sábado, 28 de julio de 2018

Patinazos de la joven Mullova

Según cuenta la Wikipedia, Viktoria Mullova ganaba el Concurso Internacional Tchaikovsky en 1982 y se fugaba de la Unión Soviética al año siguiente dispuesta a comerse el mundo. Su primer disco lo grabó para el sello Philips –sensacional toma sonora– en octubre de 1985, junto a Seiji Ozawa y la Sinfónica de Boston: la artista no había cumplido aún los veintiséis. El programa estaba integrado por los conciertos para violín de Sibelius y, como no, Tchaikovsky.


Un servidor conocía la interpretación del Sibelius, que comenté en este blog en términos no precisamente elogiosos:
“El suntuoso sonido de la orquesta norteamericana, al mismo tiempo aterciopelado y oscuro, en principio ideal para esta partitura, es lo único remarcable dentro de una lectura a todas luces decepcionante en la que dos grandes artistas se encuentran como pez fuera del agua. Ni por sonido –hermoso pero poco denso– ni por temperamento –ajeno a tensiones y conflictos– la Mullova es capaz de hacer justicia a la mezcla de poesía y dramatismo que exige la obra, mientras que el siempre refinado y elegante Ozawa parece preocuparse tan solo de ofrecer grandes sonoros –y su habitual exquisitez para el color– sin profundizar en las asperezas de la página. Tanta blandura por parte de uno y de otro termina irritando.”
Bueno, pues por fin esta tarde he podido escuchar la interpretación del concierto de Tchaikovsky. Y esta me ha interesado sobre todo por la labor de Ozawa. Gran recreador del autor de El cascanueces dentro de una línea mucho antes apolínea que dionisíaca, el maestro oriental ofrece la interpretación que de él podíamos esperar: sonada en el punto justo entre ligereza y músculo, elegante sin llegar al amaneramiento, admirable en su depuración sonora y, sobre todo, maravillosamente cantada, aunque también algo falta de pathos, de garra dramática y de fuerza expresiva en una obra que pide un mayor compromiso. Ahora bien, el distanciamiento de Ozawa parece pura inflamación al lado de una Mullova extremadamente pulcra pero de una frialdad glacial: todo está en su sitio, pero sin que se le mueva un pelo. Y sin emoción aquí las cosas no funcionan.

Resumiendo: patinazo de Ozawa en Sibelius y de Mullova en los dos autores. Es disculpable, pues una joven virtuosa de veinticinco años no tiene por qué hacer gala de madurez suficiente como para lograr hacer justicia a estas música. Otra cosa es que después la haya alcanzado. Porque, ¿cuantos discos verdaderamente grandes, de esos que consideramos "de referencia", nos ha legado la violinista moscovita?

2 comentarios:

Paul Leisse MD dijo...

A su pregunta: cuantos discos verdaderamente grandes, de esos que consideramos "de referencia", nos ha legado la violinista moscovita Viktoria Mullova?
Sin duda alguna los Violin Concertos de Beethoven - Mendelssohn, con la Orhestre Révolutionnaire et Romantique bajo la batuta de John Eliot Gardiner, en 2002.
En esta grabación colabora muy bien con John Eliot Gardiner y la Orquesta Revolutionnaire et Romantique, el mismo sentido de la lectura delicada, precisa e inmaculada está intacta. Mullova usa las cadencias escritas por Ottavio Dantone y puede encontrar cada momento de las variaciones de los temas. El resultado es un Beethoven ligero, preciso y aireado que tiene su propia calidad de drama en la subestimación constante de Mullova.
De repente no la puedo comparar con Isabelle Faust, Orchestra Mozart and Claudio Abbado grabado por Harmonia Mundi
A mi me parece estupenda,

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Le agradezco la aportación, pero confieso que a mí ese disco no me gusta, tal y como comenté por aquí en referencia al Beethoven:

http://flvargasmachuca.blogspot.com/2012/04/el-concierto-para-violin-de-beethoven.html

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