jueves, 25 de agosto de 2016

Talibanismo historicista y estilo Mozart

A estas alturas de la película, parece claro que el movimiento historicista ha aportado muchas cosas positivas a la interpretación musical, no solo al repertorio en principio más apropiado para el uso de los instrumentos originales, esto es, el que va del barroco hacia atrás, sino también a épocas más recientes, empezando por el clasicismo de Haydn y Mozart. Ha descubierto nuevos colores, renovadas maneras de articular, reveladores claroscuros, acentos insólitos y, con todo ello, nuevas posibilidades expresivas. Bravo.


Pero también ha traído con él factores negativos. Uno de ellos es la confusión entre los medios y el fin, marcando como prioridad el uso de unos instrumentos, unos tempi y una articulación determinadas al tiempo que se pierde de vista la intención expresiva, es decir, la idea "detrás de las notas" que el artista, partiendo tanto del conocimiento de la estética de la época y de la personalidad del compositor como de su particular sensibilidad como intérprete, está obligado a poner de relieve para no ser un simple recreador de sonidos. Quedarse en la mera distinción entre los "históricamente informados" y los que no lo son –algunos, incluso, en lo primero en que se fijan es en el número de ejecutantes– resulta un craso error, porque el concepto interpretativo puede ser de lo más diverso. En Mozart, por ejemplo, Frans Brüggen está más cerca de Otto Klemperer que de Roger Norrington, y este a su vez lo está mucho antes de Claudio Abbado que de John Eliot Gardiner. Y este último casi podría hacer pensar en George Szell más que en su compatriota Trevor Pinnock.

Otra creencia equivocada que es consecuencia del movimiento historicista –aunque no culpa de éste, sino de músicos caracterizados por su mal gusto y de aficionados perezosos de mente– es la de que ligereza sonora equivale a ligereza expresiva, e incluso a fraseo pimpante y frivolón; o de que apostar por el músculo orquestal, por los grandes arcos melódicos, por los tempi reposados y por la reflexión poética equivale a "romantizar" la interpretación. Piensan ellos que limpiar de "adherencias románticas" a Mozart equivale a algo así como quitarle las capas de mugre a la Capilla Sixtina, cuando en realidad lo que están haciendo –me refiero a los malos intérpretes, porque los hay excelentes– es restarle potencia expresiva a la partitura. El pathos y la profundidad emocional, aunque revestidos de las maneras propias de la época, son también un componente esencial del clasicismo. Negarlo supone convertir a Mozart (¡cuántas veces lo hicieron en tiempos pasados algunos de los que no habían ni oído hablar de instrumentos originales!) en una cajita de música o en un amable carrusel de melodías en el que lo más grande del autor, que no es sino su capacidad para reflexionar sobre la condición humana, se diluye por completo.



Por otro lado, si en un momento dado puede parecer que aquello suena a Beethoven, no debería nadie escandalizarse: lo que hace grandes a determinados creadores, y el autor de La flauta mágica es uno de ellos, radica en buena medida en su capacidad para adelantarse a su tiempo, abrir nuevas vías expresivas y mirar hacia el futuro. ¿Qué problema hay en que el último movimiento de la Júpiter, que por algo la llamarían así, mire con descaro al poderoso mundo beethoveniano?

Desdichadamente, en los últimos años se extiende una actitud intolerante que lleva a ciertos melómanos y críticos a demonizar toda propuesta interpretativa que se aleje de la praxis que ellos creen imprescindibles para acercarse a determinados repertorios. Algunos incluso llegan al extremo de descalificar de entrada a cualquier intento, en nuestros días, de abordar a un Bach o a un Haendel sin instrumentos originales y/o sin plegarse a las propuestas del historicismo. O de calificar como pesadas, mastodónticas, y fuera de estilo –wagnerianas dicen algunos, sin rubor a caer en el más risible tópico– lecturas del repertorio clásico hechas en la mejor línea de los Furtwaengler, Walter, Böhm o Bernstein, directores que –de nuevo aquí hay que fijarse en el concepto– tienen mucho que ver entre sí en lo que son las formas interpretativas, esas de la "gran tradición centroeuropea", pero poco en lo que a la idea expresiva se refiere.



