miércoles, 1 de mayo de 2024

Los Conciertos de Brandeburgo en la filmación de Harnoncourt

Importante cita musical este sábado 4 de mayo en el teatro de la Maestranza: los seis Conciertos de Brandeburgo por la Orchestra Barocca Zefiro bajo la dirección del oboísta Alfredo Bernardini. Se ha convertido para mí en una excusa perfecta para acercarme a la grabación de Otto Klemperer, que no conocía, para revisitar la primera de las de Trevor Pinnock, para repasar algunas que otras versiones sueltas y, en la noche de ayer, para volver a un vídeo que conocí hace mucho tiempo y que ahora se encuentra disponible en la plataforma Stage + con excelente calidad de imagen. Me refiero a la filmación realizada por Klaus Lindemann de la lectura ofrecida por Harnoncourt y su Concentus Musicus Wien en la bellísima biblioteca de la Abadía de Wiblingen en Ulm, una producción realizada por Unitel en 1982 que se convirtió en el tercero y último de los testimonios de Herr Nikolaus, tras el pionero de 1964 y su revisitación de 1981. Desconozco esas dos grabaciones de audio, por cierto. Lo que pretendo con estas líneas es reflexionar un poco sobre la del vídeo. Me ha gustado bastante, pero toca hacer algunas puntualizaciones.

En primer lugar, es de justicia aplaudir el buen nivel técnico que, después de unos años iniciales titubeantes, había alcanzado el Concentus a principios de los ochenta. También hay reconocer que se puede tocar bastante mejor. Sin ir más lejos la de Pinnock en Archiv, que igualmente se registró en 1982, supera a esta y alcanza una mayor belleza sonora, aspecto este último que, dicho sea de paso, tampoco le importó mucho al artista a lo largo de su trayectoria. Los instrumentistas son buenos, sin más, y eso le incluye a él mismo cuando toca el violonchelo –lo hace en varios movimientos de estos conciertos– y a su esposa Alice Harnoncourt, que se encarga del primer violín y, en el Nº 6, de una de las violas.

Segundo, estas interpretaciones hoy no asustan a nadie. Ni siquiera se puede decir que en su contexto fuesen atrevidas: lo habrían sido las de 1964, pero no estas que poco más tarde se verían fulminadas por la edición de las de Reinhard Goebel y Musica Antiqua Köln, verdadero antes y después en la historia de la recreación fonográfica de estas seis obras maestras absolutas. En realidad, Harnoncourt suena aquí moderado en todo, en los tempi, en la articulación, en los contrastes y en la propia expresión. Esta resulta apreciablemente cálida, plena de cantabilidad y no poco galante, como si se quisiera dialogar con el marco arquitectónico rococó en las que se realizaron, lo que no impide al maestro renunciar a unos cuantos golpes de efectos teatrales que tanto le gustaban. Menos denso que Karl Richter, sin la mezcla de ligereza bien entendida y elegancia de un Pinnock, carente de la musicalidad excelsa de un Leppard, lejísimos de los –para mí, y para muchos aficionados más– maravillosos excesos que luego ofrecerá Goebel, el maestro berlinés ofrece aquí una traducción de la más sensata ortodoxia “históricamente informada”.

He tomado nota de cada uno de los conciertos, pero no hay mucho más que decir. En el Nº 1 quedan en evidencia tanto las virtudes como las limitaciones de Alice Harnoncourt. Tampoco son muy allá los solistas en el Nº 2. En el segundo movimiento del Nº 3 sí que brilla la buena de Alice, aunque en el conclusivo se aprecian algunas asperezas excesivas en la cuerda.

De nuevo la señora de Harnoncourt resuelve con satisfacción su dificilísima parte en el Concierto Nº 4, en el que hay que aplaudir el amargor que su marido, haciendo cantar de manera muy hermosa a la cuerda, extrae en el segundo movimiento; Lindenmann acierta al ubicar en él al ubicar a las dos flautas de pico en el piso superior. Elegante y señorial, mucho antes que contrastado, el movimiento conclusivo. El Nº 5 comienza sin mucha fuerza, pero se beneficia del muy notable clave de Herbert Tachezi, todavía con algunos resabios que hoy pueden resultar anticuados, pero sensato a la hora de ornamentar. Pinnock, eso sí, le dará mil vueltas en sus dos grabaciones. A él y a todos. La Giga conclusiva se plantea de manera más elegante que propiamente rítmica, justo como ocurre con la del Nº 6, otra cálida y noble interpretación.

¿Mi versión favorita? Creo que sigue siendo la citada de Goebel en Archiv. Sin embargo, a una persona que se acerca por primera vez a estas páginas le recomendaría esta mucho más sensata de Harnoncourt, porque alcanza un alto nivel y, no poco importante, se puede ver lo que se escucha e identificar con más facilidad las originalísimas combinaciones instrumentales de ese genio llamado Johann Sebastian Bach. Y si quieren saber más, acudan a esta formidable entrada.


PD. Mientras escribía estas líneas he estado atento al concierto del primero de mayo de la Filarmónica de Berlín que tenía que haber dirigido Daniel Barenboim, y que ha terminado cayendo en manos de Daniel Harding. Obertura de Rosamunda saltarina e insustancial, Concierto para violín de Brahms gélido. Qué pena.

2 comentarios:

Javier dijo...

Si la música barroca no se hubiese encontrado con tres o cuatro genios absolutos que hacen la locura, el disparate de resucitar orquestas del siglo XVIII en pleno siglo XX, sino lo llegan a hacerlo como lo hicieron, que es una cosa asombrosa, hoy no habría orquestas de instrumentos antiguos. Oír estas grabaciones de Harnoncourt de principios de los sesenta, con músicos que había sacado de la Sinfónica de Viena, que no tendrían mucha idea, que no disponían de un buen arco barroco ni de los instrumentos más adecuados, es totalmente delirante. Además es que lo hicieron con tal categoría que no desmerece la comparación con el último grupillo de moda.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Sí, estoy completamente de acuerdo. Gracias por la reflexión.

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