viernes, 27 de mayo de 2011

Alexeev visita Baeza

Siento bochorno de reconocer que no sabía de la existencia de un interesante ciclo de música en Baeza organizado por la Universidad Internacional de Andalucía. El de esta temporada ofreció ayer jueves 26 su penúltimo concierto con una figura no de primerísima fila, pero sí de considerable interés: Dimitri Alexeev (Moscú, 1947). Ni el instrumento era el mejor posible ni la acústica del recinto, una antigua capilla del Palacio de Jabalquinto, actuó a favor de los resultados, pero el ya veterano pianista supo ofrecer un recital de notables resultados merced a un temperamento de lo más ruso, si se nos permite el tópico: su elegancia no es grande, ni la delicadeza parece interesarle demasiado, pero hizo gala de un temperamento apasionado -sin descontrol alguno, aunque sí con más de una nota falsa- que emocionó a todos los que en la música amamos mucho antes la expresión que el virtuosismo.


Obviamente tal planteamimento no funcionó por igual en todos los autores. Así la primera parte, dedicada íntegramente a Robert Schumann, no fue tan admirable como la segunda por carecer Alexeev de ese particular refinamiento que demanda la música del autor de la Sinfonía Renana, aunque ciertamente es preferible escuchar la no muy frecuente Blumenstucke op. 19 y la célebre Kreisleriana de esta manera, con un sonido corpulento y pasión en las venas, que en manos de un pianista afanado por ofrecer sonidos leves y detalles amanerados.

La selección de piezas breves Scriabin que abría la segunda parte (preludios, poemas, estudios, etc.) fue sensacional: con un enfoque que miraba antes a Rachmaninov que a la inquietante esencialidad más propiamente "moderna", Alexeev extrajo una intensísima comunicatividad de esta música haciendo gala de un sonido poderoso, con "carne", sin miedo de pisar bien el pedal -la acústica a veces le hizo sonar algo emborronado- y haciendo gala de una enorme sinceridad expresiva. Tremendo.

Muy notable el Chopin que vino a continuación. En las cinco mazurcas Alexeev evitó por completo lo "salonesco" y se decantó por una expresión viril, aunque siempre cuidándose de mantener la concentración en el fraseo y mostrándose sabio en el rubato. Sin ser tan creativa como la genial recreación que le escuché en Valencia a Barenboim (enlace), la inevitable Polonesa op. 53 triunfó por su manera de conjugar vuelo lírico con pasión arrolladora. Únicamente en el vals ofrecido como propina el artista se dejó llevar por los fuegos artificiales, sabiendo que conseguiría así el arrebato entre un público no muy abundante, pero sí de lo más atento y educado. La próxima cita es nada menos que con Pascal Rogé, el jueves 16 de junio.

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