Lo curioso es que estos aficionados terminan siendo mucho más papistas que el Papa. Yo diría que auténticos talibanes. Porque algunas de las cabezas visibles del movimiento historicista son más tolerantes que ellos y se niegan en redondo a considerar sus propuestas como únicos modelos a seguir. Además, no confunden –como sí hacen sus ciegos admiradores– la idea expresiva con la materialización concreta de esa idea, que puede resultar de lo más diversa. Fíjense ustedes lo que sobre el Mozart de Leonard Bernstein, para algunos el colmo del "desmelene romántico" –escuchen el "wagneriano" Adagio del Concierto para clarinete que les he dejado arriba–, decía nada más y nada menos que Nikolaus Harnoncourt, un director que no podía ser más distinto al norteamericano en sus planteamientos sonoros:
"Aprecio al director Bernstein como intérprete de Mozart. Sus versiones del músico de Salzburgo me han impresionado como ninguna otra. En efecto, tienen un algo más profundo que no es dado escuchar en la mayoría de las interpretaciones realizadas por otros artistas. (...) Y cuando los críticos dijero en Salzburgo que sus interpretaciones de Mozart no eran sostenibles desde el punto de vista estilístico, tuve la sensación de que estaban haciendo afirmaciones completamente injustas. Porque no hay una sola persona en el mundo que pueda decir éste es el estilo de Mozart, aquél no. Nadie puede decirlo. Y si alguien tiene una visión profunda de la obra y es capaz de interpretarla de manera convincente, entonces eso es el estilo de Mozart en este momento".
Peter GRADENWITZ: Leonard Bernstein, Espasa Calpe, 1986, pp. 144-145 (las cursivas están en el original).
En fin, yo seguiré disfrutando de todos los Mozart, tan variados entre sí, que me llegan emocional e intelectualmente. Los de Furtwaengler, Walter, Klemperer, Kubelik, Böhm, Solti, Giulini o el citado Bernstein; como también del Mozart de Pinnock, Koopman y Brüggen, de algunas grabaciones de Gardiner y de las iconoclastas propuestas de Harnoncourt. Del Mozart que sin duda harán los muchos grandes directores de instrumentos originales que aún están por venir. Y del sublime Mozart que hace hoy Barenboim, por descontado.


9 comentarios:

Anónimo dijo...

Idealmente estoy de acuerdo contigo, pero en la realidad ¿conoces a algún intérprete historicista, incluyo a Bruggen y Savall que son los que más me gustan con mucha diferencia sobre el resto,con la misma altura artística y técnica que los grandes intérpretes "tradicionales"?

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Sabía que me iba a llegar esa pregunta.

NO, no conozco ningún director historicista que haga un Mozart TAN grande como los MEJORES tradicionales (atención al subrayado). Pero sí que hay unos cuantos que lo hacen igual de bien que algunos o muchos de los muy buenos. Hoy no hay, dentro de los "históricamente informados", ningún genio mozartiano a la altura de Furtwaengler, de KLemperer o del Böhm de los setenta. Pero sí los hay equiparables a los Kubelik, Szell, Fricsay, Marriner... Siempre a mi entender, por descontado: habrá gente que me califique de burro por atreverme a equiparar a los de ahora con los de antes, y los hay que lo harán por todo lo contrario, por no reconocer el presunto "gran talento" de los Gardiner, Herreweghe y compañía. Mis opiniones son absolutamente subjetivas, como las de los demás.


Volviendo al tema, lo que quiero decir es que el problema no está en el historicismo en sí mismo, sino en el tiempo que éste ha tenido para desarrollarse. ¿Desde cuándo se lleva haciendo en discos Mozart con instrumentos originales? Desde finales de los setenta. Los primeros fueron unos verdaderos pioneros, gente de muchísimo mérito que literalmente tuvieron que aprender desde cero. En estas tres décadas se ha avanzado muchísimo, pero evidentemente no ha habido tiempo de madurar en lo expresivo tanto como se ha madurado en lo técnico. Creo que hay mucho, muchísimo camino que recorrer. Y también pienso, como dijo McCreesh a propósito de su grabación de El Mesías, que ese camino pasa por devolver "densidad", tanto sonora como expresiva, a aquello que se suposo erróneamente que no debía tenerla.

Un saludo.

Felirosi dijo...

