero también la presencia de ciertos desajustes que, a decir verdad, afectan a toda la interpretación: la orquesta dista de estar en plena forma. Rutilante, fogoso, pero siempre muy controlado el Finale. (9)



12. Sokhiev/Filarmónica de Berlín (DCH, 2014). La orquesta, además de formidable, es muy adecuada por su sonoridades oscuras y prietas, aunque sería preferible una mayor dosis de rusticidad. La batuta parece muy centrada, si bien a ella precisamente se le podría pedir una sonoridad más áspera, así como un lirismo más recio e intenso, pues el suyo por momentos parece que tiende hacia lo excesivamente delicado. Tampoco parece que la garra dramática sea la mayor posible. (8)



13. Chailly/Orquesta del Festival de Lucerna (Blu-ray Accentus, 2017). Aunque hay aquí y allá algunos detalles discutibles que ponen en evidencia el giro a peor del maestro, Chailly repite su gran logro de años atrás con una interpretación muy sensata en lo expresivo, altamente comprometida y soberbiamente puesta en sonidos por una orquesta en plena forma a la que la batuta sabe extraer el mejor rendimiento posible. La toma es absolutamente sensacional. (8)

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