lunes, 23 de diciembre de 2019

Más sobre el Tchaikovsky de Floristán

Un melómano sevillano me transmitió, con admirable educación y exquisito tacto, ciertas ideas en torno a mi crítica sobre el Concierto nº 1 de Tchaikovsky que interpretó el otro día Juan Pérez Floristán junto a la ROSS. Concretamente, me comentaba que el joven pianista sevillano tocó la "versión original" del concierto, y que de ahí podrían venir las "cosas raras" que notamos en la interpretación. Yo imaginaba que la cosa vendría porque alguien estaba molesto. Acabo de confirmarlo leyendo el comentario que el padre del pianista ha escrito en el blog de Juan José Roldán, quien precisamente fue la persona que me invitó al concierto (la ROSS, concretamente la señora María Jesús Ruiz, hace tiempo que decidió no saber nada de mí).

Voy a hablar con absoluta claridad. Primero, no sabía que se tratase de ninguna "versión original". Nada se decía en el programa de mano, como se debía haber hecho si la persona encargada de editarlo hubiera sido mínimamente profesional. Y decidí no asistir a la conferencia previa, donde al parecer se puntualizó el asunto, porque solo tenía ese rato antes del concierto para departir con Juan José: me hubiera encantado asistir a la charla, pero prefiero gozar de la compañía de quien sigue siendo mi mejor amigo. Tampoco creo que quienes vamos a escribir algo, aunque sea en un modestísimo blog, tengamos la obligación de asistir a las charlas preconcierto. Vamos, digo yo.

Segundo, de acuerdo con que esos arpegios iniciales podrían ser autógrafos de Tchaikosky (¿de verdad que todos los grandes intérpretes de la obra han tocado hasta ahora una introducción espúrea?). Vale con que aquí y allá puede haber detalles que sonaban "raros" no por capricho del intérprete, sino por cuestiones presuntamente filológicas. Pero eso no tiene nada que ver con que a mí el toque de Pérez Floristán me pareciera ingrávido, su fraseo amanerado, su concepto equivocado. El de un señor que confunde la delicadeza con el preciosismo y la poesía íntima con lo cursi. El de un artista que quiere "descubrirnos la verdad" para llamar la atención y no para servir al compositor. El de un chico al que se le han subido demasiado pronto los elogios a la cabeza.

Por descontado, quienes estén en desacuerdo con mi valoración pensarán que soy un imbécil y que guardo un enorme resentimiento contra el artista, quizá derivado de algún problema personal. Eso lo que se suele decir en estos casos, no nos engañemos. Acertarán en lo primero: soy un completo imbécil. Se equivocarán en lo segundo: Juan Pérez Floristán, con quien apenas he tenido trato, me cae estupendamente, estoy de acuerdo con casi todo lo que hace y escribe, me parece una persona inteligentísima y hasta ahora me resultaba un pianista sensacional. Y por su padre guardo una enorme admiración intelectual, amén de un muy sincero afecto personal, porque me parece una de las personas más modestas, sinceras, respetuosas y lúcidas que he conocido en este mundillo. Simplemente, el Tchaikovsky del otro día me pareció una cursilada. ¿Debo sentirme culpable por ello?

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