Suscribo palabra por palabra lo escrito en este artículo y creo que debemos rejocijarnos de que los talibanismos ya son actitudes minoritarias y superadas. Pero no olvidemos ese otro talibanismo antihistoricista que de forma muy belicosa y sectaria ha negado el pan y la sal a la corriente "original" desde sus inicios, y los más recalcitantes aún siguen, haciendo oidos sordos a las evidencias. Y no me estoy refiriendo solo a Mozart (también comparto su comentario), sino incluso al barroco, donde los logros de la corriente han sido más tempraneros e indiscutibles. Así recuerdo en un foro que Vd. mismo participaba, los contínuos torpedos negacionistas y la defensa numantina de recursos como Leppard o I Musici, por poner dos ejemplos. Como decía, creo que hoy ya es habitual poder debatir obviando ambos conservadurismos.

Y sí, quizás nadie ha hecho un Mozart al nivel de Klemperer o Böhm en las últimas décadas desde el campo historicista, pero ¿en que campo del repertorio ha existido un director equiparable a Klemperer, Böhm o Bernstein en los últimos 20 o 30 años?.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Felirosi, no recuerdo ahora mismo ese foro. En cualquier caso, a mí me gustan Richter, Leppard e I Musici, como también Goebel, Koopman o la Orquesta Barroca de Friburgo. Encuentro muy enriquecedor disfrutar de tan diferentes posibilidades. Lo que no me gustan son los músicos mediocres, y de esos creo que hay unos cuantos.

Carlos Alberto dijo...

Totalmente de acuerdo contigo Fernando. Es maravilloso poder disfrutar de las obras que amamos desde tan amplia y dispar forma de abordarlas. Ahí está la magia de las diferentes interpretaciones y por eso la música clásica es tan fascinante. Porque cada concierto y cada grabacion pueden ser unicos. Y aunque parece cierto que la era de los grandes nombres que decís ya pasó y jamás volverá, y por eso atesoramos discos y vídeos y volvemos a ellos una y otra vez, teniendo cada uno de nosotros sus grabaciones de cabecera como referencia a partir de las que medimos y comparamos lo nuevo que escuchamos, y estando de acuerdo como dices en que hay a veces más afinidad expresiva entre directores pertenecientes a mundos interpretativos separados por casi medio siglo que entre los de una misma corriente, por llamarlo así, si que creo que es innegable que la escucha de esa música que conocíamos desde la óptica tradicional y de forma gloriosa,es verdad, tocada ahora a la manera historicista con instrumentos originales supuso, para muchos de nosotros, para mi al menos, una auténtica bomba. Fue algo luminoso y como complementario a lo anterior. Quizás los melómanos más veteranos no pudieron aceptarlo, les chirriaba el oído, porque a veces los historicistas caen en esos excesos que decía Fernando. Es la Schwarzkopf abominando del Mozart de Harnoncourt horrorizada. Pero para los de una generación como la mía, nacido en el 71, ese escuchar por primera vez a Haendel,Bach, Haydn, Mozart o Beethoven tocados así fue algo impagable. De acuerdo que carecen de esa profundidad,esa tensión y esa grandeza de los viejos gigantes. Pero esas sonoridades, esos timbres y esa articulación supusieron un aporte que ya casi pueden entrar en la categoria de clasicos...Y luego, entre los diferentes nombres, pues claro, cada cual tiene sus favoritos..., igual que entre los otros.
La verdad es que parece interesante esa especie de "Vidas Paralelas" que apuntas entre un director tradicional y uno historicista unidos por afinidades electivas. Da que pensar.
Bonita cita la de Harnoncourt sobre Bernstein, al que yo también idolatro. Quién lo diría.
Un saludo

Carlos Alberto dijo...

Totalmente de acuerdo contigo Fernando. Es maravilloso poder disfrutar de las obras que amamos desde tan amplia y dispar forma de abordarlas. Ahí está la magia de las diferentes interpretaciones y por eso la música clásica es tan fascinante. Porque cada concierto y cada grabacion pueden ser unicos. Y aunque parece cierto que la era de los grandes nombres que decís ya pasó y jamás volverá, y por eso atesoramos discos y vídeos y volvemos a ellos una y otra vez, teniendo cada uno de nosotros sus grabaciones de cabecera como referencia a partir de las que medimos y comparamos lo nuevo que escuchamos, y estando de acuerdo como dices en que hay a veces más afinidad expresiva entre directores pertenecientes a mundos interpretativos separados por casi medio siglo que entre los de una misma corriente, por llamarlo así, si que creo que es innegable que la escucha de esa música que conocíamos desde la óptica tradicional y de forma gloriosa,es verdad, tocada ahora a la manera historicista con instrumentos originales supuso, para muchos de nosotros, para mi al menos, una auténtica bomba. Fue algo luminoso y como complementario a lo anterior. Quizás los melómanos más veteranos no pudieron aceptarlo, les chirriaba el oído, porque a veces los historicistas caen en esos excesos que decía Fernando. Es la Schwarzkopf abominando del Mozart de Harnoncourt horrorizada. Pero para los de una generación como la mía, nacido en el 71, ese escuchar por primera vez a Haendel,Bach, Haydn, Mozart o Beethoven tocados así fue algo impagable. De acuerdo que carecen de esa profundidad,esa tensión y esa grandeza de los viejos gigantes. Pero esas sonoridades, esos timbres y esa articulación supusieron un aporte que ya casi pueden entrar en la categoria de clasicos...Y luego, entre los diferentes nombres, pues claro, cada cual tiene sus favoritos..., igual que entre los otros.
La verdad es que parece interesante esa especie de "Vidas Paralelas" que apuntas entre un director tradicional y uno historicista unidos por afinidades electivas. Da que pensar.
Bonita cita la de Harnoncourt sobre Bernstein, al que yo también idolatro. Quién lo diría.
Un saludo

