martes, 24 de enero de 2012

Frühbeck, Ax y mi problema con Beethoven

Confieso que tengo un problema serio con Beethoven. Con su música para piano, concretamente: me parece tan inigualable lo que con ella hace Daniel Barenboim que interpretaciones a cargo de cualquier otro artista –con las excepciones de Gilels, Arrau y Kissin- me dejan tan insatisfecho que no soy capaz de disfrutar de ellas. Es problema mío, insisto, y no de los artistas, que a veces son muy grandes y hacen cosas estupendas. Es el caso de Emanuel Ax (web oficial), al que el pasado domingo 22 por la mañana le escuché en el Auditorio Nacional un Emperador muy bien tocado -hubo roces menores que no importan en absoluto-, dicho con propiedad, con entusiasmo, excelente trazo y apreciable musicalidad, siempre dentro de esa línea objetiva que caracteriza al pianista norteamericano.

Emanuel Ax

Ahora bien, a mi modo de ver no hay color comparado con Barenboim en cualquiera de sus grabaciones de la obra: el sonido puramente beethoveniano, la naturalidad en el fraseo, la concentración, los matices en la pulsación, la variedad anímica, la riqueza de concepto, el hondo sentido humanístico... Por eso mismo lo que hizo Ax, siendo seguramente bueno, a mí me resultó muy insuficiente. Rafael Frühbeck de Burgos ofreció su Beethoven de kapellmeister de pura cepa germánica, robusto, enérgico y musculoso, consiguiendo excelentes resultados en el primer movimiento y resolviendo con digna solvencia los otros dos. El pianista ofreció propina de Schumann.

Músculo, mucho músculo, hubo en su recreación de la Sinfonía Fantástica de la segunda parte. Densidad, vigor, brillantez, contrastes de grandes masas sonoras... Poco de elegancia, refinamiento, sensualidad o morbidez, que son también señas distintivas del mundo sonoro de Berlioz. Tampoco vamos a regatear al anciano maestro -setenta y ocho tacos ya- su manera de clarificar líneas y descubrir detalles interesantes, sin que dejemos de reprocharle al mismo tiempo más de un capricho en la agógica que no aportó nada en particular. La orquesta en general respondió bien, por momentos muy bien, y se lució de modo especial en el aquelarre, ni que decir tiene el movimiento en el que el veterano maestro se sintió más a gusto. Se buscó claramente el aplauso y se consiguió con creces. El abundante público -colgaron el “no hay billetes”- salió de lo más satisfecho.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿ y por qué comparar con Barenboim ?

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