jueves, 3 de octubre de 2024

Desafortunado retorno a Salem's Lot

Como muchos de mi generación, soy admirador de la miniserie Salem`s Lot, filmada en 1979 por Tobe Hooper –ya saben, el de La matanza de Texas– a partir de la novela de Stephen King. Gracias a la emisión televisiva en 1985 –yo contaba catorce años– llegué a la obra literaria: me gustó mucho. Tras la fallida revisión de 2004 esperaba impaciente la versión cinematográfica realizada entre 2021 y 2022 bajo la dirección de Gary Dauberman. Larga espera: no se ha estrenado hasta hoy jueves, haciéndolo directamente en la plataforma Max. La acabo de terminar, y el disgusto ha sido tan mayúsculo que hoy voy a ejercer de crítico cinematográfico. Eso sí, un tanto a la manera de mis reseñas musicales: por un lado las cuestiones puramente técnicas, por otro las expresivas.

En el primer apartado, maravilla la fotografía de Michael Burguess, hermosísima y muy sugerente en el uso expresivo del color. Y se acabó lo positivo. Los actores son discretos, convenciendo únicamente Alfre Woodard como la doctora Coody y Bill Camp como Matthew Burke. El guion es flojo: resume con mera corrección las numerosas historias del libro, deja muy desdibujados a los personajes y falla estrepitosamente al no iniciar la trama desde la óptica del protagonista, al que no se llega hasta que, ya en los primerísimos minutos, se presenta al vampiro en primer plano. El montaje es pobre y presenta serios problemas de planificación que van en contra de la narrativa visual. Muy apresurado el tempo, que acumula situaciones sin crear espacios de tensión y distensión, sin permitir que se respire la atmósfera malsana que se supone debe desprender toda buena película sobre vampirismo. Y la planificación visual, sencillamente, deja mucho que desear.

Esto último enlaza con la cuestión propiamente expresiva: esa planificación no busca otra cosa que el subrayado innecesario, la obviedad e incluso la horterada. ¡Qué grúas y qué zooms, cielo santo! ¡Que manera tan absurda de resolver los duelos con los vampiros! ¡Qué manera de hacer entrar o salir de escena a los chupasangres! Cierto es que la escena de la morgue está francamente bien –el lienzo blanco sobre el cuerpo de la señora–, pero en contrapartida hay momentos tan torpes como la primera vampirización –teatral en el peor de los sentidos, con una salón lleno de velas que se apagan cuando entra Straker– o el enfrentamiento final en el autocine. Dauberman se olvida de algo fundamental en el cine fantástico: da más miedo lo que se intuye que aquello que se explicita con insistente redundancia. Y mejor no hablar de ciertos encadenados visuales que se suponen hallazgos, ni de los ojitos brillantes de los vampirizados, ni de las cruces refulgentes...

Por supuesto, y a pesar de que el propio King es uno de los productores, no hay aquí rastro del verdadero tema de la novela, no otro que la atmósfera gótica que emana de un edificio, en este caso la Casa Marsten, al que el Mal –así con mayúsculas– parece haber impregnado. Justo lo que ocurre en El resplandor, novela posterior en el tiempo a esta en la que el escritor norteamericano quiso llevar más lejos el mismo concepto. Luego Stanley Kubrick no supo reflejarlo en su tan visualmente fascinante como expresivamente gélida película, pero esa es otra historia.

Ah, se me olvidaba, de la partitura de Nathan Barr y Lisbeth Scott quiero apuntar que me parece solvente como banda sonora –algo redundante en más de un momento– y mala desde el punto de vista musical, como si la pareja hubiese hecho una mala digestión de La profecía de Jerry Goldsmith.

 

Imagen: By New Line Cinema / Atomic Monster / Vertigo Entertainment / The Wolper Organization / Max / Warner Bros. Pictures - Bloody Disgusting, Fair use, https://en.wikipedia.org/w/index.php?curid=77853570


2 comentarios:

Fouquier de Tinville dijo...

No la he visto. No acabo de entender la necesidad de regrabar esta historia, cuando aquella miniserie quedó prácticamente perfecta, turbadora como pocas películas de vampiros, y con grandes actores.

La crítica de Fernando se podría reutilizar para ser aplicada, casi palabra por palabra a El Señor de los Anillos, otro producto de plástico (con muy buen trabajo de diseño de producción). O las porquerías de películas de superhéroes (salvo alguna suelta de Batman y de X men). Las nuevas generaciones de cineastas son un horror. Puede que haya habido una regresión, o que nuestra generación se ha perdido algo...

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Bueno, a mí de El señor de los Anillos me gustó mucho el primer capítulo. Luego se me fue haciendo muy, pero que muy pesada.

Las películas de Marvel me suelen gustar. No tienen nada que ver con este Salem's Lot: hay buenos actores, guiones solventes y un lenguaje cinematográfico adecuado para lo que se quiere narrar. Muchísimo ruido, sí, pero la cosa va de superhéroes. La última del hombre murciélago, The Batman (que no es de Marvel) me gustó muchísimo. Las de Christopher Nolan no me gustaron, particularmente por la música de Hanss Zimmer, pero también por la hipertrofia generalizada.

Regresión creo que sí la hay, pero solo hasta cierto punto. Y no sé si los de antes eran mejor que ahora: el último gran bodrio cinematográfico es, al parecer, del mismísimo Coppola.

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