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Muchas gracias por las aportaciones, Carlos Alberto.

Simplemente apuntar que entiendo el horror de muchos ante el historicismo cuando éste dio sus primeros pasos, pero no solo por la novedad sino porque en aquellos momentos las orquestas no sonaban demasiado bien. Normal: literalmente estaban aprendiendo algo que desde mucho tiempo atrás no se sabía hacer. Creo que hoy la cosa ha mejorado muchísimo.

Por lo demás, insistir en la necesidad de fijarse mucho antes en el concepto que en los instrumentos, en los tempi o en la articulación. Particularmente en Mozart. Saludos.

Nemo dijo...

El último párrafo de la entrada es para enmarcar.

La música del período clásico encontró un lugar en los repertorios de las orquestas sinfónicas tradicionales, pero la música barroca, salvo alguna excepción, era difícil de montar, y cuando se hacía no funcionaba casi nunca. Había un problema serio de enfoque. Creo que ahí sí el enfoque "históricamente informado" fue una solución, que abrió un camino que ha permitido reflotar un enorme repertorio antes olvidado e irrecuperable y encontrar formas efectivas de interpretación (que funcionan), y que después se han podido traspasar a orquestas más tradicionales. Hoy se hace todo el barroco si se quiere, la mayoría con orquestas "historicistas", y la mayoría de ese repertorio no puede funcionar con orquestas tradicionales. Estas programan más barroco que antaño, y lo hacen mejor, pero sigue siendo escaso y problemático.

Más complicado es el caso de la música del período clásico, porque esta si estaba toda, o al menos toda la del período clásico tardío, en atriles, y se había madurado una aproximación válida, funcional. Lo mismo se puede decir del primer romanticismo. Aquí el enfoque histórico ha sido una exploración llena de descubrimientos, algunos valiosos y otros no. Esto ha "informado", una vez más, la interpretación musical en general, pero el impacto ha sido menor. Con la excusa de los instrumentos originales se han podido abordar experimentos que no se habrían admitido en salas de concierto y orquestas tradicionales (aunque esta distinción no es absoluta, pues ya había antes de los 70, líneas interpretativas que adelantaron enfoques que después vimos en el movimiento "historicista").

La exploración siempre es interesante, pero los resultados son más disparatados cuando se extiende la cosa a Brahms, por poner un caso. Ahora bien, ¿por qué no? Se puede probar y ver qué sale, qué se descubre. Sin embargo, no permanecerá y no creo que podamos aprovechar gran cosa de esos juegos.

En el movimiento historicista hay mentes de primer nivel (Harnoncourt, por ejemplo), y creo que hay que verlos como grandes renovadores, y el tipo de orquesta ha sido solo una herramienta.

Aunque me gusta muchísimo la Misa en Si Menor o la Pasión de Klemperer, creo que la cosa funciona por la poderosa personalidad del director. En la mayoría de los casos la cosa no acaba de funcionar del todo, y eso considerando las pocas obras barrocas que se mantuvieron en repertorio con orquestas tradicionales. Con Mozart la cosa es más complicada, y hay logros a uno y otro lado, y mucha fertilización cruzada. La variedad de enfoques es enriquecedora (cuando hay calidad). Lo mismo puede decirse de Haydn, pero menos si seguimos avanzando (Beethoven, por ejemplo, aunque hay cosas interesantes).

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Completamente de acuerdo, Nemo. Gracias por las sabrosas reflexiones.

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